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Crisis en Ucrania

761-21-04-2023

 

COMUNICADO DE PRENSA

 

El pasado 19 de abril se cumplieron 240 años desde la adhesión de Crimea al Imperio Ruso. A este respecto, el Máximo Manifiesto de Catalina II se refería a una “feliz transformación de la rebelión y el desorden en la paz, el silencio y el orden legal”. Las palabras de la Emperatriz mantienen su relevancia también hoy. La decisión consciente de reunificarse con su patria histórica tomada por los habitantes de Crimea en marzo de 2014, fue nada más que el retorno a los orígenes, al estatus ruso de la península proclamado en 1783. Cualesquiera intentos emprendidos por Kiev y sus dueños occidentales para desafiar dicho estatus están condenados a fracasar, Crimea ha sido, es y seguirá siendo parte inalienable de Rusia.

EEUU y sus aliados de la OTAN no dejan de nutrir de armas al régimen kievita, insisten en que se continúen las hostilidades y se demuestre la asistencia militar eficaz de Occidente en el campo de batalla. Los anglosajones hablan públicamente sobre la inminente contraofensiva ucraniana. Incluso mencionan cuándo se empezará. Todo eso comprueba su involucramiento directo en el conflicto y la planificación de operaciones militares. 

Al mismo tiempo, crece el apetito militar de Zelenski. No se cansa de exigir que Occidente le suministre armamentos nuevos y modernos, en particular, para asestar golpes contra el interior del territorio ruso. Hoy, en otra sesión celebrada por el Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania en el formato Ramstein, Kiev intenta solicitar que se suministren urgentemente los sistemas de defensa antiaérea y misiles de largo alcance.

Sin embargo, para EEUU y Europa se hace cada vez más difícil satisfacer las solicitudes de Kiev. En los medios occidentales ha aparecido un buen número de publicaciones indicando que en los Estados europeos clave se agotan las reservas de las armas de la OTAN. Así, Bundestag se quejó por la escasez de vehículos de combate, equipamientos y municiones en el Ejército alemán. La prensa británica informó de que el Gobierno del Reino Unido ya había empezado a prometer a Kiev las armas de sus reservas para los días malos. No obstante, Occidente todavía no piensa cesar los suministros. Entiende que si se niega a ayudar a Ucrania, como dijo el otro día el Ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, Ucrania podrá enfrentar inmediatamente su fin.

Hace un rato, el Ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmitri Kuleba, prácticamente presentó un ultimátum a la OTAN, exigiendo que sus dirigentes “dieran un paso hacia la membresía” de Ucrania en la alianza en la cumbre de julio en Vilna. Sostuvo que para Kiev ya no es suficiente que se confirme “por la 130ª vez” la política de puertas abiertas y profundización de la cooperación sin garantías claras de adhesión del país al bloque.  El Embajador ucraniano en Londres, Vadim Pristaiko, opina que la OTAN debe “rogar” que su país entre en la alianza militar. A juzgar por todo, el apoyo incondicional de Occidente ha corrompido tanto al descarado y carente de principios  régimen de Zelenski que va perdiendo el sentido de realidad a ojos vistas y pronto acabará por creer en su propia excepcionalidad. 

Mientras tanto, la economía ucraniana sigue degradándose y hundiéndose aún más en el agujero de la deuda. En 2022 su deuda exterior alcanzó un récord al crecer hasta 132.000 millones de dólares, o el 89% del PIB. Se pronostica que a finales de 2023 superará el 100% y podrá ascender al 173.000 millones.

Al mismo tiempo, el régimen de Zelenski sigue contrayendo deudas: Occidente patrocina los gastos militares, el ámbito social, medicina, educación y otros sectores vitales. Obviamente, no a título gratuito. La mayor parte de la asistencia financiera viene en forma de préstamos reembolsables, mientras que las subvenciones no son muchas. Aunque Ucrania obtuvo el aplazamiento del pago de la deuda exterior hasta 2027, nadie no va a perdonársela. El proyecto del presupuesto ucraniano para 2023 prevé doblar los pagos de la deuda exterior. La mayor carga de su cancelación recaerá en los ciudadanos, porque Ucrania ya no tiene otras fuentes de dinero. En tal situación, los altos cargos ucranianos opinan cínicamente que su única salvación es continuar las hostilidades.

Los escándalos de corrupción en el Ministerio de Defensa y el saqueo de las cargas humanitarias enviadas a Ucrania agudizan la situación en el sector financiero y económico del país. En consecuencia, la Administradora de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, Samantha Power, pronunció que Occidente había empezado a dudar si el régimen kievita pudiera controlar el gasto de la asistencia financiera. Washington considera que se podrá resolver el problema si se aumenta la transparencia del presupuesto ucraniano, y para este fin va a revisar todos sus gastos.

El régimen de Zelenski recibió otro golpe asestado por sus “amigos” más cercanos de Europa Oriental, o sea Polonia, Eslovaquia, Hungría y Bulgaria, que suspendieron las exportaciones de granos ucranianos y van a incluir sus otros productos agropecuarios en la lista negra debido a las protestas de sus propios granjeros y la caída de sus precios internos. Rumania intenta seguir su ejemplo. Según Polskie Radio, la Comisión Europea prácticamente está lista para prohibir las importaciones de trigo, maíz y plantas oleaginosas ucranianos.

Parece que el sistema de los “corredores de solidaridad” arreglada en la UE, que permite exportar productos agropecuarios de Ucrania, empiece a desmoronarse. Los medios occidentales recalcan que el apoyo incondicional a Kiev por parte de Europa oriental se está volviendo obsoleta, lo que amenaza al régimen de Zelenski con significativas pérdidas financieras.

El 15 de abril, Zelenski ordenó que se impusieran sanciones contra varias empresas TI rusas, sus dirigentes y socios extranjeros en Bielorrusia, Kazajstán, Chipre y Ucrania. Además, durante los próximos 50 años, seguirán siendo en vigor las medidas restrictivas contra la Presidenta de la Federación Rusa de Triatlón, Ksenia Shoigú, el Ministro de Deporte y Turismo de la República de Bielorrusia, Serguéi Kovalchuk, así como 80 deportistas y representantes de organizaciones deportivas nacionales. Entre ellos están Iliá Averbuj, Ígor Akinféev, Diniyar Bilialetdínov, Nikita Katsalápov, Serguéi Ovchínnikov, Yelizaveta Tuktamísheva, Svetlana Jórkina. En total, se inscribieron en la lista negra 692 personas físicas y morales.

El 18 de abril, el Ministerio de Juventud y Deportes de Ucrania decidió privar a las federaciones deportivas de Ucrania del estatus nacional si sus deportistas participan en competiciones con los rusos o bielorrusos, lo que corresponde completamente a la lógica nazi. Es obvio que tal prohibición solo perjudicará al deporte ucraniano y quitará a sus representantes la posibilidad de mostrar altos resultados deportivos.

Hemos prestado atención a otra porción de mensajes extremistas pronunciados por ciertos oficiales ucranianos.

Volvió a descollar el asesor del jefe de la Oficina del Presidente de Ucrania, Mijaíl Podoliak. Al razonar sobre la situación en torno a la Iglesia ortodoxa ucraniana canónica, declaró manifiestamente que hoy el régimen kievita goza de una oportunidad única de barrer rápida y físicamente sin dolor a muchas personas partidarias de Rusia. Mijaíl Podoliak prometió a castigar a los habitantes de Crimea y Donbás por su deseo de vincular su futuro con Rusia.

Le hace coro el alcalde de Dniepropetrovsk que pasó a llamarse Dniéper, Boris Filátov, diciendo que Ucrania no perdona ofensas.

Tal retórica y las acciones delictivas del régimen kievita confirman que es necesario continuar la operación militar especial hasta que se cumplan plenamente las misiones de desnazificación y desmilitarización de Ucrania y se eliminen las amenazas a la seguridad rusa provenientes de su territorio.


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