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Crímenes de Estado cometidos por el Reino Unido

Un fragmento de la rueda informativa ofrecida por la portavoz del MAE de Rusia, María Zajárova, Moscú, 19 de abril de 2018

Y ahora, como quien dice, “agárrense que hay curva”. El pasado 13 de abril el Embajador del Reino Unido en Rusia, Laurie Bristow, durante una rueda de prensa ofrecida al cuerpo diplomático y dedicada a la publicación del informe de la OPAQ declaró que Rusia estaba implicada en “una serie de asesinatos cometidos por encargo del Estado también en el territorio del Reino Unido”. Por supuesto, no es la primera declaración tan marcadamente rusófoba de los últimos meses hechas por un representante oficial de Londres. En realidad tampoco es la primera declaración de la parte británica que esté al margen del espacio legal, de las normas de la cortesía o de la moral. Pero no es esta la cuestión. Dejemos al lado la moral y el derecho y hablemos de otras cosas. Es posible que el Embajador del Reino Unido no conozca muy bien la historia de su país ni su papel e implicación en los procesos que iban teniendo lugar a lo largo de siglos en otros países. No creo que al señor Bristow le haya que echar en culpa otras cosas que no sean el desconocimiento de su historia nacional. El escritor británico de origen hindú, Salman Rushdie, escribió en cierta ocasión: “La desgracia de los británicos consiste en desconocer la historia de su país por la simple razón de haber ocurrido la mayor parte de los acontecimientos fuera de su territorio. Su posición insular, base de la condición imperial del Reino Unido fue causa de su distanciamiento de todos los aspectos que vienen acompañando la Historia”. Creo que ha llegado el momento de llenar desde esta tribuna dicho vacío cognitivo y sumergirnos un poco en la Historia del Reino Unido y de sus intensas actividades internacionales que tuvieron sus correspondientes consecuencias. Hablemos de encargos de Estado, de una serie de asesinatos y en general de la reputación de dicho país.

Vayamos a la nueva historia. No se suele hablar mucho de ello, pero el Reino Unido fue una de las metrópolis más sangrientas desde el punto de vista de medidas represivas usadas contra sus colonias y territorios dependientes. Merece la pena citar la idea expresada en el artículo publicado en el diario The Guardian el 22 de noviembre de 2017 por la periodista británica Afua Hirsch. Dijo que desde la conquista normana de Irlanda en el siglo XII los ingleses empezaron a percibirse como unos “nuevos romanos”. Su gran destino era convertise en misioneros y traer la civilización a las “tribus retrasadas”, recibiendo al mismo tiempo el derecho de aprovechar los recursos minerales, la tierra y el trabajo de los habitantes de estos territorios a los que “tocó en suerte” conocer la dominación británica. Los británicos ven la creación del Imperio Británico como un gran avance moral y el derrumbe de dicho Imperio, como un acto de gran nobleza.

Dada esta visión extendida de su propia historia, los datos incómodos se suelen perder de vista. Lo que importa es la motivación y ¿acaso alguien necesita detalles? Hoy, sin embargo, vamos a hablar de los detalles. La introducción de los campos de concentración durante la guerra de los boéres que más tarde inspiró a los nazis para la creación de sus propios campos de exterminio, la destrucción cultural total de Estados en el espacio desde Ashanti en África hasta China, masacres cometidas por el Ejército británico en Irlanda, la saqueo de Bengala, la explotación industrial de los recursos naturales, comercio de esclavos, son tan sólo los rasgos más generales.

Y la India lo que ha tenido que soportar de su metrópoli. En 1930 se publicó el libro “The case for India” del historiador estadounidense Willian James Durant. Está dedicado a la historia y la vida cotidiana de este país. El autor llega en su obra a la siguiente conclusión: “Cuanto más leo, más atónito e indignado me siento por este suplicio evidente, consciente y deliberado al que el Reino Unido le fue sometiendo a la India durante 150 años. Empiezo a sentir que estoy antes los más graves crímenes de la Historia unversal”.

El Reino Unido dejó el globo lleno de líneas divisorias que se dejan notar especialmente en el subcontinente del Asia del sur, donde en 1947 de manera forzosa fue separado un pueblo único. Y ahora cada una de estas partes supera por su cuenta las secuelas de la herencia colonial británica. El parlamentario y ex subsecretario General de la ONU, Shashi Tharoor, un experimentado y reputado político, que en su momento presentó su candidatura para el puesto del Secretario General de la ONU, declaró en más de una ocasión que las autoridades británicas padecen “amnesia histórica” con respecto a las atrocidades coloniales por ellas cometidas. Hablando el 22 de julio de 2015 en Oxford, señaló, entre otras cosas “En el momento de pisar las costas de la India los británicos, la participación del país en la economía mundial equivalía al 23%, mientras que tras su retirada dicho índice bajó al 4%. ¿Por qué? Por la simple razón de haberse gobernado la India en intereses del Reino Unido. El crecimiento del Estado británico a lo largo de 200 años se financió por el saqueo de la India”. Según Shashi Tharoor, la revolución industrial británica se llevó a cabo a costa de la desindustrialización de la India. El Reino Unido en más de una ocasión provocó hambrunas que se llevaron a entre 15 y 29 millones de hindúes. La más famosa se produjo en Bengala en 1943, dejando a 4 millones de muertos. Uno podría pensar que son reflexiones del publicista, pero nada de eso, porque el Primer ministro de la India, Narendra Modi, subrayó el 24 de julio de 2015 durante el seminario “Speaker's Research Initiative” que todo lo dicho por Shashi Tharoor reflejaba los anhelos de los ciudadanos hindúes. Se lo estoy diciendo a usted, señor Bristow.

En su libro Inglorious Empire, cuya presentación se celebró el año pasado, Sashi Tharoor se acordó de las barbaridades cometidas por el Imperio Británico, señalando que el ex Primer ministro, Winston Churchill, había de considerarse uno de los dictadores más crueles del siglo XX. Éste último en una conversación con el Secretario de Estado para la India y Birmania, Leopold Amery, dijo “Odio a los hindúes. Son unos animales con una religión salvaje. El hambre que pasan es resultado de su propio error, por haberse multipilicado como conejos”. No son inventos nuestros, es un hecho real.

El pintor ruso Vasili Vereschaguin tiene un famoso cuadro que se titula el Viento del diablo. No es una metáfora, es la ejecución extendida en la India del siglo XIX e inventada por los dirigentes británicos para aplastar la rebelión de los cipayos. Consistía en atar al condenado a muerte a la boca de un cañón y disparar. Esta ejecución, una de las más bárbaras de toda la Historia de la civilización, otra más del amplio arsenal de torturas y ejecuciones infernales de los británicos, más que la muerte física o la intimidación se planteaba otro objetivo. No era un método muy original y además bastante costoso, cosa que los británicos no suelen apreciar, pero desde el punto de vista de la religión y las castas era una muerte completamente inaceptable para los hindúes. El cuerpo del condenado acababa despedazado por el cañonazo y todos los fragmentos de los cuerpos eran enterrados juntos, independientemente de la casta, algo que contradice a las tradiciones de los hindúes.

Y otro episodio, el 13 de abril de 1919, en Vaisakhi, festival de la cosecha y del Año nuevo celebrado en Punjab, 50 soldados bajo el mando del general de brigada Reginald Dyer, sin previo aviso abrieron fuego contra civiles reunidos en el parque de Jallianwala en el centro de la ciudad, siendo la mayor parte de los reunidos mujeres y niños. Me gustaría llamar su atención a que no eran acciones de los súbditos del Reinon Unido, eran órdenes directas de las autoridades británicas. De acuerdo con los datos de la parte británica, el número de muertos alcanzó 379 y de heridos, más de 1.000. el Congreso Nacional Indio hizo públicas las cifras de 1.000 muertos y 1.500 heridos. Por desgracia, durante varias décadas más, millones de habitantes de la India caerían víctimas de fusilamientos masivos, entre otro tipo de ejecuciones.

Han ultrajado también las autoridades británicas a su gusto y en distintas épocas a los habitantes del continente africano. En calidad de esclavos fueron sacados de África cerca de 13 millones de personas. Acuérdense de la reputación que le debería importar al Embajador del Reino Unido a la hora de incriminarle cosas a Rusia. El número de muertos superó la cifra arriba indicada unas 3 ó 4 veces. Es decir, el número total de las víctimas equivalió a decenas de millones de personas. Merece la pena señalar también que el fundador de la teoría de la sociedad civil John Locke ayudó a redactar la Constitución de EEUU y invirtió todos sus ahorros en el comercio con esclavos. También es un hecho.

Los primeros en usar los campos de concentración contra la población civil fueron las tropas británicas durante la guerra de los boéres de 1899-1902. A dichos campos se trasladaba a aquella gente que era sospechada de simpatizar con los rebeldes o potencialmente capaz de prestarles algún tipo de ayuda. Sus granjas eran quemadas por orden de las autoridades británicas, el ganado y los campos, destruidos. Las mujeres y los niños eran separados de sus maridos y padres. El proceso continuó hasta la Segunda Guerra Mundial. Los hombres eran desterrados a otras colonias, en la India o en Ceilán.

En cuanto la opinión pública se enteró de este “invento” del comandante de las tropas británicas lord Gerbert Kitchener, el Gobierno del Reino Unido hizo pública una nota explicativa, para aclarar que el objetivo de los campos en cuestión era “garantizar la seguridad de la población civil de las repúblicas de los boéres”, mientras que los propios campos recibieron el nombre de “lugares de salvación”. Recuerda mucho la situación con los Cascos Blancos, hay unos extremistas y terroristas, se les ponen unos cascos blancos, se escribe en sus atuendos la palabra “paz” y se cometen con sus manos las provocaciones que luego son grabadas con un móvil y difundidas en el mundo cual pruebas de que había que salvar urgentemente a los civiles. Pasaron los siglos, pero nada cambió. A los presos se los pasó a llamar “invitados del Gobierno británico”. En total en los campos se retuvo a la mitad de la población blanca de las repúblicas de los boéres, unas 200.000 personas, de las cuales 30.000 murieron a causa de las enfermedades y del hambre.

Entre finales de los años 30 y el año 1948 funcionaron los campos británicos en Chipre y en Palestina, adonde se trasladaba a los refugiados judíos que también eran ejecutados a menudo.

Otro capítulo oscuro de la Historia del Reino Unido son las famosas unidades del Departamento de investigaciones especiales, la SAS, por Special Air Service, unidades de misiones especiales de las Fuerzas Armadas del Reino Unido que fueron usadas en más de 30 conflictos locales, principalmente en los países que en su momento habían sido colonias del Reino Unido, entre ellos, Kenia y algunos países sudafricanos.

Así, cerca de 50 ex efectivos de las SAS formaron parte del destacamento de Rodesia que hubía de desempeñar el papel clave en la conspiración ideada durante el trasnpaso del poder a la población autóctona de Rodesia, actualmente Zimbabue.

Los historiadores creen que el Reino Unido es el país líder en genocidio. Horroriza pensar en cuántos millones de inocentes perdieron la vida en las colonias del Reino Unido.

De acuerdo con distintas evaluaciones, por orden del Gobierno británico fue exterminado entre el 90 y el 95% de los aborígenes australianos durante su colonización. Además de matarles sin más, se hacían experimentos con ellos, siendo traídos al país distintas enfermedades, en primer lugar, la varicela.

El conflicto armado entre los colonistas británicos y el pueblo autóctono de Tasmania bautizado como la Guerra negra se produjo a principios del siglo XIX y llevó al exterminio casi completo de los tasmanos. Algunos de los propios historiadores británicos se inclinan a considerar dicha guerra precisamente como genocidio. A los colonizadores británicos les estuvo permitido matar a los tasmanos, cobrando una remuneración por cada uno. Otro referencia a la reputación del Reino Unido en la arena internacional. Eran envenenados, expulsados a desiertos donde morían de hambre y sed, se les cazaba como a animales salvajes. Para 1835 quedaban con vida unas 200 personas que fueron simplemente trasladadas a las islas vecinas.

En los años 70 del siglo XIX por orden de las autoridades británicas se llevó a cabo el genocidio de zulúes en la colonia del Cabo, en los años 1954-1961, genocidio del pueblo kikuyu en Kenia. A modo de respuesta al asesinato de 32 colonistas blancos por los rebeldes, las autoridades británicas exterminaron a 300.000 representantes de dicho pueblo, forzando a trasladarse a campos a otros 1.5 millones de personas. Existe un libro dedicado a aquellos acontecimientos, La historia no contada del Gulag británico en Kenia de Caroline Elkins. Es un tema incómodo del que no se suele hablar en los medios occidentales, porque tiene que ver con la historia de la vida del ex Presidente de EEUU, Barack Obama. Hemos leído que su padre fue torturado por los británicos durante la rebelión en Kenia. ¿O acaso no ha sido así?

Seguramente habría que acordarse también de las tristemente famosas “Guerras del Opio”. De hecho Londres a lo largo de décadas envenenaba a los ciudadanos chinos con la droga. El Reino Unido organizó suministros estables del opio al territorio chino, recibiendo a cambios pingües beneficios. Además, se perseguía un objetivo estratégico militar, se erosionaba el Ejército y el pueblo chinos que iban perdiendo voluntad y todo deseo de oponer resistencia. Buscando salvar al país, el Imperador chino en 1839 ordenó el inicio de una operación masiva cuyo objetivo era confiscar y destruir las reservas de opio en Guangzhou. Londres respondió con una guerra, fue como empezaron las famosas Guerras del Opio. Como resultado, China sufrió una derrota y se vio obligada a aceptar las condiciones esclavas de los británicos. “Mientras China sigue siendo una nación de drogadictos, podemos dejar de temer que este país se convierta en una importante potencia militar, dado que dicho hábito les está chupando a los chinos las fuerzas vitales”, éste fue el final de la intervención del Cónsul británico en China, Geoffrey Hurst, ante la Comisión real del opio en 1895. Tan sólo en 1905 las autoridades chinas pudieron aprobar y empezar a cumplir el programa de la paulatina prohibición del opio.

Y abajo citaré ejemplos de la Nueva Historia, época en la que Londres lucha a brazo partido por los derechos humanos y se autodenomina como “pilar de la democraica y la libertad”.

Ya hemos hablado de lo que tuvo que aguantar la India. No es una pregunta que viene de nuestra parte, es el sentido común. ¿Y los habitantes de Oriente Próximo? No creo que sea necesario recordar que el Reino Unido que buscaba mantener la máxima influencia en la región en vísperas del desmoronamiento del sistema colonial dio una serie de pasos que sembraron cizaña en las relaciones entre los árabes y los judíos. Se puede omitir los detalles históricos, bastaría con mirar el mapamundi y ver las fronteras de los países de la región, trazadas, también por las autoridades británicas, tras la desintegración del Imperio otomano.

Nadie veía en las fronteras las vidas de pueblos enteros, eran tan sólo líneas trazadas en el mapa con una regla. Como resultado, tribus enteras, comunidades etnoconfesionales y pueblos se vieron divididos y el mundo hasta hoy se está enfrentando en Oriente Próximo a los resultados de aquella política. Sin embargo, incluso en este campo el Reino Unido sigue mostrando una gran actividad.

He aquí otro dato interesante. De acuerdo con los documentos del Archivo nacional del Reino Unido, a los cuales en 2014 se les retiró la condición de información clasificada, las autoridades británicas usaban de manera activa las armas químicas, para aplastar en 1920 la rebelión de los árabes en Mesopotamia que es actualmente territorio iraquí. Estando al mando del Gabinete de Guerra del Gobierno británico, Winston Churchill, expresó su apoyo al “uso de gas contra tribus no civilizadas”. Los datos de archivo ponen de manifiesto que el político mandó usar contra los rebeldes miles de proyectiles rellenos de gas mostaza. Aquella rebelión antibritánica se llevó la vida de entre 6.000 y 10.000 personas, de acuerdo con distintas fuentes. Desde el punto de vista de Londres, dichas cantidades podrían considerarse una nimiedad, en comparación con el número de víctimas en otras regiones.

Los griegos también sufrieron a manos de los británicos. En primavera de 1944 estalló una rebelión en las unidades del Ejército griego acuarteladas en Egipto que fue suprimida con crueldad por los representantes del Reino Unido. Muchos historiadores consideran que la supresión de la rebelión creo las premisas y sirvió de premonición de la intervención británica de Grecia en diciembre de 1944 y de la Guerra civil (1946-1949). De los 30.000 oficiales y soldados griegos acuartelados en Oriente Próximo, entre 20.000 y 22.000 fueron enviados a campos británicos en Eritrea, Egipto, Sudán y Libia.

A finales de los años 60-70 del siglo pasado las autoridades británicas desalojaron a los 1.500 habitantes del archipiélago de Chagos situado en el océano Índico. Para ello los diplomáticos británicos señalaron en la ONU que el pueblo autóctono de ilua eran en realidad “trabajadores contratados”. La razón era muy simple, es que EEUU ardía en deseos de instalar en una de las islas su base militar.

Además el archipiélago fue reconocido zona de reserva marina. En 2009, Wikileaks publicó datos, de acuerdo con los cuales el Gobierno británico apoyó dicha idea, para asegurarse de que los incesantes intentos de los lugareños deportados de volver a su tierra acabarían en un fracaso. La base militar estadounidense situada en la isla Diego Gracia en su momentó llevó el nombre de Camp Justice, el Campo de la Justicia, ironías del destino, por así decirlo.

He aquí otro ejemplo de la historia moderna. El servicio secreto de la Fuerza Aérea del Reino Unido falsificó deliberadamente los informes sobre sobre crímenes de guerra cometidos entre 2010 y 2013, para ocultar los datos sobre los asesinatos de civiles en Afganistán. Los civiles afganos, desarmados, se asesinaban durante visitas domiciliarias en caso de sospecharse su potencial pertenencia a los talibán. No eran detenidos, de lo que se solía informar.

La investigación de los crímenes de guerra cometidos por el Reino Unido en Afganistán entre 2010 y 2013 recibió el nombre de Operación Nortmur y empezó en 2004. Los jueces de instrucción establecieron que el servicio secreto británico había falsificado documentos, para responsabilizar al Ejército afgano por los asesinatos de personas desarmadas. Otro dato relacionado con la reputación que tiene su país en la arena internacional, señor Embajador. En unos vídeos hechos con aviones no tripulados y bautizados kill TV, se ve que contra los civiles estaban disparando precisamente los militares británicos y no los afganos. De acuerdo con un artículo publicado el 2 de julio de 2017 por diario The Times, el Ministerio de Defensa del Reino Unido tenía la intención de ocultar de los medios los arriba mencionados crímenes de guerra, dado que consideraba que “la publicación de los detalles de la investigación podía afectar a la seguridad nacional, a la confianza social y a la cooperación con los aliados”. Al mismo tiempo, los altos cargos del Ministerio de Defensa calificaron las pruebas de “asesinatos masivos” obtenidas durante la investigación como “fidedignas y muy serias” que amenazaban “al Gobierno con una catástrofe”. No se produjo ninguna, porque las autoridades británicas siempre tienen algo con que desviar su atención, queridos periodistas.

El 19 de noviembre de 2017 The Sunday Times publicó otro artículo sobre los asesinatos cometidos por los efectivos de las SAS. Citó fragmentos del interrogatorio al que había sido sometido el mayor Chris Green. De acuerdo con el militar, en 2012, durante la operación llevada a cabo en la localidad de Rahim en la zona de Nahr-e-Saranj efectivos de las SAS asesinaron a sangre fría a tres civiles que no estaban relacionados con los talibán. Lo hicieron en el patio de la casa de las víctimas.

Pasemos ahora a Iraq. De acuerdo con las fuentes abiertas, dados los abusos cometidos por los militares británicos durante la guerra de Iraq en 2003-2011 fueron abiertas 326 causas penales, formulándose cargos contra 1.500 personas. El monto total de las indemnizaciones asignadas a la parte afectada ascendió a unos 20 millones de libras. Se puede asegurar infinitamente que son casos aislados y no estrategia del Estado británico recogida en algún documento. Sin embargo, siempre se lleva a cabo una investigación. Lo que ocurre es que tras saberse los resultados a los culpables se les impone el castigo, pero el propio Gobierno del Reino Unido que autoriza tal comportamiento nunca es castigado, repitiéndose dicha conducta a lo largo de años, décadas y siglos.

Una amplia resonancia en los medios la obtuvo el caso ocurrido en 2003 en la ciudad de Basora. Tras el fusilamiento de dos francotiradores británicos, los militares detuvieron a dos iraquíes, presuntos implicados en la comisión del crimen. Los hombres estuvieron arrestados, sin previa investigación hasta 2006, momento en el cual se formularon contra ellos los pertinentes cargos. Sin embargo, el Tribunal Supremo de Iraq anuló dichas acusaciones por falta de pruebas.

Para minimizar el número de demandas presentadas contra los militares británicos por los crímenes por ellos cometidos durante la campañas militares en octubre de 2016, en el Congreso anual del Partido Conservador en Birmingham el Gobierno del Reino Unido anunció los planes de conseguir que a los militares británicos que participaban en el conflictos en el extranjero no se les aplicara la jurisdicción del Convenio Europeo de Derechos Humanos.

Y ahora pasemos a las operaciones de los servicios secretos y actos aislados de sabotaje. Desde los tiempos más remotos los representantes del Reino Unido eran muy amantes de todo tipo de “operaciones secretas” y actos de sabotaje que iban dirigidos contra personas concretas con el objetivo de obtener beneficio político para el país. Dicha tendencia se plasmó en también en la obra de los autores británicos, un ejemplo brillante de ésta es la bondiana, varias películas sobre el agente James Bond. Podría parecer gracioso a quien no esté al tanto de que el autor Yan Fleming trabajó con los archivos y de que el famoso agente 007 está inspirado en figuras reales. A quienes no les interese la historiografía o quienes supongan aburrida la parte anterior o, a lo mejor, opinen que los materiales de archivo pueden tener distintas lecturas y necesitan ser comprobados, les puedo recomendar la “versión light” en forma de la colección de crímenes del escritor y al mismo tiempo oficial del servicio de inteligencia de la marina de guerra, Yan Fleming. La bondiana es un ejemplo muy simpático del amor que le tiene el Gobierno británico a este tipo de actividades. Yan Fleming murió en 1964, pero los acontecimientos por él descritos siguen teniendo lugar. Con regularidad son presentados nuevos capítulos de la bondiana, porque todo están acostumbrados a ver en James Bond a un superhéroe. Cambian las épocas, cambian los actores, sin embargo, la misma idea sigue inalterable: un agente al servicio de la Corona recibe, ni más ni menos, “una licencia para matar”. Me gustaría insistir en que no se trata de inventos literarios, sino de resultados de trabajo con materiales de archivo. De hecho, todo lo que vemos en la bondiana ocurre realmente bajo la cobertura de los servicios secretos MI-5 y MI-6.

Gracias a esta película la gente se enteró de tal fenómeno como “licencia para matar”, término que designa permiso oficial concedido a un agente secreto por el Gobierno o el organismo del poder. Dicho permiso le autoriza al agente que está al servicio del Gobierno a que tome decisiones independientes sobre la necesidad y la utilidad del asesinato por un determinado objetivo. Tras cumplir con la misión, el agente regresa al centro que le envió, lo hemos visto en las películas.

Por desgracia, en la vida real a la que hemos de volver ahora, las cosas no son tan bonitas ni tan dignas. Yan Fleming cumplió a la perfección con su trabajo, puso un envoltorio muy bonito a los hechos reales. La imagen final es muy impactante y muy atractiva.

Y ahora volvamos a la vida real. Los siguientes episodios históricos ya no son ficción, sino verdad. Algunos fueron probados, otros son hipótesis muy verosímiles de los historiadores. Sin embargo, si hace un mes y medio no recurríamos en las intervenciones oficiales a los materiales que forman parte de las hipótesis, después de haber sido introducido por Theresa May el argumento de “highly likely”, es decir “altamente probable”, para acusar a Rusia de un gravísimo crimen, tampoco nos vamos a privar de ello.

Los historiadores del Scotland Yard aseguraban que las autoridades británicas estaban implicadas en el asesinato de Grigori Rasputin. Michael Smith, historiador del servicio de inteligencia británico, escribe en su libro “Seis: Historia del servicio secreto de inteligencia” que en 1916, en plena Primera Guerra Mundial, al agente del servicio de inteligencia británico en Petrogrado llegaron los rumores de que Grigori Rasputin a través de la zarina estaba buscando firmar un tratado de paz unilateral con Alemania. Fue una noticia que le preocupó mucho a Londres, tras lo cual fue enviado a Petrogrado capitán del servicio MI-6, Oswald Rayner, cuya misión era conseguir que Grigori Rasputin le facilitara la información sobre las negociaciones y aniquilarlo, en caso de necesidad. En la opinión del autor del libro, el tercer disparo a la cabeza de Rasputin fue hecho con el revólver inglés Webley 455. Los “asesinos oficiales” declararon haber disparado, Félix Yusúpov, con un Browning, Vladimir Purishkevich, con un Savage. Merece la pena señalar que en los documentos que dejaron de considerarse información clasificada hay una carta escrita el 24 de diciembre de 1916 por un amigo de Oswald Rayner al oficial de la inteligencia británica, John Scale. “No todos los acontecimientos siguieron el rumbo previsto, pero nuestro objetivo fue logrado... Rayner se aplica a fondo para no dejar cabos sueltos y con toda seguridad le contactará para recibir instrucciones”. Una serie de historiadores están convencidos de que el mensaje habla precisamente del asesinato de Rasputin. En el año 2004 la BBC presentó el documental titulado “Quién mató a Rasputin”. De acuerdo con los periodistas británicos, la “gloria” y la idea del asesinato le pertenecen al Reino Unido, mientras que los conspiradores rusos eran sólo una herramienta en sus manos.

Dicho sea de paso, existen versiones muy parecidas con respecto al asesinato del Emperador ruso Pablo I, pero que se dediquen a ello los historiadores.

Los historiadores escriben también sobre la conspiración de Lockhart organizada en 1918 por representantes diplomáticos del Reino Unido, Francia y EEUU en la Rusia soviética para derrocar a los bolcheviques. Participaron en la conspiración el jefe de la misión especial británica, Robert Lockhart, el Embajador de Francia, Joseph Noulens, y el Embajador de EEUU, David Francis.

Robert Lockhart intentó sobornar a los soldados letones que montaban guardia en el Kremlin. Conocerán el resto de la historia. Se suponía que los letones habrían de dirigirse a Vologda, para unirse a las tropas británicas, desembarcar en Arcángel y ayudar a su ofensiva. Es contenido abreviado, lo pueden leer en detalle.

En 2013 se hizo pública la información, de acuerdo con la cual, trasladémenos ahora a otra parte del mundo, el servicio de inteligencia británico MI-6 organizó el asesinato del primer Primer ministro del Congo democráticamente electo, Patrice Lumumba.

Miembro de la Cámara de los Lores por el Patrido Laborista contó como la baronesa de Monmouth, Daphne Park, en 2010, unos meses antes de fallecer le confesó haber organizado en 1961 el asesinato de Patrice Lumumba, dado que temía que el país que había pasado a la democracia firmara una alianza con la URSS.

En su carta dirigida a London Review of Books el lord Lea comunicó que la confesión se había hecho mientras tomaban el té. Entre 1959 y 1961 la baronesa fue Cónsul y primera secretaria de la Embajada británica en la capital del Congo Belga que tras la independencia del país pasó a llamarse Kinsasa. El lord Lea escribió “mencioné la resonancia que había tenido el secuestro y el asesinato de Patrice Lumumba y recordé la versión sobre la implicación de MI-6 en dicho caso”. “Sí, lo hicimos nosotros, lo organicé yo”, dijo la baronesa.

Según pasaba el tiempo, esta pasión de Londres y sus misiones diplomáticas por intervenir en los asuntos internos de otros Estados y en ejercer influencias en los regímenes políticos no desapareció. Recordemos los acontecimientos del siglo XX, cuando los servicios secretos británicos en 1953 “tomaron parte” en la organización del golpe de Estado en Irán. Desde principios del siglo XX la industria petrolera de Irán estuvo controlada por el capital británico vía concesión, lo que le permitía a Londres quedarse con la mayor parte de los ingresos. Tal situación provocó en Irán en los años 40-50 del siglo XX tensiones políticas y sociales que empezaron a cobrar fuerza. En 1951 fue nombrado Primer ministro de Irán Mohammad Mosaddeq, quien empezó a poner en práctica una política exterior e interior independientes. La principal línea política del Primer ministro buscó acabar con los monopolios extranjeros en el país, caracterizados por condiciones esclavas que afectaban a los intereses nacionales. El símbolo de la política independiente de Mosaddeq fue el movimiento por la nacionalización del petróleo iraní, los ingresos de la venta del cual eran distribuidos de manera injusta a favor de Anglo-Persian Oil Company (la empresa petrolera anglo-iraní), la actual British Petroleum. El accionista principal de la empresa era el Gobierno británico. Con la ayuda del Parlamento nacional, Mosaddeq logró que se aprobara la Ley de nacionalización de la industria petrolera iraní, lo que asestó un duró golpe a los intereses del Reino Unido. Desde aquellos momentos Londres empezó a realizar actos de sabotaje contra el Gobierno iraní, recurriendo también al mecanismo de boicot internacional de los derivados de petróleo iraníes y provocando de esta manera en Irán una grave crisis económica.

Seguramente a la rueda de hoy asisten diplomáticos británicos que trabajan en Moscú. Y con toda seguridad lo están escuchando todo con mucha atención, haciendo apuntes al mismo tiempo. Es que hoy tienen que mandar un informe a Londres. Me he aplicado a fondo, me han salido 17 páginas. Una pregunta me gustaría hacerles, ¿están orgullosos de su Historia? Entonces han de elegir entre apoyar los derechos humanos, el derecho internacional y la democracia o estar orgullosos de los que su país hizo antes y sigue haciendo ahora.

En agosto de 1953 la CIA en cooperación con el Servicio Secreto de Inteligencia del Reino Unido llevaron a cabo una operación conjunta conocida como Ajax. Su objetivo era derrocar el régimen de Mohammad Mosaddeq. Fue formado un nuevo Gobierno de Irán y no tardó en firmar un nuevo acuerdo que preveía la creación de un consorcio de empresas estadounidenses y británicas que habían de encargarse de una parte de los ingresos de Irán por la venta de petróleo y recibir el derecho de explotar los yacimientos petrolíferos de dicho país.

La conducta del Reino Unido en los años de la Segunda Guerra Mundial tampoco podría llamarse inequívoca a causa de una serie de razones. Algunos episodios históricos provocan serias preguntas sobre la naturaleza de esta política del Reino Unido en la arena internacional. Por ejemplo, el enigmático viaje de Rudolf Hess al Reino Unido antes del ataque de Alemania a la URSS. La historia de todo país contiene episodios desagradables, por los cuales pagarán y asumirán la responsabildiad moral las futuras generaciones. Lo que ocurre es que todos los documentos relativos a dicho caso fueron declarados datos clasificados “durante 100 años” y dicha condición es prorrogada. En los Juicios de Núremberg Rudolf Hess intentó desvelar el secreto de su visita al Reino Unido, pero el fiscal británico que presidía la vista de la causa interrumpió con urgencia la marcha del proceso. En la pausa Hess fue visitado por representantes de los servicios secretos británicos, tras lo cual simuló amnesia. De acuerdo con la sentencia a cadena perpetua, Hess fue trasladado a la prisión internacional de Spandau, donde en 1987, tres meses antes de su puesta en libertad, falleció en circunstancias no aclaradas. Los detalles enseguida fueron declarados información clasificada. No hay nada cierto, porque hay demasiados secretos.

En el tomo V de Ensayos sobre la inteligencia rusa se habla de otro curioso episodio de la época de la Segunda Guerra Mundial. En octubre de 1998 se levantó la condición clasificada del plan conjunto de ataque del Reino Unido y EEUU a la URSS. El Archivo Nacional del Reino Unido hizo públicos los pertinentes documentos. Sobre las tropas soviéticas que no sospechaban nada habían de abalanzarse 10 divisiones alemanas y 47 divisiones de EEUU y el Reino Unido. La inteligencia contaba con datos sobre preparativos militares que empezaron a llevar a cabo los aliados ya después de la capitulación de Alemania. La operación fue bautizada como “operación imposible”, lo que correspondía con la envergadura de los planes concebidos. El objetivo era “forzar a Rusia a someterse a la voluntad de EEUU y del Imperio Británico”. Sin embargo, tras sopesar la correlación de las fuerzas y de las unidades técnicas, los nuevos aliados llegaron a la conclusión que “estaría fuera de nuestras posibilidades lograr un éxito rápido y limitado, de modo que nos veríamos implicados en una larga guerra contra fuerzas que nos superan”.

Y otro ejemplo de las actividades de sabotaje desplegadas por el Reino Unido. El libro de Kim Philby “Mi guerra secreta” contiene datos curiosos. En abril de 1951 en Londres se reunieron los representantes de los servicios de inteligencia británica y estadounidense. El tema fue el provecho que Washington y Londres le podían sacar a las organizaciones nacionalistas ucranianas. Todo vuelve a cuadrar. Para aquel momento los servicios secretos llevaban años apoyando a la Organización de Nacionalistas Ucranianos y a los seguidores de Stepán Bandera. Se los usaba para reclutar a agentes y para obtener datos sobre la URSS. La cooperación de los seguidores de Bandera y del servicio de inteligencia británico se reforzaba constantemente. En los años 1949 y 1950 varios grupos de sabotaje completados por los seguidores de Bandera desembarcaron en el territorio ucraniano. La noche del 15 de mayo de 1951 los servicios secretos del Reino Unido lanzaron en paracaídas a tres grupos de sabotaje y reconocimiento. Todos conocemos las atrocidades que cometieron los desembarcados, exterminio masivo de civiles, cientos y cientos de mujeres y hombres, niños y ancianos, rusos, ucranianos, bielorrusos, judíos, polacos, checos, eslovacos y yugoslavos torturados hasta la muerte. La masacre de polacos en Volinia, asesinatos de profesores polacos, la masacre de Katýn, operaciones punitivas en Eslovaquia, Varsovia y Praga.

En el marco de estas actividades de sabotaje las autoridades británicas recurrían de manera activa al reclutamiento de criminales profesionales. Se acordarán las declaraciones sobre Rusia que es un país criminal con el cual no había que interaccionar. Y, sin embargo, Londres interacciona a las mil maravillas con los criminales. No hace falta mencionar a los Cascos Blancos y quienes reclutaron para dicha organización y a quienes apoyan. Hablemos de unas cosas más prácticas. En 1973 el Gobierno británico reconoció oficialmente que los hermanos Kenneth y Keith Littlejohn durante más de un año fueron usados para atracos a bancos que se cometían en la República Irlandesa, para desacreditar el Ejército Republicano Irlandés Oficial. Es un clásico. El propio Kenneth Littlejohn asegura que se le encomendó matar a Sean Mac Stiofain, ex Jefe del Estado Mayor de dicho ejército.

Y otro ejemplo es el de Howard Marx, graduado de la Universidad de Oxford que se convirtió en un traficante de drogas, fue reclutado como informante para facilitar información sobre la red de traficantes de armas para el Ejército Republicano Irlandés. A cambio de ello se le prometió levantar los cargos de tráfico de drogas contra él formulados. Son casos aislados.

Dicho sea de paso, Londres no deja de crear condiciones propicias para que se instalen en su territorio criminales procedentes de otros países, entre 2005 y 2012 el Ministerio de Interior del Reino Unido estableció que en el país estaban residiendo 700 criminales de guerra.

Las autoridades británicas gustan también de recurrir a métodos prohibidos a la hora de tratar a los presos, sobre todo, si necesitan sacarles una determinada información. Bueno, es que nadie ha suprimido la “licencia de matar” que se aplica en caso de necesidad.

Un ejemplo muy reciente: en 2004 el cabecilla de los terroristas libios, Abdelhakim Belhadj, fue capturado por los servicios secretos estadounidenses con la ayuda de la parte británica. Belhadj, puesto en libertad en 2009, acusa a Londres de haber organizado su secuestro, así como de estarle torturando para hacerle confesar. Desde 2011, se esfuerza por lograr que Londres le presente disculpas oficiales. Responsabiliza por lo ocurrido al ex Secretario de Asuntos Exteriores, John Straw, y a una serie de agentes del Servicio de inteligencia, MI-6, en concreto, al jefe de su Departamento para la lucha contra el terrorismo, Mark Allen. La correspondencia de éste último con los representantes de los servicios secretos libios se hizo pública tras el derrocamiento de Muamar el Gadafi. La manera en que fue derrocado el líder libio y los aplausos que se escucharon desde Londres en aquel momento de asesinato de un líder de Estado soberano los recordamos bien.

En diciembre de 2013 el Tribunal Superior de Justicia de Inglaterra y Gales hizo constar “la imposibilidad de considerar dicho caso en el Reino Unido”. En julio de 2016 la Fiscalía de la Corona del Reino Unido confirmó la decisión de levantar los cargos formulados contra los agentes de MI-6.

Según la sentencia dictada el 17 de enero de 2016 por el Tribunal Supremo del Reino Unido, la instrucción del caso ha de reanudarse, dado que “la detención de Abdelhakim Belhadj y el uso de las torturas contradice a la Carta Magna”. Por lo tanto, “las pertinentes acusaciones han de considerarse por el tribunal británico”.

En febrero de 2018 se supo que la nueva audiencia no se celebraría antes de 2019. Hay mucha historia de por medio, pero la investigación continúa. Es otro ejemplo de ello. El Ministerio de Asuntos Exteriores insiste en que sea investigación cerrada, pretextando “intereses de seguridad nacional”. Otro clásico.

En 2015 en Serbia fue lanzado el libro que contiene resultados de la investigación. “La tercera bala. Circunstancias políticas del asesinato de Zorán Djindjic”. El político fue asesinado en 2003. Los autores del libro acusan del crimen al Servicio de inteligencia británico, asegurando que podría estar implicado en el asesinato el agente Anthony Monckton quien mantenía el vínculo con los principales acusados del crimen, el llamado clán Zemun.

¿Cuántas historias de este tipo tiene en sus activos en Gobierno británico? Sólo Dios lo sabe. El 21 de marzo de 1985 en Nueva Delhi por un grupo terrorista afgano fue asesinado el empleado soviético de la Central nuclear de Delhi, Valentín Jitrichenko. Al parecer, ni hay ningún vínculo entre los terroristas afganos y el servicio de inteligencia británico. Sin embargo, ellos estuvieron en contacto con los terroristas y al tanto del atentado que se estaba preparando, pero no tomaron ningunas medidas para prevenir el crimen.

Para terminar con este tema les haré un breve recuento de los fallecimientos en circunstancias extrañas de las personas muy famosas e influyentes en el territorio británico.

En noviembre de 2001, en Salisbury murió el microbiólogo soviético, el ex director del Instituto de Preparados Bioquímicos Ultra Puros de Leningrado, Vladimir Pásechnik, a causa del insulto, según versión oficial. El fallecido estaba trabajando en el laboratorio químico militar en Porton Down, habrán oído hablar de este laboratorio ¿no? En 1989, estando en Francia, pidió asilo político en el Reino Unido y entregó a los servicios secretos británicos la información sobre los supuestos desarrollos secretos delas armas biológicas en la URSS.

En julio de 2003, en el condado de Oxfordshire, se suicidó, según versión oficial, el microbiólogo y experto en armas biológicas, David Kelly. Fue un crítico del gobierno de Tony Blair y consideraba que la invasión a Irak en 2003 había sido justificada con datos falsos. Diez años más tarde el gobierno británico confesó que realmente era así.

En 2003, de un ataque cardíaco, murió el abogado Stephen Moss contratado por Boris Berezovski y su socio, Badri Patarkatsishvili, para vender los activos de la compañía inversora Devonia.

En 2004, en Devon, se estrelló en el avión privado Paul Norman, que trabajaba en el laboratorio secreto militar en Porton Down (ocupó el cargo de David Kelly tras la muerte de éste). Era uno de los expertos británicos más importantes en el ámbito de desarrollo de armas biológicas y químicas.

En marzo de 2004,  en un accidente aéreo cerca de Bournemouth murió el abogado Stephen Curtis. Según la prensa británica Curtis temía por su vida, Unas semanas antes de su muerte dijo a un amigo que si algo le pasaba, no sería un accidente. Los medios afirman que trabajó de director gerente en el grupo Menatep y era abogado de Boris Berezovsky y Nikolái Glushkov, como testigo independiente hizo declaraciones  en el Tribunal Supremo de Gran Bretaña con relación a la denuncia de sus clientes contra la editorial estadounidense de Forbes.

Omito muchos casos letales similares, sólo voy a exponer los más sonados En noviembre de 2006 murió en Londres el ex agente del Servicio Federal de Seguridad de Rusia, Alexandr Litvinenko. Como ya lo he dicho muchas veces, toda la información del caso está clasificada. En enero de 2007 en Londres, murió uno de los fundadores de la compañía YUKOS,  Yuri Gólubev. En febrero de 2008, en su residencia de Leatherhead (condado de Surrey), murió de un repentino ataque cardíaco Badri Patarkatsishvili. En agosto de 2010, el cadáver del espía del MI6 Gareth Williams fue encontrado en una bolsa de deporte cerrada por fuera. La Policía Metropolitana llegó a suponer que la muerte fue "probablemente un accidente" (es decir, se metió en la bolsa, la cerró y no pudo salir). ¿Por qué se están riendo? No es gracioso. Así constaba en el expediente oficial del caso.

En abril de 2012, en Salisbury, murió Richard Holmes, quien había trabajado en el laboratorio militar secreto de Porton Down. Según la versión de los jueces de instrucción, un mes antes de su muerte había dejado el trabajo por motivos desconocidos. El examen forense estableció el insulto como la causa de la muerte. Al mismo tiempo, sus colegas afirmaban que el científico estaba en una perfecta forma física y no tenía problemas de salud. Por o visto, hay algo raro en Porton Down, ¿Será la mala ecología? ¿Contaminación?

En noviembre de 2012, en Weybridge (condado Surrey), el empresario ruso Alexandr Perepilichni fue hallado muerto cerca de su vivienda. Un caso también muy opaco. En diciembre de 2012, el magnate inmobiliario Robert Curtis, fue arrollado por un vagón del metro al noroeste de Londres. Según versión oficial, fue un suicidio. En marzo de 2013 en su mansión de Ascot  murió Borís Berezovski. Nada que comentar. Nadie sabe qué sucedió. En diciembre de 2014, en Londres, falleció el amigo íntimo de Berezovski, el magnate inmobiliario Scot Young, al caer  desde la ventana de un cuarto piso. A veces la gente se cae del cuarto piso pero no fue la única muerte así en aquel momento.

En 2016, en el condado Oxfordshire, murió un conocido científico británico, experto en sustancias radiactivas, Matthew Puncher, involucrado en el caso Litvinenko. Su muerte fue calificada de un suicidio. La investigación fue rápidamente cerrada.

Con esto quiero decir que la «campaña negativa» que está llevando a cabo el gobierno británico contra Rusia es la táctica predilecta de las autoridades del Reino Unido. Esta es la imagen que tienen en el escenario internacional. Ha sido solo una breve lista. Hay volúmenes escritos sobre los delitos del gobierno británico y sus secuaces en todo el mundo durante siglos, incluidos los siglos XX y XXI. No es ninguna sorpresa para los que conocen la historia. Otra cosa es que no todos la conocen.

La costumbre de la élite política de denigrar a la competencia desde el siglo  XVI, la describió muy bien el historiados español Julián Juderías hablando de la llamada «leyenda negra», que hoy llamamos «campaña negativa»: «Por leyenda negra entendemos el ambiente creado por los fantásticos relatos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en casi todos los países; las descripciones grotescas que se han hecho siempre con el carácter de los españoles como individuos y como colectividad; la negación o, por lo menos, la ignorancia sistemática de cuanto nos es favorable y honroso en las diversas manifestaciones de la cultura y del arte; las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado contra España, fundándose para ello en hechos exagerados, mal interpretados o falsos en su totalidad, y, finalmente, la afirmación contenida en libros al parecer respetables y verídicos y muchas veces reproducida, comentada y ampliada en la prensa extranjera, de que nuestra patria constituye, desde el punto de vista de la tolerancia, de la cultura y del progreso político, una excepción lamentable dentro del grupos de las naciones europeas».

Volviendo a la actualidad y hablando de los motivos que nos incrimina Londres en el caso de los Skripal y de la política estatal arriba descrita que nos incriminó el embajador de Gran Bretaña en Rusia, Laurie Bristow, se puede afirmar con un alto grado de probabilidad que la provocación contra los ciudadanos rusos en Salisbury la aprovecharon los servicios secretos británicos (que tal vez la hubieran organizado también) para comprometer a Rusia y sus dirigentes políticos, como el Reino Unido acostumbraba de hacer en el curso de la Historia. Este paso forma parte de la línea general rusófoba del gobierno conservados que pretende demonizar a nuestro país.

Lo confirman también la estrategia de la seguridad nacional de Gran Bretaña y el discurso en el banquete de la primera ministra, Theresa May, a finales del año pasado.

La rotunda negativa de interactuar con Rusia en la investigación del envenenamiento en Salisbury, la infracción por parte de Londres de sus compromisos según la Convención Consular, la renuncia a colaborar con la OPAQ y la ocultación de los documentos para impedir una investigación imparcial son otros testimonios claros de ello.

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