United States of America
Resultados de la cumbre de la OTAN en Vilna, 11 y 12 de julio de 2023
COMUNICADO DE PRENSA
Entre el 11 y 12 de julio pasado, Vilna fue escenario de la cumbre celebrada por la Organización del Tratado del Atlántico del Norte. Sus resultados muestran que la organización ha regresado definitivamente a los esquemas de la Guerra Fría, pero ahora busca defender “nuestros mil millones” de otra parte de la humanidad y se basa en la ideología de la división del mundo en “democracias y autocracias”. Occidente colectivo encabezado por Estados Unidos no está listo para tolerar la formación del mundo multipolar y está determinado a reivindicar su hegemonía con todos los medios disponibles, incluidos los militares. Los intentos de la OTAN de cubrir con la Carta de la ONU sus intenciones y acciones agresivas no resisten ningunas críticas. La Alianza y la Organización mundial no tienen nada en común. Para Occidente, “el orden basado en las reglas” es una prerrogativa obtenida arbitrariamente y encauzada a violar el Derecho Internacional. Se sabe bien las consecuencias de las acciones de la OTAN: se expanden focos de inestabilidad, se destruyen Estados, se propaga el terrorismo, se cometen crímenes de guerra que no se castigan, se derrama la sangre de los civiles, incluidos los niños, se observan flujos interminables de refugiados.
Volvió a confirmarse la incapacidad de la Alianza de adaptarse al nuevo entorno geopolítico en el mundo y las reales necesidades en la seguridad. Al inflar la imaginaria amenaza proviniendo del Este, EEUU y sus satélites están determinados a usar la OTAN como la herramienta principal de la hegemonía en los asuntos mundiales y la contención de otros centros del orden mundial multipolar emergente. La mira de dicha política de la “búsqueda de enemigos” está apunada contra Rusia.
Los documentos de la cumbre volvieron a llamar nuestro país “la amenaza más significante y directa a la seguridad de la Alianza”. Al poner todo patas arriba, los de la OTAN acusan hipócritamente a Moscú de socavar la seguridad energética y alimenticia global. Soñando con infligir una derrota estratégica a Rusia, Washington y sus aliados incrementan la presencia militar cerca de las fronteras rusas, despliegan allí sistemas de armas de ataque y organizan todo el tiempo ejercicios militares haciendo énfasis en la práctica de acciones ofensivas. Perfeccionan y refuerzan las cadenas de comando y personal, construyen nuevos almacenes de armamentos y otra infraestructura para facilitar el despliegue operativo del refuerzo. La OTAN aumentó los efectivos de las fuerzas de reacción rápida hasta 300.000. Se planea organizar un sistema integrado de defensa antiaérea y el sistema antimisiles. Bruselas ya no recuerda que juraba no apuntar dicho sistema contra Rusia.
La cumbre aprobó nuevos planes de “defensa” regionales encaminados a fortalecer las capacidades de coalición de naturaleza agresiva en la tierra, el mar, el aire, el espacio ultraterrestre y el ciberespacio. La OTAN declara estar dispuesta a aplicar el artículo 5 del Tratado de Washington que prevé una respuesta convencional, incluido el empleo de las fuerzas colectivas, para reaccionar a las acciones hostiles híbridas en el ciberespacio y en caso de que sea dañada a la infraestructura crítica. La OTAN reduce consecutivamente el umbral del empleo de la fuerza, consolida el componente nuclear en la planificación militar.
Más de la mitad de los gastos militares mundiales corresponde a los países de la OTAN. Pero no son suficientes: ahora, los miembros del bloque van a gastar en “la defensa” no menos de un 2% del PIB. El sector militar de EEUU se frota las manos: los aliados tendrán que restituir los armamentos suministrados a Ucrania y quemados allí para necesidades propias adquiriendo armas en EEUU a precios estratosféricos.
Al desenrollar la espiral de militarización y empeoramiento de la tensión político-militar para alcanzar la superioridad, la OTAN continúa la provocativa política de expansión. En el centro de las intenciones de la OTAN está la futura “otanización” de Ucrania. Se estableció el Consejo OTAN-Ucrania, donde Kiev, según se prometió, podría participar presuntamente en condiciones de igualdad con los Estados miembros de la Alianza. Se confirmó “la fórmula de Bucarest” de 2008, previendo que Ucrania entraría en la OTAN, pero volvieron a fracasar en determinar cuándo. Sin embargo, este trago amargo obtuvo un sabor dulce, cuando se canceló para Kiev la exigencia de implementar el Plan de Acción para la Adhesión como una condición indispensable para ingresar en la Alianza. Al mismo tiempo, para Ucrania está reservado el papel del material fungible principal en la guerra proxy desatada por la OTAN contra Rusia. Al emprender el camino hacia la escalada, la Alianza dio otra porción de promesas de abastecer el régimen kievita con armas más modernos y de largo alcance para prolongar el conflicto el mayor tiempo posible, hasta que Kiev sea agotada.
La OTAN sigue atrapando en sus “redes” a Georgia, Bosnia y Herzegovina, Moldavia. Las ambiciones expansionistas de la Organización no se limitan a la zona euroatlántica. Al haber devorado Finlandia y prácticamente Suecia sin cualesquiera discusiones públicas ni referendos, la OTAN aspira a convertir el Ártico en un escenario de su confrontación militar. Va penetrándose enérgicamente en el espacio postsoviético. El Oriente Medio y África fueron proclamados la zona de los intereses estratégicos, donde Washington y sus aliados tratan de imponer sus órdenes y bombear los recursos según los patrones neocoloniales aprobados. La OTAN está tendiendo sus tentáculos a la región Indo-Pacífico bajo el pretexto inventado, como si el desarrollo de la situación local “pudiera afectar directamente la seguridad euroatlántica”. En un arrebato globalista, en Vilna se declaró que la asociación estratégica que está incrementándose entre la RPC y Rusia contradice a “los valores e intereses de la Alianza”.
Los acontecimientos actuales generan una seria preocupación a la mayoría de los países. La política, las acciones y el desarrollo militar de la Alianza contravienen manifiestamente las metas objetivas de formar un nuevo orden mundial justo sin trazar deliberadamente líneas divisorias, sin dividir a los Estados en “los amigos y los enemigos”, así como el fin de reconocer los intereses legítimos de los Estados en su elección de vías del desarrollo y modelos sociales.
La seguridad solo puede ser indivisible, y es imposible reforzarla si se descuida la seguridad de los demás. Por muy lejos que se extiendan los planes geopolíticos de Washington y Bruselas, el mundo no se convertirá en “el globo de la OTAN”.
Los resultados de la cumbre en Vilna se someterán a un análisis minucioso. Al descubrir los retos y las amenazas a la seguridad e intereses de Rusia, vamos a reaccionar oportuna y correspondientemente, usando todos los medios y recursos a nuestra disposición. A fin de complementar las decisiones ya tomadas, vamos a seguir fortaleciendo la organización militar y el sistema de defensa estatal.