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Entrevista concedida por el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, a la revista búlgara «Relaciones Internacionales», Moscú, 2 de marzo de 2018

385-02-03-2018

Pregunta: Este año se cumplen 140 años del fin de la guerra de liberación ruso-turca (1877-1878) y la restauración del Estado búlgaro. ¿Cómo evalúa el papel de estos acontecimientos en la nueva historia de los Balcanes y Europa? ¿Poseen los procesos históricos mencionados una dimensión actual?

Respuesta: En primer lugar, me gustaría felicitar al pueblo búlgaro con motivo de su fiesta nacional, desearle prosperidad, paz y bienestar.

El 140 aniversario de la Liberación de Bulgaria del dominio otomano es una fecha realmente trascendental en la historia de las relaciones ruso-búlgaras. Es grato que a este aniversario estén dedicados tantos eventos memorables.

Al agotar todos los recursos diplomáticos, Rusia acudió al auxilio de sus hermanos búlgaros. Contribuyó a restaurar y fortalecer el Estado búlgaro actuando de forma sincera y desinteresada, a diferencia de algunas potencias europeas responsables de que, a raíz de su postura destructiva en el Congreso de Berlín en 1878, el territorio de Bulgaria liberada resultara notablemente reducido.

Es evidente que la guerra ruso-turca de 1877-1878 tuvo una colosal influencia en la arquitectura europea. La victoria pagada con la sangre de los soldados rusos y milicianos búlgaros, además de permitir la restauración de Bulgaria como un Estado independiente, impulsó el crecimiento de la identidad nacional en otros pueblos balcánicos.

Rusia aprecia mucho que hoy, 140 años después, los búlgaros veneren la memoria de nuestros soldados y oficiales. Las calles y plazas de las ciudades búlgaras llevan nombres de los destacados jefes militares y estadistas como Emperador Alejandro II, diplomático Nikolái Ignátiev, generales Dmitri Skóbelev, Nikolái Stolétov, Eduard Totleben, Mijaíl Dragomírov, Iósif Gurkó.

Estoy convencido de que el pasado histórico común, las raíces espirituales y culturales compartidas, los profundos sentimientos de simpatía y amistad recíprocas que unen nuestros pueblos hermanos siguen siendo unos cimientos sólidos para un desarrollo progresivo de la cooperación bilateral en los más variados aspectos.

Pregunta: Las relaciones ruso-búlgaras se ven influidas, hoy en día, por un conjunto de factores entrelazados y complicados. Por un lado, la ortodoxia y el eslavismo, las raíces culturales y tradiciones comunes, la afinidad espiritual y geográfica, el respeto, el parentesco y la fraternidad. Por el otro, la geopolítica y los compromisos políticos. ¿Cómo ve las perspectivas del desarrollo de la cooperación bilateral en diversos ámbitos de mutuo interés, en vísperas del 140 aniversario de la firma del Tratado de Paz de San Stefano entre Rusia y el Imperio otomano que puso fin a la guerra ruso-turca de 1877-1878 y dio inicio al Tercer Estado búlgaro? ¿Cuáles son las vías correctas del desarrollo exitoso de nuestras relaciones?

Respuesta: Bulgaria es un importante socio de Rusia en Europa. Para nosotros las relaciones con Sofía tienen un valor por sí mismas, sin depender de las oscilaciones de la coyuntura política. Estamos interesados en fomentarlas a base de los principios de beneficio mutuo y respeto de los intereses de cada uno.

Lamentablemente, en los últimos años nuestro diálogo no siempre ha sido exitoso. El ejemplo más vivo de ello es la decisión de Sofía, tomada bajo presión de Washington y Bruselas, de renunciar a la construcción del gasoducto estratégico South Stream.

En este sentido, constato con satisfacción que hoy los socios búlgaros se muestran interesados en desarrollar una interacción constructiva. Esto da sus frutos. Se volvió a intensificar el crecimiento del intercambio comercial: el año pasado creció en 24% hasta 3.450 millones de dólares. Confío en que la XVI reunión de la Comisión Intergubernamental para la cooperación económico y técnico-científica, prevista para el otoño, permita reforzar las tendencias positivas, definir los ámbitos prometedores para aplicación de esfuerzos conjuntos.

En diciembre de 2016 conseguimos superar el estancamiento del proyecto de la central nuclear en Belene. Tras desembolsar la parte búlgara los 600 millones de euros al fabricante ruso, los equipos y máquinas fabricadas pasaron a ser propiedad de la misma. Actualmente, Sofía estudia diferentes posibilidades de emplearlo, entre ellas la de reanudar el proyecto.

En junio del año pasado el grupo Gazprom y el Ministerio de Energía de Bulgaria aprobaron la hoja de ruta sobre el fomento de cooperación en el ámbito gasístico que prevé la posibilidad de ampliar el sistema búlgaro de transporte de gas.

Se desarrollan de forma dinámica los contactos culturales y sociales. Crece la popularidad de la educación rusa, se fortalecen las posiciones de la lengua rusa, aumentan los intercambios turísticos.

Confío en que este aniversario haga un importante aporte a la ulterior ampliación de los lazos ruso-búlgaros para el bien de nuestros pueblos, en aras de la estabilidad y seguridad en  nuestro continente común.

Pregunta: Después del desbaratamiento del mundo bipolar y una breve ilusión de unipolaridad, el mundo actual se ha vuelto multipolar. Somos testigos de cómo se intensifican la confrontación y las amenazas de enfrentamiento. Se siente que la guerra está regresando a Europa en forma de pensamiento, de una herramienta legítima y moral de solución de conflictos internacionales.

¿Cómo ve Rusia su lugar en este mundo nuevo y cuáles serán sus prioridades en las relaciones con otros actores globales? ¿Tenemos que pasar por la crisis o, incluso, por una guerra para alcanzar la catarsis y volver a los caminos de paz?

¿Se necesita una nueva distensión? ¿Debemos esperar en breve el Acta de Helsinki-2?

Respuesta: Hoy somos testigos de la consolidación de un nuevo sistema mundial policéntrico, más justo y más democrático. Este proceso natural se traduce en la aparición y fortalecimiento de nuevos centros de poder económico y, consecuentemente, de influencia política, que, en función de sus intereses nacionales, asumen su parte de responsabilidad por asegurar la seguridad y la estabilidad a diferentes niveles. La multipolaridad es el efecto de plasmar de la diversidad cultural y civilizatoria del mundo actual, del deseo de sus pueblos elegir por su cuenta, sin injerencias desde fuera, las vías del desarrollo político y socio-económico.

Desgraciadamente, hay muchos obstáculos serios en este camino. El principal de ellos es la persistente intención de un reducido grupo de Estados occidentales encabezado por EEUU de conservar su dominio en todas las áreas en aras de asegurarse el bienestar y prosperidad por cuenta ajena. Toda la comunidad internacional está pagando un alto precio por esta actitud. Se multiplican los focos de tensión. Estamos ante una creciente erosión del derecho internacional, los intentos de emplear la fuerza para promover los intereses propios, reforzar la seguridad propia a costa de la seguridad de los demás.

Para un saneamiento radical de la situación en Europa y en el mundo en general es necesario cumplir con una serie de requisitos. En primer lugar, renunciar a apostar por acciones unilaterales, a la presión, amenazas y chantaje y observar estrictamente los principios básicos de la vida internacional establecidos en la Carta de la ONU, incluida la igualdad soberana de los Estados (independientemente de sus dimensiones o forma de gobierno), la no injerencia en sus asuntos internos, la solución de conflictos por vía pacífica.

Es imprescindible hacer limpieza de las bases de comunicación interestatal. En particular, hace falta ponernos de acuerdo sobre una única interpretación de los principios y normas del derecho internacional. Es difícil sobrevalorar en este sentido el papel y el significado de la singular organización que es la de las Naciones Unidas, poseedora de la legitimidad universal. La práctica de los últimos tiempos puso de manifiesto que las acciones solidarias respaldadas por la autoridad de la ONU en forma de las resoluciones de su Consejo de Seguridad son capaces de conducir hacia un notable progreso en la resolución de los problemas más complicados.

Rusia es uno de los principales centros del mundo emergente, el miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, el garante importante de la estabilidad global, seguirá participando activamente en la promoción de una agenda internacional positiva, unificadora, proyectada al futuro. Contribuyendo al arreglo de las numerosas crisis y conflictos. Defendiendo de forma consecuente el valor de la verdad, la justicia, la amplia cooperación equitativa en los asuntos mundiales. Estamos invariablemente abiertos a trabajar con todos los que muestren interés recíproco, en aras de solucionar eficazmente las cuestiones candentes del desarrollo mundial.

Pregunta: El terrorismo internacional y el islam radical convirtieron el batallar por el territorio en la lucha por la conciencia de las personas, por la división de la sociedad. Hemos pasado a ser testigos de un nuevo panorama mundial y de la redistribución del espacio global tal como lo enfoca el principal enemigo de la Humanidad: el terrorismo. Evidentemente, en la lucha contra el terrorismo es imprescindible mancomunar los esfuerzos de todo el mundo. En septiembre de 2015, el Presidente de Rusia, Vladímir Putin, avanzó la iniciativa de constituir una amplia coalición antiterrorista bajo los auspicios de la ONU. Pasados dos años, invitó a proceder en la práctica a la constitución de un amplio frente antiterrorista a tenor de los principios del Derecho Internacional, correspondiéndole a la ONU el papel protagónico. ¿Cuáles serían las perspectivas de esta iniciativa? ¿Podrían Rusia, China, EEUU y la Unión Europea superar sus contradicciones en aras de la batalla común contra el terrorismo? ¿Cómo sería posible conseguirlo?

Respuesta: El mundo arrostra un sinnúmero de desafíos. El mayor peligro para nuestra civilización lo entraña el terrorismo internacional. Los numerosos atentados terroristas perpetrados en diversos Estados evidencian que este problema realmente ha adquirido un carácter  global. Por primera vez en la historia, los terroristas se plantearon el objetivo de crear su propio Estado – un califato – con su territorio, población y una ideología antihumana.

Para impulsar una eficaz lucha contra la amenaza terrorista, en el 70 período de sesiones de la Asamblea General de la ONU, el Presidente de Rusia, Vladímir Putin, adelantó la iniciativa de crear un amplio frente antiterrorista que en plena medida mantiene su actualidad también hoy en día. En buena medida merced a sus esfuerzos militares y diplomáticos, Rusia supo asestar un golpe demoledor al grupo terrorista internacional el EI en Siria.

Estamos firmemente convencidos de que la cooperación antiterrorista ha de practicarse a tenor del Derecho Internacional y bajo los auspicios de la ONU, tal como lo estipula la mencionada iniciativa rusa. Debemos superar la falta de la coordinación en las actuaciones de los Estados, renunciar al doble rasero, a la práctica viciosa de división de los terroristas en «malos» y «no tan malos», a los intentos de utilizarlos para alcanzar objetivos geopolíticos egoístas.

No deja de crecer el número de partidarios de nuestra postura de principios, incluyendo entre los políticos y expertos occidentales que van tomando conciencia de que para acabar con el terrorismo es preciso ir aprendiendo a superar las contradicciones, tener por norte una perspectiva a largo plazo. Desde hace tiempo, Rusia promueve una exitosa cooperación con muchos Estados en este ámbito. Por ejemplo, la cooperación entre los servicios de seguridad rusos y estadounidenses hizo posible prevenir un atentado terrorista en San Petersburgo en diciembre de 2017.

Los ministerios y departamentos concernidos de Rusia y China mantienen sustancioso diálogo sobre una amplia gama de cuestiones atinentes a la lucha antiterrorista, también en forma de sistemáticas reuniones del Grupo de trabajo bilateral interdepartamental para la lucha antiterrorista, así como en el marco de la Estructura Regional Antiterrorista de la Organización de Cooperación de Shanghái y del Grupo de trabajo de BRICS para el antiterrorismo. La problemática antiterrorista figura entre los derroteros clave de nuestra interacción con la UE. A comienzos de febrero, tuvo lugar una nueva ronda de consultas de alto nivel sobre la lucha antiterrorista cuya agenda abarcó una amplia gama de cuestiones. Destacamos que a rasgos generales, Bruselas muestra comprensión de la necesidad de evitar politización en esta esfera. Un testimonio de nuestro aporte a los esfuerzos antiterroristas fue el nombramiento del diplomático ruso Vladímir Voronkov para el cargo  de Secretario General adjunto de la ONU, jefe de la Oficina antiterrorista de la ONU. Seguiremos aplicando esfuerzos máximos para impulsar la labor conjunta sobre todo el abanico de problemas relacionados con el terrorismo internacional. Esto no tiene alternativa.

Pregunta: Rusia es socio estratégico de la Unión Europea. Sostenemos negociaciones sobre la firma de un acuerdo de cooperación y asociación y sobre la liberalización del régimen de visados. Son cuestiones que tienen importancia también para Bulgaria. Ud. ha dicho que Rusia está interesada en una Unión Europea fuerte y unida, pero sus decisiones deben asentarse sobre el equilibrio de intereses de los países miembros. ¿Considera que Bulgaria, que hasta mediados del año en curso ejercerá la presidencia rotatoria de la UE, podría aportar su contribución al fomento de las relaciones entre Rusia y la UE?

Respuesta: Ante todo, quisiera precisar que las negociaciones sobre un nuevo acuerdo básico, igual como las relativas a la simplificación de la tramitación de los viajes, fueron suspendidas a iniciativa de la UE a raíz de los conocidos sucesos en Ucrania en febrero de 2014, cuando con el apoyo de Kiev y Bruselas en Kiev se dio el golpe de Estado. Los ultranacionalistas que por vía armada usurparon el poder, escindieron la sociedad, desatando una guerra fratricida.

La UE se dejó llevar de la rienda de Washington, al achacar la culpa por lo acaecido a Rusia, decretó sanciones unilaterales, congeló la cooperación en la mayoría de los ámbitos, incluyendo la liberalización del régimen de visados y la modernización del marco legal de las relaciones. Más aun, la nueva Estrategia Global de la UE califica las relaciones con Rusia como “desafío estratégico a Bruselas”. El empleo de semejante terminología es poco perspicaz y carece de profesionalismo.

Rusia no ha modificado su postura respecto a la interacción con la Unión Europea. Repito, queremos que nuestra importante vecina, la Unión Europea, sea un actor internacional fuerte e independiente, capaz de determinar por cuenta propia sus prioridades en política exterior. Confiamos en que los europeos sepan superar la inercia del pensamiento, renunciar a diseñar la política hacia Rusia según el principio de “denominador común mínimo”, dejando de someterse a un grupo poco numeroso pero muy agresivo de países rusófobos. Esto no sólo haría más previsibles nuestras relaciones, sino que contribuiría también a robustecer la confianza y el entendimiento mutuo en Euroatlántica.

En esta relación, hago constar con satisfacción que últimamente, en las relaciones Rusia-Unión Europea se han perfilado varias tendencias positivas. En particular, en

2017, los intercambios comerciales crecieron más del 20%, aunque distan leguas de alcanzar los indicadores previos a la crisis. Se está reanimando el diálogo político.

Confiamos en que Bulgaria, en su calidad de presidente en ejercicio del Consejo de la UE, aplique los esfuerzos por reinsertar los vínculos entre Rusia y la UE en el cauce de desarrollo sostenible.

Pregunta: ¿Cuál es la reacción de Rusia a la membresía real y potencial de los países de los Balcanes Occidentales en la OTAN y la UE? ¿Cómo esta membresía repercute en la situación geopolítica y el equilibrio de intereses en la Península Balcánica?

Respuesta: Ya en reiteradas ocasiones he contestado a estas preguntas. La Alianza del Atlántico Norte, un relicto de la época de la confrontación bipolar, hasta ahora actúa según la lógica de la guerra fría, intentando justificar su propia existencia. A lo largo de varios años últimos, proclama obstinadamente como su objetivo la disuasión de Rusia.

La Alianza está poseída de la idea de establecerse en los Balcanes. Al arrastrar a su seno Montenegro sin consultar al pueblo de este país, la OTAN se emplea a fondo por acelerar la adhesión de Macedonia, abrigando designios análogos con respecto a Bosnia y Herzegovina. Todo ello afianza las líneas divisorias en el continente europeo, desarticulando el sistema de seguridad europea. Difícilmente ello responde a los intereses de los pueblos europeos. Al propio tiempo, la Alianza resulta incapaz de dar una réplica adecuada al principal desafío al terrorismo, el principal desafío de la época contemporánea.

Rusia que en su tiempo adelantó la iniciativa de concertar el Tratado de Seguridad Europea, seguirá propugnando una seguridad indivisible en nuestra casa común europea.

No vemos problemas algunos en que los Estados balcánicos aspiren a ingresar en la Unión Europea. Por supuesto, ellos mismos, sin presiones externas, deben evaluar hasta qué grado responden a sus intereses nacionales las condiciones preliminares de ingreso en la UE. Claro que las aspiraciones de los Estados balcánicos a integrar en la UE no deben constituir un escollo para la interacción con nuestro país. Si hay voluntad, siempre se puede encontrar formas de cooperación mutuamente aceptables.

Lamentablemente, estos tiempos últimos, se vienen intensificando los esfuerzos encaminados a socavar los vínculos seculares entre Rusia y las naciones balcánicas. En forma explícita y categórica les ponen ante la disyuntiva: “con nosotros o contra nosotros”. Dicho en otros términos, ora con Moscú, ora con Washington y Bruselas. Estos esfuerzos persiguen el objetivo de convertir los Balcanes en otra zona de confrontación en Europa. Estoy seguro de que la opinión pública de los países balcánicos está en contra de tales designios.

Por lo que a Rusia se refiere, nuestro aporte al acontecer regional también en adelante seguirá siendo constructivo. Los Balcanes para nosotros es un área de diálogo constructivo e interacción eficaz para el bien de sus Estados y pueblos.