Discurso y respuesta del Representante Permanente de Rusia ante la ONU, Vasili Nebenzia, en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU por la solicitud de Gran Bretaña del 13 de marzo de 2018 Nueva York, 5 de abril 2018
Señor Presidente,
El 14 de marzo el Consejo de Seguridad celebró una reunión abierta convocada con motivo de la carta de la primera ministra de Gran Bretaña, Theresa May. En la misma se presentan las monstruosas acusaciones contra Rusia, no confirmadas con ninguna prueba, de haber empleado las armas químicas en el territorio de Gran Bretaña.
Los representantes del Reino Unido prometieron informar el Consejo sobre la marcha de la investigación. No organizaron, sin embargo, ninguna rueda informativa. Entonces les informaremos detalladamente nosotros.
Hoy cumple un mes desde que en la localidad británica de Salisbury fueron encontrados en un estado inconsciente los ciudadanos de Rusia Serguéi Skripal y su hija Yulia.
El empleo de armas químicas, de haberlo habido, es una amenaza a la no proliferación. De ahí, el tema merece ser estudiado por el Consejo de Seguridad. Aún más porque tenemos mucho que decir y preguntar a los colegas británicos.
Pues, ¿qué sabemos del crimen y sus víctimas?
Serguéi Skripal, condenado en 2006 por espionaje a favor de Gran Bretaña, tras su amnistía en 2010, residió en este país conservando la nacionalidad rusa. De vez en cuando le visitaba su hija Yulia, la ciudadana de Rusia. Según la versión divulgada por la parte británica, Rusia no le perdonó la traición y decidió eliminarlo. Y eso que no representaba, obviamente, ninguna amenaza para Rusia.
Surge aquí una serie de preguntas. Ante todo, si hablamos de forma cínica, ¿para qué estuvimos esperando 8 años y nos decidimos a hacerlo dos semanas antes de las elecciones del Presidente de la Federación de Rusia y en vísperas del Campeonato Mundial de Fútbol? ¿Para qué, entonces, le habíamos dejado abandonar nuestro país?
¿Para qué eliminarlo con un método tan resonante y a la vez extraño y peligroso para los mismos realizadores y el entorno?
Cualquiera que haya leído o visto las historias detectivescas (como las recogidas en la famosa serie Midsomer Murders (Los asesinatos de Midsomer), de la que ya han lanzado la 20a temporada), conoce centenares de maneras relativamente fáciles para enviar al individuo al otro barrio. No obstante, los que atentaron contra Serguéi Skripal y su hija presuntamente eligieron un agente de gran toxicidad, es decir, el método más arriesgado y peligroso. Y encima no consiguieron cumplir su misión, ya que los afectados, por lo visto, están vivos y Yulia, gracias a Dios, se está recuperando muy rápido.
En este turbio asunto hay numerosas preguntas. Cuánto más adelante, más.
Desde el inicio la parte británica, representada por unos experimentados químicos como la Primera Ministra, Theresa May, y el Ministro de Exteriores, Boris Johnson, declaró tajantemente que en “el caso de los Skripal” se trataba del empleo de un tal agente tóxico Novichok y que era altamente probable (highly likely) que el agente provenía de Rusia.
Si esta sustancia ultrapotente se dispersó en el domicilio de Skripal o sobre el pomo de la puerta de entrada (esta es la versión principal de la investigación, por lo visto) ¿cómo pudieron Serguéi y Yulia Skripal permanecer en un estado normal durante varias horas después? Y eso que el sargento Nick Bailey, quien fue el primero en asistirles, perdió el conocimiento en seguida? ¿Cómo consiguieron sobrevivir? La única explicación, por lo visto, es que a todos les inyectaron en seguida el antídoto. Para hacerlo, según la opinión unánime de los expertos, una muestra de la sustancia tóxica (no parecida, sino la empleada) debía de estar «al alcance de la mano».
A unos kilómetros del lugar del atentado se encuentra el centro británico de investigaciones Porton Down, famoso por sus desarrollo de armas químicas. Hay, por cierto, muchas preguntas con respecto a sus actividades.
Pero ¡vaya contratiempo! el jefe del laboratorio de Porton Down, Gary Aitkenhead, declaró el pasado martes que su equipo había constatado que «se trataba de un agente tóxico de guerra con efecto neuro-paralizante, pero no había podido establecer su procedencia». Estoy citando. Es más, dijo que a los Skripal no se había inyectado ningún antídoto. Supuso que el gobierno británico, a diferencia de él, podía disponer de una información adicional. Hay que rendir el merecido tributo al señor Aitkenhead quien no sacrificó su reputación profesional para respaldar las invenciones de las autoridades británicas. Al mismo tiempo, aseguró que nada similar pudo haber salido de su centro. La pregunta es: ¿qué es esto lo que no pudo haber salido del laboratorio? ¿Lo sabe la OPAQ?
Sea como fuere, todo esto significa que ante nuestros ojos se desmoronó el principal argumento de la parte británica sobre «la indudable procedencia rusa de la sustancia» que había servido de base para levantar todo el sistema de «pruebas» de la «alta probabilidad» de participación de Rusia. Mientras tanto, la declaración del señor Aitkenhead no hace más que enredar el asunto en cuestión.
Nos gustaría aclarar una vez más urbi et orbi: Novichok en es un producto ruso a pesar de su presunto nombre ruso. Este nombre se inventó en Occidente para una familia de los agentes tóxicos de guerra que, lo cual no representa ningún secreto para los círculos científicos, se había desarrollado en muchos países, entre ellos EEUU y Gran Bretaña. Es más, Boris Johnson, respondiendo a la pregunta directa del corresponsal de Deutsche Welle, confirmó que su país disponía de las muestras del mismo en Porton Down. Ayer, el sitio del MAE británico eliminó el tuit relativo a la «procedencia rusa de la sustancia», lo cual provocó escándalo y especulaciones. Pero los servicios secretos británicos acudieron a socorrer, cual Chip y Dail, a Boris Johnson y su departamento anunciando desde las páginas del diario The Times que habían conseguido identificar, con estudio científico y dados de la inteligencia, el probable origen del agente tóxico apenas unos días después del ataque químico en Salisbury. Se afirma que el pasado 7 de marzo el Ejecutivo estaba al corriente de que el veneno había sido fabricado, con un alto grado de probabilidad, en Rusia. Los servicios secreto británicos afirman que establecieron la localización del laboratorio secreto ruso que había sintetizado el agente neuro-paralizante. Y más. ¡Atención! Las fuentes de los servicios secretos británicos no pueden hablar de forma absolutamente segura de la ubicación del laboratorio pero es alto el grado de su seguridad (!), transmite el artículo. Creen, además, que la parte rusa realizaba pruebas para emplear Novichok para llevar a cabo asesinatos políticos.
Por si fuera poco The Daily Male también ayer nos informó de que la inteligencia británica disponía de unos datos ultra secretos proveniente de ciertas fuentes, de que Rusia, en vísperas del ataque en Salisbury, había probado el agente neuro-paralizante Novichok en los objetos de uso diario, como los pomos de puerta.
¡Señores! Es que no sé cómo comentarlo siquiera. ¡Sí que parece un teatro absurdista! ¿No podían haber inventado un bulo más verosímil? Aunque sabemos lo que valen los datos de la inteligencia británica por Tony Blair.
Hemos advertido a nuestros colegas británicos que semejantes provocaciones no terminarán bien. Porque una cosa es presentar acusaciones infundadas y otra, muy diferente, pasar a una conversación empleando el lenguaje profesional en lugar de la diplomacia vociferante. No creo que los organismos de instrucción británicos agradezcan a su gobierno las apresuradas conclusiones tajantes.
De ello no estaban conscientes los políticos. No se les ocurría que sus «declaraciones sensacionales» podrían volver como un bumerán. Lanzaron con entusiasmo un bulo antirruso oportuno para ellos sobre el «ataque químico ruso» sin darse cuenta de que, una vez disipado el polvo, habrá que responder por sus palabras.
Entretanto, Londres empezó a envenenar nuestras relaciones con países extranjeros. «Como señal de solidaridad» varios países aliados de Gran Bretaña expulsaron 150 diplomáticos rusos. Sabemos que sus embajadores en todo el mundo están retorciendo los brazos a los países soberanos obligándoles seguir este mal ejemplo. Ustedes levantaron una ola que llegó hasta Nueva York. Sus aliados de Estados Unidos dieron un paso sin precedentes expulsando a 60 diplomáticos rusos, incluidos 12 empleados de la Representación Permanente de Rusia en la ONU, sin justificación alguna y sin celebrar consultas con nosotros, según está dispuesto en el Acuerdo entre la ONU y EEUU relativo a la sede de las Naciones Unidas. Esta clamorosa infracción, lamentablemente, no es el primer caso del incumplimiento por EEUU de sus compromisos. Estados Unidos antes se habían apropiado de la propiedad diplomática de Rusia, incluida la de la Representación Permanente en la ONU en Nueva York estableciendo una zona restringida de 25 millas para la circulación de nuestros diplomáticos, a los que no expiden ni prorrogan los visados. Exhortamos a Estados Unidos actuar responsablemente con respecto a sus obligaciones como país anfitrión y devolvernos todo lo que nos arrebataron de forma ilegal absteniéndose de semejantes pasos en el futuro.
Señor Presidente,
Somos testigos de extraños acontecimientos. Ya he hablado en la reunión del 14 de marzo sobre una nueva práctica en el sistema legal que consiste en acusar a base de sospechas, sin prueba alguna. No es menos extraño otra circunstancia. Cuando veo los debates, las entrevistas y las declaraciones de los políticos británicos me quedo pasmado. ¡O tempora, O mores! ¿Dónde está la vieja alegre Inglaterra? ¿Qué es – falta de profesionalismo, degradación de la cultura política o una nueva cultura política? No lo sé. Dejo a los presentes que hagan las conclusiones ellos mismos.
La autoridades británicas intentan ridiculizar a Rusia porque haya propuesto 30 versiones de lo ocurrido. Téngase en cuenta que no son versiones de las autoridades rusas sino opiniones de expertos y periodistas. Sí, hay muchas versiones a falta de pruebas, mientras en Rusia todos quieres aclarar esta turbia historia. En cambio las autoridades británicas tienen pocas versiones, más bien una sólo que pretenden presentar como veredicto. Aunque siguen sin definirse con la fuente de contaminación: ¿casa de los Skripal, pomo de puerta, flores, trigo sarraceno u hojas de laurel? Hay que reconocer que los ciudadanos y los expertos de Gran Bretaña y otros países, los que son capaces de pensar, también tienen diferentes versiones. Y muchas preguntas que no tienen respuestas.
He aquí algunas de ellas:
¿Dónde estuvieron los Skripal durante cuatro horas con los teléfonos desconectados? ¿Cómo se recogieron las pruebas? ¿Quién puede confirmar su autenticidad? ¿Por qué no pidieron autorización de los familiares para extraer sangre? ¿De dónde salió tan rápido el antídoto de un agente desconocido? ?Se les fue inyectado? ¿A qué se dedicaba Skripal? ¿Con quién tenía relaciones? ¿A dónde iba? ¿Se han encontrado con alguien ese día o en vísperas? ¿Dónde están las grabaciones de las cámaras de vídeo vigilancia? ¿Cómo se corresponden las acusaciones apresuradamente presentadas con las declaraciones de Scotland Yard de que los jueces de instrucción necesitarían semanas o incluso meses de trabajo? ¿Por qué no nos conceden al acceso consular a los ciudadanos de Rusia, víctimas de un atentado en el territorio de Gran Bretaña?
Las autoridades británicas decidieron que se les perdonaría sus insinuaciones infundadas. Créanme, amigos míos, esta historia y esta investigación no es que no hayan finalizado, aún ni han empezado.
El pasado 12 de marzo, enviamos al Foreing Office una nota pidiendo acceso a los materiales de la investigación, en particular, a las pruebas de la sustancia química que alegan los organismos británicos competentes, para someterlas al análisis de los especialistas en el marco de una investigación conjunta. Actuando así, buscábamos cumplir lo previsto en el punto 2 del artículo IX de la Convención sobre la Prohibición de las Armas Químicas, que prescribe a los Estados Partes esforzarse por todos los medios a su alcance por aclarar y resolver, mediante el intercambio de información y la celebración de consultas entre ellos, cualquier cuestión que pueda ocasionar dudas sobre el cumplimiento de la presente Convención. Conforme lo dispuesto en este artículo Rusia estaría dispuesta a responder a Gran Bretaña en el plazo de 10 días.
En lugar de esto, Londres nos presentó un absurdo ultimátum de 24 horas. Naturalmente, lo rechazamos: nadie puede hablar con Rusia en este tono en ningunas circunstancias. En este ultimátum transmitido por Boris Johnson al Embajador ruso en Londres, el Ministerio de Exteriores aclaró que sólo había dos guiones posibles. O el Estado ruso intentó perpetrar un asesinato en el suelo británico empleando las armas químicas, o Rusia perdí el control de sus almacenes del agente nervioso. El Ministerio de Exteriores pidió al embajador ruso explicar cuál de las dos posibilidades era verdad y cómo este agente nervioso de producción rusa pudo haber sido empleado en Salisbury.
¡En 24 horas! Estas han sido todas las preguntas hechas por la parte británica. No ha habido más. Vistas desde el momento actual cuando tenemos más información y declaraciones resulta más absurdo aún.
El pasado 14 de marzo la señora May presentó al director general del Secretariado Técnico de la OPAQ, Ahmet Üzümcü, la propuesta de llevar a cabo «una análisis independiente de los resultados de la investigación británica» del incidente en Salisbury. Entretanto, nuestros colegas británicos se olvidan de que, cuando actúan dentro de la OPAQ, que nos parece la única vía correcta, no sólo tienen derechos sino también obligaciones, también para con nosotros como miembro de la Organización. Y se lo recordamos unívocamente durante la reunión extraordinaria del Consejo Ejecutivo de la OPAQ convocada ayer. Presentamos el proyecto de decisión sobre una investigación conjunta que quedó bloqueado por Gran Bretaña y sus aliados. Lo celebraron como un triunfo aunque el número de los que votaron «a favor» y de los que se abstuvieron supera el número de los que votaron «en contra». Es comprensible: ¿para qué necesita Gran Bretaña una investigación conjunta si estableció al culpable incluso de iniciar alguna? Una investigación podría destruir su «lógica versión» basada en unos «argumentos potentes» como «altamente probable», « abrumadoramente probable», «prácticamente indudable» , «no hay explicación más verosímil» y similares (“highly likely”, “overwhelmingly likely”, “highly plausible”, “there is almost no doubt”, «there is no other plausible explanation», “Russia was almost certainly to blame”, «high likelihood of Russian responsibility», «Russia is the likely perpetrator»).
Boris Johnson continúa convenciendo a todo el mundo que la parte británica envió a Rusia la lista de preguntas que permanecen sin respuesta. Es justo al revés. No hubo ninguna lista, como ya he dicho. Me dirijo a la parte británica: si tiene preguntas formúlelas. Pero no intenten presentar como pregunta la acusación presentada en forma de ultimátum y la exigencia de «reconocer la culpa».
Nosotros, en cambio, tenemos muchas preguntas tanto a Londres como a la OPAQ y a Francia, que de repente se lanzó a confirmar los resultados de la investigación-relámpago británica. En respuesta a nuestra solicitud de información la parte francesa comunicó que Gran Bretaña había facilitado a Francia rodos los pormenores de la marcha de la investigación. Si Londres no quiere compartir la información con nosotros, ¿tal vez lo haga París?
Hoy hemos difundido la nota memorativa al respecto que tienen a su disposición. También difundiremos algunos comentarios de la portavoz del MAE de Rusia que contienen información muy curiosa que, estoy seguro, será de su interés. También les facilitaremos este discurso traducido.
Señor Presidente,
El nivel de la argumentación intelectual de las acusaciones presentadas contra Rusia y de la búsqueda de sus motivos no provoca siquiera una sonrisa.
Boris Johnson, que no para de proclamar su amor por Rusia, propuso una explicación absurda, para llamarlo de una manera delicada, y amoral de que Moscú había necesitado el incidente para consolidar a los ciudadanos en vísperas de las elecciones. Igual de amorales son sus comparaciones del Campeonato Mundial de Fútbol con los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, en la cual, a diferencia de la Unión Soviética, sí que participó una delegación representativa de Gran Bretaña, con la participación de los altos cargos oficiales.
Boris Johnson alegó la novela de Fiódor Dostoievski «Crimen y Castigo» cuyo argumento supuestamente consiste en si el criminal confiesa o lo descubren. En realidad, la novela tiene otro concepto. No es una novela policíaca como, por lo visto, se cree el ministro británico, sino una profunda obra filosófica. Ya citamos, por cierto, el proverbio inglés de esta novela sobre los cien conejos que nunca harán un caballo. Aconsejaría al señor Johnson leer otras novelas de Dostoievski o, al menos, enterarse de sus títulos. Yo no voy a nombrarlas ahora.
En calidad de una prueba «argumentada» de la culpabilidad de Rusia el embajador británico en Moscú mostró a sus colegas esta presentación de seis diapositivas, incluida la del título. ¡Y estos cómics se presentan como la base probatoria! No contienen nada más que highly likely. Se supone que este mismo «documento irrefutable» mostraba Theresa May a sus colegas de la Unión Europea muchos de los cuales (no todos, para su honor) lo aceptaron como «testimonios convincentes de la culpabilidad de Rusia». ¡Miren esta vergüenza! Lo vamos a repartir ahora. La polémica con estos gráficos es un insulto al sentido común. Es una falta de respeto a los que se pretende convencer con esto. Y a quienes «convencen» ¿no entienden acaso que son víctimas de una manipulación y participan en una psicosis colectiva?
Las insinuaciones de Boris Johnson sobre el gato muerto sobre la mesa para desviar la atención de otros problemas (si alguien no sabe de qué estoy hablando que lea su entrevista) caracterizan de la manera más contundente los procedimientos de la guerra propagandística sin reglas que está haciendo Gran Bretaña contra Rusia.
A propósito de los gatos muertos. En la casa de Serguéi Skripal en Salisbury, que supuestamente fue contaminado, según su sobrina Victoria, estaban dos gatos y dos cobayas. ¿Dónde están ahora? ¿Qué les sucedió? ¿Por qué no se habla de ellos si su estado en un testimonio importante?
Señor Presidente,
Vivimos en una época del ofuscamiento colectivo de la razón. Sólo conozco una herramienta que sirve para embaucar a la gente, los medios de comunicación masiva. Esta es la temerosa arma de nuestro tiempo. A través de los medios es fácil manipular la consciencia humana. Y, según vemos, los medios occidentales triunfan en esto. No hacen falta para ello ningunos esquemas intelectuales sofisticados. Basta con apelar al primer sistema de señales, con repetir de forma regular y una misma mentira infundada insertándola poco a poco en la consciencia y presentando como la verdad absoluta. Es el método del doctor Goebbels: la mentira repetida mil veces se convierte en la verdad.
Nosotros lucharemos por recibir de ustedes las respuestas a las preguntas planteadas. Si no nos las dan, si no responden lo interpretaremos como reconocimiento de las calumnias que levantaron contra nosotros sin pararse e pensar siquiera en las consecuencias.
Lucharemos por una cooperación transparente en el “caso de los Skripal”. Y si nos la niegan ustedes lo interpretaremos como un intento de ocultar la verdad.
Señor Presidente,
Todo lo que está ocurriendo nos convence en algo que estaba claro, de hecho, desde el principio. Se trata de una campaña coordinada y preparada con antelación. No es nada casual. El principal objetivo es evidente: desacreditar e incluso deslegitimar a Rusia. Acusarla de emplear una terrible arma inhumana, de ocultar los arsenales, de violar la Convención sobre las Armas Químicas. Poner en entredicho su papel no sólo en el arreglo en Siria sino en todas partes, la legitimidad política de Rusia en general. Al mismo tiempo, de paso, desacreditar nuestra postura respecto al expediente químico sirio matando dos pájaros de un tiro.
Y si las autoridades británicas tienen la insolencia de declarar, sin lugar a dudas, que tras el incidente en Salisbury está «con un alto grado de probabilidad», Rusia, nosotros también, «con un alto grado de probabilidad» supondremos que tras esta mega provocación están los servicios secretos de ciertos países.
Rusia, que no tiene ninguna relación al envenenamiento de los Skripal, más que nadie está interesado en establecer la verdad. Lucharemos por encontrarla a base de las disposiciones de la Convención sobre las Armas Químicas.
Si la parte británica sigue operando con las sospechas presentándolas como pruebas, si sigue partiendo de las suposiciones basadas en las especulaciones que no en los hechos, será una confirmación de nuestra suposición más que probable de que este turbio asunto es un invento, o, más cierto, una burda provocación.
El que tiene oídos para oír, oiga.
Vemos una única manera de reconstruir el cuadro objetivo: a través del estricto cumplimiento de los mecanismos de la Convención sobre las Armas Químicas y la cooperación en la investigación. Seguimos esperando respuestas a las preguntas obvias por parte de los responsables de la investigación penal británica. Exigimos que se nos conceda acceso consular a Yulia Skripal.
Resumiendo tenemos lo siguiente. La procedencia rusa del agente tóxico no está confirmada. Ya habíamos declarado antes que no teníamos ninguna relación a lo ocurrido. Pero nos siguen exigiendo que «reconozcamos nuestra culpa». Gran Bretaña se niega a cooperar con nosotros con el pretexto de que «la víctima no puede colaborar con el criminal». Pero, ¡un momento! sus afirmaciones de que fuéramos «criminales» no valen nada sin hechos, pruebas, investigación ni juicio. Entretanto, en el territorio de Gran Bretaña se cometió un delito, o, tal vez, un atentado terrorista contra nuestros ciudadanos, que son precisamente las víctimas. Entonces, tenemos todo el derecho a exigir la cooperación y Gran Bretaña tiene la obligación de acceder a la misma. Por cierto, fue gracioso cuando en la sesión del Consejo Ejecutivo de la OPAQ de ayer fueros los aliados británicos quienes nos llamaron a cooperar con Gran Bretaña. Debe ser que no les habían informado «correctamente».
Hemos preparado el proyecto de declaración del Consejo de Seguridad para la prensa. Es un papel tornasol para comprobar la franqueza de Gran Bretaña y sus aliados. Si vuelven a «enterrar» este documento tergiversando su sentido, será una prueba más de su juego sucio.
Gracias por su atención.
En respuesta al discurso del representante permanente de Gran Bretaña:
Señor Presidente,
Hoy, lamentablemente, no hemos oído nada nuevo de algunos de nuestros colegas que continúan sin cortarse ni parpadear afirmando la culpabilidad de Rusia y exigiéndole verter la luz sobre el incidente. A nosotros también nos gustaría que la verdad saliera a la luz.
Confiamos en que cada vez más brotes de la verdad encuentren camino hacia la luz. Quería agradecer a mi colega holandés su insistente propuesta de cooperar con la parte británica. Pero mejor me abstendré de hacerlo porque su propuesta de cooperación difiere mucho de lo que comprendemos por la misma.
De hecho nos exhortan a contestar a una única pregunta: «¡Confiesen que lo hicieron ustedes!» Respondemos: «No lo hicimos nosotros». Nos replican: «¡No, es insuficiente! ¿Cómo lo hicieron?» Decimos: «Presenten las pruebas». Nos dicen: «No, pero ustedes confiésenlo. Será mejor ».
¿Acaso nadie es consciente de que esto es un teatro del absurdo? Hemos indicado en repetidas ocasiones que el Reino Unido no siguió las reglas del procedimiento de la OPAQ, lo pueden leer en la nota de memoria que hemos difundido.
Sí que hoy el embajador de Gran Bretaña ha expresado la disposición de compartir con los países miembros los datos sobre la marcha de la investigación. Lo esperaremos con impaciencia. Confiamos en que la información que se nos presente se basará en unos materiales más convincentes que los que les he mostrado hoy. Por cierto, nos ha divertido mucho la aclaración del respetado representante permanente de Gran Bretaña sobre las causas y matices legales del uso del término highly-likely como herramienta de la justicia británica (o en el contexto de la justicia británica). Lo tendremos en cuenta.
Señor Presidente,
En realidad, nada es nuevo bajo el sol. Gran Bretaña tuvo un gran escritor infantil, y un matemático a la vez, que escribió un brillante libro titulado «Alicia en el País de las Maravillas». Quiero leerles un pequeño fragmento del mismo. Se trata del juicio de la Sota.
«—Hay mayores evidencias que presentar, si Su Majestad se digna —gritó el conejo blanco, levantándose con mucha prisa—. Se acaba de recoger este papel.
—¿Qué es lo que dice? —preguntó la reina.
—No lo he leído todavía —repuso el conejo blanco—, pero parece ser una carta escrita por el prisionero a... a alguien...
—Tiene que haber sido así —corroboró el rey—, a menos que no haya sido dirigida a nadie, cosa que sería bastante extraña, por lo demás.
—¿A quién está dirigida? —preguntó uno de los miembros del jurado.
—No está dirigida a nadie —respondió el conejo—. En realidad, no hay nada escrito afuera.
—¿Y está escrita con la letra del prisionero? —preguntó otro de los jurados.
—No —repuso el conejo blanco—. ¡Eso es lo que me parece más raro!
(Todo el jurado parecía muy confundido.)
—Debe haber imitado la letra de alguna otra persona —declaró el rey.
(El jurado pareció iluminarse de nuevo.)
—Ruego a Vuestra Majestad —dijo la Sota— que me oiga. No he escrito eso y no pueden probar que lo haya hecho. No tiene ninguna firma.
—Si no la firmaste —dijo el rey—, sólo lograrás que empeore tu causa. Supongo que pretendes significar que cometiste un error, porque de otro modo habrías puesto tu firma como todo hombre honrado.
Hubo un aplauso general ante estas palabras. Era la primera cosa realmente inteligente que había dicho el rey ese día.
—Ésta es la prueba más importante que tenemos —dijo el rey, frotándose las manos—. Dejemos, pues, que el jurado proceda a dictar el veredicto —agregó el rey por vigésima vez en el día.
—¡No, no! —gritó la reina—. ¡Primero la sentencia y después el veredicto!»
¿No le recuerda nada, señor Presidente? Pero si usted cree que sólo se trata de un cuento infantil del siglo pasado, muy relevante por lo demás, le enseñaré otro pasaje. Es el artículo del diario The Independent, de hoy, titulado «Podemos probar la implicación de Moscú en el “caso de los Skripal” o no, es irrelevante». Una breve cita: «La respuesta de los rusos a todo esto es “Pruébenlo” como si estuviesen en un juicio. Mientras tanto, incluso si analizamos la cuestión aplicando los conceptos legales como «no suscita ninguna duda» o «desde el punto de vista de balance de probabilidades», es obvio que los rusos sean culpables».
Señor Presidente,
No tengo nada más que añadir.