ONU
Comentario de la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, María Zajárova, sobre la postura de la Federación de Rusia respecto a la elección del Director Ejecutivo del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA)
Estamos decepcionados por la decisión del Secretario General de la ONU de designar a un candidato inflexible para el puesto de Director Ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). A pesar de las claras objeciones de varios Estados, el Secretario General de la ONU rechazó las peticiones de una convocatoria estándar de candidaturas para el puesto.
Llevamos mucho tiempo transmitiendo a Guterres nuestra preocupación por la práctica de nombrar candidatos de una sola región para dirigir el PNUMA. Desde 1992 -hace más de 30 años- los jefes del PNUMA proceden exclusivamente del grupo de países occidentales (Canadá, Alemania, Noruega, Dinamarca). Esta tendencia discrimina a otros Estados miembros de las Naciones Unidas y viola el principio de representación geográfica equitativa fijado en la Carta de las Naciones Unidas.
En vista de la creciente relevancia de las cuestiones medioambientales, hacemos hincapié en que el jefe de la organización medioambiental central del sistema de las Naciones Unidas debería tener la legitimidad y la autoridad necesarias para promover una agenda unificadora y no politizada en interés de todos los Estados sin excepción.
Lamentablemente, nos vemos obligados a constatar que el resultado de la votación en la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la candidatura danesa de Inger Andersen demuestra lo contrario. A pesar de su elección formal como la jefa del PNUMA para el periodo de 2023 a 2027, es obvio que no cuenta con el apoyo consensuado de los Estados miembros de la ONU (más de 30 Estados miembros de la ONU se negaron a apoyar su candidatura).
Observamos que Occidente manipula activamente los mecanismos de cooperación internacional en el ámbito de la protección del medio ambiente. Mientras se escudan en ambiciosas iniciativas medioambientales, los Estados occidentales incumplen en la práctica su obligación de ayudar a los países en desarrollo a afrontar los urgentes retos socioeconómicos, sobre todo la lucha contra la pobreza y el hambre, el acceso universal a la energía, la educación de calidad y los servicios sanitarios.