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Discurso ofrecido por el Ministro de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia, Serguéi Lavrov, durante la mesa redonda con Embajadores dedicada al tema “Crisis ucraniana. Espacio informativo global”, Moscú, 29 de noviembre de 2024

Estimadas damas y caballeros,

Colegas, amigos,

Creemos sumamente importante que los Embajadores que realizan su labor en la Federación de Rusia conozcan en detalle nuestra postura sobre una de las crisis internacionales más agudas relacionadas con la guerra contra la Federación de Rusia que Occidente libró con manos de los ucranianos. Todos han podido cerciorarse de ello. Sin embargo, el ambiente en el espacio informativo se vuelve deliberadamente tenso, para despistar a la opinión pública. Por ello, considero que estas reuniones son útiles y espero que compartan esta evaluación.

Occidente colectivo lleva mucho tiempo utilizando los métodos propios de las guerras informativas y tergiversando la información para alcanzar sus objetivos geopolíticos “sucios”. Me gustaría aducir un ejemplo histórico. Se conserva la carta del Obispo de Londres, Beilby Porteus, en la cual reflexiona sobre la religión de los esclavos de las plantaciones de la caña de azúcar del Caribe: “Preparen para ellos una forma breve de la oración en público... junto con los fragmentos selectos de la Sagrada Escritura... sobre todo, aquellas que tienen que ver con las obligaciones de los esclavos ante sus dueños”. La cosa no se limitó a las oraciones. A finales del siglo XVIII – principios del siglo XIX, fue editada una Biblia especial para las colonias del Reino Unido: “Fragmentos selectos de la Santa Biblia para el uso de los eslavos negros de las Islas Británicas de las Indias Orientales”. En el estudio mundial de la Biblia ha recibido el nombre de “Biblia para esclavos”. El 90% del Antiguo Testamento y el 50% del Nuevo Testamento fueron sacados del texto. Para subyugar las almas de millones de esclavos, los antecesores de los liberales occidentales de hoy sometieron a censura la Sagrada Escritura, extrayendo los apartados que podían inculcarles a los esclavos la peligrosa para sus dueños idea de que todos eran iguales ante el Señor. Las “Biblias de los esclavos” se empezaron a editar en Londres a principios del siglo XIX. Desde entonces, poco ha cambiado.

En la actualidad, en régimen kievita que se encuentra bajo el control directo de los anglosajones y de sus allegados de la OTAN, está utilizando unas prácticas muy parecidas a los métodos coloniales británicos, recurriendo a muchas tácticas propias de la actual ideología ultraliberal occidental, tales, por ejemplo, como “la cultura de la cancelación”. Además de ello, se recurre a la reescritura y a la falsificación por los propagandistas ucranianos de su propio pasado, incluidos capítulos enteros que son tachados de los libros de Historia.

Todo el espacio mediático controlado por Occidente lo que representa es una especie de “Biblia para esclavos”. En nuestros días, portadores de estas prácticas neocoloniales son las agencias de relaciones públicas anglosajonas. A los anglosajones les pertenecen Agencias de noticias de envergadura global que, junto con una desarrollada red de estructuras que se dedican a llevar a cabo campañas informativas que corresponden con los lucrativos intereses de sus propietarios. Su principal objetivo es formar la opinión de que las ideas neoliberales de Washington y Londres gozan de un apoyo masivo, así como privarle a su público de fuentes de información alternativas.

En cuanto a las relaciones internacionales, la línea que consiste en “censurar” a los Estados y Gobiernos que no son de su agrado se viene observando desde hace un buen tiempo. Recordemos los esfuerzos invertidos en preparar a la opinión pública mundial a los bombardeos de la soberana Yugoslavia que fueron lanzados en 1999. Se había llevado a cabo una falsificación en la localidad kosovar de Racak, donde los representantes de la OSCE de repente encontraron varias decenas de cadáveres. El representante de la Misión de la OSCE, de nacionalidad estadounidense, manifestó que el Ejército yugoslavo había exterminado a civiles.

Su declaración accionó la agresión lanzada contra Yugoslavia. Fueron bombardeados los estudios de la televisión, puentes y demás instalaciones civiles. Más tarde se supo que no habían sido civiles, sino terroristas que, después de muertos, fueron vestidos como civiles.

En 1999, tuvo lugar la provocación en la localidad kosovar de Racak y en marzo de 2022, se conoció “el caso Bucha”, localidad que se encontraba cerca de Kiev, donde a los periodistas de la BBC les fueron enseñadas decenas de cadáveres colocados con esmero en la calle central. Tras ello, a Rusia se le acusó de estar asesinando a civiles y de cometer crímenes de guerra. Hasta hoy no logramos que se nos responda a la pregunta directa de si podemos recibir los nombres de las personas, cuyos cadáveres fueron presentados al periodista de la BBC. Me dirigí en 3 ocasiones públicamente al Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, con dicha petición. Lo que se dice, prefiere mirar para otro lado.

Los métodos de las guerras informativas han cambiado poco. Dicho sea de paso, el guion de la provocación de Bucha fue tomado prestado por completo por los neonazis ucranianos a sus antecesores alemanes. Me refiero al incidente que tuvo lugar entre los días 21 y 24 de octubre de 1944 en la localidad alemana de Nemmersdorf en Prusia Oriental. Tras la obligada retirada de las unidades del Ejército Rojo, la propaganda de Goebbels acusó a los soldados rusos de haber cometido asesinatos masivos de civiles. Tras el final de la guerra, los historiadores demostraron que se trataba de una falsificación de gran envergadura del Tercer Reich.

Hoy, los Estados que forman el Occidente colectivo que tanto reflexionan en voz alta sobre la libertad de prensa, el pluralismo, la democracia en la práctica demuestran una flagrante intolerancia hacia cualquier punto de vista alternativo. Dada esta circunstancia, atacan previsiblemente a los medios rusos, tales como RT y Sputnik. Es que demostraron con sus actos que pueden hacer llegar a su público información objetiva y ofrecerle un análisis imparcial de los acontecimientos que están teniendo lugar.

Hablando de RT y Sputnik, me gustaría apuntar que hace muchos años, los periodistas que representaban a esos medios tuvieron problemas con la tramitación de su acreditación en el Palacio Elíseo en París. Fue mucho antes de los acontecimientos en Ucrania. En aquellos momentos, teníamos con nuestros interlocutores occidentales lo que se dice relaciones de trabajo. El Presidente, Emmanuel Macron, a la pregunta de por qué no podía aprobar la concesión de la acreditación a RT y Sputnik, dijo que no eran medios de información, sino herramientas de la propaganda. Fue así su visión de la libertad de prensa.

Dicho sea de paso, precisamente en París, en 1990, en el marco de la Cumbre de la OSCE, fue aprobada una Carta especial que garantizaba el libre acceso a la información para cualquier ciudadano de cualquier país. La información puede provenir tanto desde el interior, como desde el exterior del país. Todo eso fue echado por tierra. Entonces, en 1990, a Occidente le parecía que este tipo de liberalización de la vida internacional le beneficiaba, puesto que le “arrastraría” a la Unión Soviética que todavía existía lo que se dice a la órbita occidental. En cuanto ellos vieron que el mundo era mucho más polifacético que el modelo neoliberal que Occidente les fue imponiendo a todos, enseguida empezaron a impedir el acceso a la información que contradecía a su punto de vista y a su postura.

Y un ejemplo reciente: hace muy poco, en Alemania fue prohibida la transmisión de Pervy Kanal de la televisión rusa. De hecho, se expulsó a un grupo de periodistas. Reaccionamos de la pertinente manera y casos así se dan a diario.

Cuando el régimen Zelenski manifiesta abiertamente que está llevando a cabo una caza dirigida contra los representantes de los medios rusos, Occidente bien permanece callado, bien se muestra permisivo. Ya se ha demostrado que los servicios secretos ucranianos estuvieron directamente implicados en los asesinatos deliberados de periodistas rusos, Darya Dúguina, Oleg Klókov, Maksim Fomín, Rostislav Zhuravlev, Borís Maksúdov y muchos otros. No escuchamos ningunas por parte del ilustrado Occidente ningunas declaraciones que condenen estos asesinatos. Lo mismo ocurría con los asesinatos de los periodistas rusos en Donbás mucho antes del inicio de la operación militar especial. Todos conocen bien la historia con el reciente informe presentado por la Secretaría de la UNESCO y dedicada a los periodistas que perdieron la vida en el acto de servicio. No hubo ninguna mención de ningún caso conocido de muerte de periodistas rusos. Por ello, la Secretaria General, Audrey Azoulay, es partícipe directa de la guerra informativa contra la Federación de Rusia y, en términos más generales, contra la verdad.

El frente mediático continúa siendo uno de los principales en el marco de la agresiva campaña que está llevando a cabo el Occidente colectivo tanto contra la Federación de Rusia, como contra otros Estados de la Mayoría Mundial que están aplicando una política independiente en los asuntos internos y externos. Ucrania se ha convertido en un polígono de turno que permite a la vez usar y pulir los más refinados métodos de manipulación de la opinión pública. Dicho país es un polígono donde son promovidos las noticias falsas y donde Occidente pruebas las características de sus armamentos. Ellos no lo esconden.

Anteayer, el ex Primer Ministro de Gran Bretaña, Boris Johnson, volvió a las pantallas y anunció en la entrevista que Occidente estuvo librando la guerra con las manos de los ucranianos. Es imposible disimular o tergiversar este hecho. Washington, Londres, y las capitales comunitarias continúan silenciando y justificando los crímenes cometidos por sus pupilos en Ucrania. Incluyen un recurso potente, sus medios, bloquean las fuentes de noticias “indeseables”. Hacen lo máximo posible con miras a paralizar las actividades de las estructuras de Derechos Humanos multilaterales. Occidente no habla en absoluto sobre los periodistas rusos (a los que he mencionado) que fueron asesinados por los ucronazis.

Recordemos el caso de Julian Assange. Constituye un acoso que se alargó por años. Todos lo pudieron ver. No se logró ocultar esta verdad. Ilustró vívidamente qué Occidente tiene preparado para los oponentes ideológicos. Fue una lección a todos los disconformes. Resulta revelador que, pese a las muchas discrepancias con la opinión de Julian Assange como periodista investigador, Rusia era casi el único país que continuó alzando la voz en su defensa. Mientras tanto, todos los defensores de la libertad de expresión, los “defensores de Derechos Humanos”, no dijeron ni una sola palabra en su favor.

Las estructuras como la UNESCO, la OSCE, el Consejo de Europa, según sus documentos constitutivos, están obligados a asegurar el orden a la hora de defender tanto los Derechos Humanos en general, como la seguridad de periodistas. En los últimos años probaron la falta de principios y la incapacidad absolutas. Guardan silencio y no hacen nada, pero, en esencia, se muestran indulgentes con el régimen kievita, lo que se traduce en nuevas víctimas humanas.

Nuestro ministerio publica con regularidad informes sobre crímenes del régimen kievita. Estoy convencido de que ustedes podrían examinarlos e informar de manera apropiada a sus capitales acerca de los hechos que contienen.

Perturba la situación en las organizaciones internacionales, las Secretarías de las cuales están efectivamente privatizadas por Occidente. Miren la Secretaría de la ONU. Todos los cargos principales, incluido el de Secretario General, los puestos de sus adjuntos para los asuntos políticos, el establecimiento de la paz y la seguridad los ocupan los países miembros de la OTAN.

Hemos planteado repetidamente la cuestión relativa a que todos los Estados de la Mayoría Mundial sean representados de manera más justa en todas las organizaciones internacionales. Esto atañe también a la ONU, el FMI, el Banco Mundial. Por ahora, la situación es todavía deplorable.

Ningunas guerras de información, mentiras ni noticias falsas no ayudarán al régimen kievita neonazi. Los fines y objetivos de la operación militar especial serán cumplidos. El Presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha recalcado múltiples veces que seguimos prefiriendo los medios políticos y diplomáticos, y de paz. Sin embargo, cualquier arreglo del conflicto ucraniano no será duradero, si no se logra eliminar sus causas subyacentes. Estas incluyen, ante todo: la creación de amenazas a largo plazo a la seguridad de Rusia en el oeste tras expandirse la OTAN, la intentona de la Alianza de Atlántico Norte de devorar a Ucrania, las acciones sistemáticas del régimen kievita encaminadas a aniquilar los derechos de los rusos y los ciudadanos rusoparlantes del país propio prohibiendo legislativamente educar en ruso en todas las etapas (desde la educación primaria hasta la superior), la prohibición de los medios que transmiten en ruso, la prohibición de eventos culturales en Ucrania, así como en la Alemania de Hitler, la sustracción de libros en ruso de las bibliotecas y su eliminación.

En lo tocante a las causas subyacentes, me gustaría hacer hincapié en la iniciativa del Presidente de la RPC, Xi Jinping, sobre la seguridad global. La presentó en febrero de 2023 y la dedicó a los principios que ha de respetar al tratar cualesquiera conflictos.

Uno de los principios básicos de esta iniciativa global en materia de seguridad reside en que en cualquier conflicto se debe esforzarse por descubrir y eliminar sus causas subyacentes.

Me gustaría exhortar a todos nuestros amigos que están presentes aquí. Cuando se presentan iniciativas vinculadas con buenas intenciones y la determinación de poner fin a la confrontación militar en torno a Ucrania, por favor, tomen plenamente en cuenta esta sabia exigencia que está en la iniciativa sobre la seguridad global la que propuso el Presidente de la RPC.

Estamos seguros de que en cualquiera situación es menester actuar ciñéndose estrictamente al Derecho Internacional. A este respecto, me gustaría enfatizar que las múltiples ideas, pronunciadas incluso en Occidente, contienen las exigencias de arreglar el conflicto sobre la base del Derecho Internacional y la integridad territorial. La misma postura la tiene el Secretario General de la ONU, António Guterres.

Si hablamos sobre el Derecho Internacional, la Carta de la ONU y los principios que incluye, allí se menciona no solamente la integridad territorial. Existe también el derecho de las naciones a la libre determinación. Precisamente este derecho formó la base jurídica internacional para la descolonización, ante todo, del continente africano. En la época colonial los pueblos africanos no quisieron vivir bajo el mando de los colonizadores que no representaron sus intereses. Del mismo modo, el régimen kievita actual no representa los intereses de numerosos ciudadanos de Ucrania y los territorios que se reunificaron con Rusia mediante el referendo.

No cabe olvidarlo. Porque el mismo Secretario General de la ONU, António Guterres, insta a guiarse por la Carta de la ONU y las resoluciones de la Asamblea General, las que Occidente, constriñendo a muchos países, aprobó mediante la votación en beneficio del régimen kievita, justificando sus crímenes, incluido el golpe de Estado de hace diez años. Sin embargo, si el Secretario General de la ONU, propone basarse incluso en las resoluciones de la Asamblea General, existe la resolución que fue aprobada por consenso. Ostenta el nombre de la Declaración sobre los principios de derecho internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas. Es un documento grande que explica pormenorizadamente los principios de la Carta de la ONU. El papel subraya con claridad que todos están obligados a respetar la integridad territorial de los Estados los Gobiernos de los cuales respetan el derecho de la nación a la libre determinación y, por consiguiente, representan a toda la población que habita el territorio correspondiente.

¿Quién podría tratar de probar que el régimen kievita representa los intereses de los rusos y los ciudadanos rusoparlantes de Ucrania? Recuerden cómo en otoño de 2021, antes de la operación militar especial, en la entrevista en la que se preguntó a Vladímir Zelenski qué opinó, en el marco de los Acuerdos de Minsk, sobre las personas en el otro lado de la línea divisoria, él contestó que “existen personas, y existen seres”. En otra ocasión, aconsejó a los residentes de Ucrania que se sintieron asociados con la cultura rusa que se marcharan a Rusia para el futuro de sus hijos y nietos. ¿Qué es esto? ¿Lo dijo el Presidente que pretendió representar a la población entera de Ucrania con las fronteras de 1991? Claro que no.

Lo crucial es que, en la Carta de la ONU, precediendo al derecho de las naciones a la libre determinación, la integridad territorial y la necesidad de respetar dichas cosas, está el primer artículo que demanda respetar los Derechos Humanos. ¿Han oído alguna vez a nuestros colegas occidentales mencionar los Derechos Humanos al hablar sobre Ucrania y ratificando un montón de documentos en el G7, la UE y las alianzas? Entretanto, la Carta de la ONU deja en claro que es indispensable respetar los Derechos Humanos independientemente de la raza, el género, el idioma y la religión.

Ya he comentado la lengua. El idioma ruso está prohibido a nivel de legislación. Y todos guardan silencio. En cualesquiera otras situaciones, Occidente prioriza los Derechos humanos con y sin motivo. Y en este caso, no dice nada, como se dice, calla como un muerto.

El régimen kievita pisoteó el derecho a la religión también. Hace un rato, se aprobó la ley prohibiendo la canónica Iglesia Ortodoxa Ucraniana.

Cuando nuestros amigos propugnan con las mejores intenciones las iniciativas para arreglar este conflicto a partir del Derecho Internacional y la Carta de la ONU, pedimos que esto implique no sólo uno, sino todos los principios en su totalidad e interconexión. Entonces, será justo, y esto hará ver a todos que queremos abordar las causas subyacentes del conflicto.

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