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Discurso pronunciado por el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, durante el Debate Abierto en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre el "Multilateralismo eficaz mediante la defensa de los principios de la Carta de las Naciones Unidas", Nueva York, 24 de abril de 2023

780-24-04-2023

La 9308ª sesión del Consejo de Seguridad de la ONU se declara inaugurada.

El programa provisional de esta reunión reza: "Mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, multilateralismo eficaz mediante la defensa de los principios de la Carta de las Naciones Unidas". Queda aprobado el programa provisional.

De conformidad con el artículo 37 del Reglamento Provisional del Consejo, invito a participar en esta sesión a los representantes de Armenia, Australia, Azerbaiyán, Bahrein, Bielorrusia, Canadá, Colombia, Cuba, Egipto, Etiopía, Filipinas, India, Indonesia, Kuwait, Líbano, Malasia, México, Marruecos, Nepal, Pakistán, la República Árabe Siria, la República Bolivariana de Venezuela, la República de Corea, la República Democrática Popular Lao, la República Islámica de Irán, Sierra Leona, Singapur, Sudáfrica, Tailandia, Turquía, Turkmenistán, Uruguay y Vietnam. Se adopta la decisión.

El Consejo de Seguridad de la ONU comenzará ahora el examen del punto 2 del programa. Quisiera señalar a la atención de los miembros del Consejo de Seguridad el documento S/2023/244, Carta de fecha 3 de abril de 2023 dirigida al Secretario General de la ONU, António Guterres, por el Representante Permanente de la Federación de Rusia ante la ONU, por la que se transmite un documento de concepto sobre la cuestión que se examina.

Doy la bienvenida al Secretario General de la ONU, Excmo. António Guterres, y le concedo la palabra.

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Agradezco al Secretario General su exposición informativa.

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A continuación haré una declaración en mi calidad de Ministro de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia.

Estimado Señor Secretario General,

Estimados colegas,

Es simbólico que celebremos nuestra reunión en el Día Internacional del Multilateralismo y la Diplomacia para la Paz, introducido en el calendario de aniversarios por la resolución de la Asamblea General de la ONU el 12 de diciembre de 2018.

Dentro de dos semanas, conmemoramos el 78º aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial. La derrota de la Alemania nazi, a la que mi país contribuyó decisivamente con el apoyo de los Aliados, sentó las bases del orden internacional de posguerra. La Carta de la ONU sirvió de sostén legal, y nuestra organización, encarnando el verdadero multilateralismo, asumió un papel central de coordinación en la política mundial.

A lo largo de casi 80 años de existencia, la ONU lleva cumpliendo la misión crucial que le encomendaron sus padres fundadores. Durante décadas, el entendimiento básico de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad sobre la primacía de los propósitos y principios de la Carta ha garantizado la seguridad mundial. Y, por lo tanto, ha creado las condiciones para una cooperación verdaderamente multilateral regida por normas de derecho internacional universalmente reconocidas.

Hoy en día, el modelo del orden mundial con el papel protagónico de la ONU está atravesando una profunda crisis. La causa fundamental es el deseo de algunos miembros de nuestra organización de sustituir el derecho internacional y la Carta de la ONU por una especie del "orden basado en reglas". Estas "reglas" se desconocen y no han sido objeto de negociaciones internacionales transparentes. Se inventan y se aplican para contrarrestar los procesos naturales de formación de nuevos polos de desarrollo independientes, que constituyen la manifestación objetiva del multilateralismo. Se intentan contener con medidas unilaterales ilegítimas, como el corte del acceso a las tecnologías modernas y a los servicios financieros, el desplazamiento de las cadenas de suministro, la confiscación de propiedades, la destrucción de infraestructuras críticas de los competidores, la manipulación de normas y procedimientos acordados universalmente. El resultado es la fragmentación del comercio mundial, el colapso de los mecanismos de mercado, la parálisis de la OMC y la transformación definitiva y desenmascarada del FMI en una herramienta para alcanzar los objetivos de Estados Unidos y sus aliados, incluidos los de carácter militar.

En un intento desesperado por afirmar su supremacía castigando a los desobedientes, EEUU se dedicó a destruir la globalización, que durante años había sido ensalzada como el bien supremo de toda la humanidad, al servicio del sistema multilateral de la economía mundial. Washington y el resto de Occidente, subyugado a él, aplican sus "reglas" cada vez que necesitan justificar medidas ilegítimas contra quienes alinean sus políticas con el derecho internacional y se niegan a seguir los intereses egoístas de los "mil millones de oro". Los disidentes están incluidos en la lista negra según el principio de que "el que no está con nosotros, está contra nosotros".

Hace tiempo que a los colegas occidentales les resulta "inconveniente" negociar en formatos universales, como la ONU. El tema de las democracias unidas contra las autocracias se está introduciendo para proporcionar una justificación ideológica que menoscaba el multilateralismo. Además de las Cumbres por la Democracia, cuya composición viene determinada por el autoproclamado hegemón, se crean otros "clubes de los elegidos" en contravención a la ONU.

Las Cumbres por la Democracia, Alianza por el Multilateralismo, Alianza Global sobre Inteligencia Artificial, Coalición Mundial por la Libertad de Expresión de los Medios de Comunicación, Llamamiento de París para la Confianza y la Seguridad en el Ciberespacio. Todos estos y otros proyectos no inclusivos están concebidos para comprometer las negociaciones sobre temas relevantes bajo los auspicios de la ONU, para imponer conceptos no consensuados y soluciones que beneficien a Occidente. Primero acuerdan algo en privado, en un círculo reducido, y luego presentan estos acuerdos como la postura de la comunidad internacional. Llamemos a las cosas por su nombre: nadie permitió que la minoría occidental hablara en nombre de toda la humanidad. Hay que comportarse con decencia y respetar a todos los miembros de la comunidad internacional.

Al imponer un "orden basado en reglas", sus autores rechazan con arrogancia el principio clave de la Carta de la ONU: la igualdad soberana de los Estados. La quintaesencia del complejo de exclusividad fue la orgullosa declaración del jefe de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, de que "Europa es un jardín del Edén y el resto del mundo es una jungla". Permítanme citar la declaración conjunta OTAN-UE del 10 de enero, que dice: "El Occidente unido utilizará todos los instrumentos económicos, financieros, políticos y -deseo ponerlo de relieve- militares de que disponen la OTAN y la UE para garantizar los intereses de "nuestros mil millones".

El Occidente colectivo se ha propuesto remodelar el multilateralismo a escala regional a su antojo. No hace mucho, EEUU abogó por un renacimiento de la Doctrina Monroe y exigió a los países latinoamericanos que limitaran sus lazos con la Federación de Rusia y la República Popular China. Esta línea, sin embargo, chocó con la determinación de los gobiernos locales de fortalecer sus propias estructuras multilaterales, sobre todo la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), defendiendo su legítimo derecho a erigirse en uno de los pilares de un mundo multipolar. Rusia apoya plenamente tales justas aspiraciones.

EEUU y sus aliados dedican ahora considerables esfuerzos a socavar el multilateralismo en la región Asia-Pacífico, donde en torno a la ASEAN se ha desarrollado durante décadas un exitoso sistema abierto de cooperación económica y seguridad. Este sistema ha dado lugar a planteamientos consensuados que satisfacen tanto a los diez Estados miembros de la ASEAN como a sus socios en el diálogo, entre ellos Rusia, la RPC, EEUU, India, Japón, Australia y la República de Corea, proporcionando un verdadero multilateralismo integrador. Con la Estrategia Indo-Pacífica, Washington se ha propuesto desmantelar esta arquitectura bien establecida.

En la Cumbre de Madrid de 2022, la OTAN, que siempre había asegurado a todo el mundo su carácter pacífico y la naturaleza exclusivamente defensiva de sus programas militares, declaró la "responsabilidad global" y la "indivisibilidad de la seguridad" en la región euroatlántica y en la llamada región Indo-Pacífica. Es decir, la "línea de defensa" de la OTAN (como Alianza defensiva) se desplaza ahora hacia las costas occidentales del Pacífico. El enfoque ideológico de bloques -que socava el multilateralismo basado en los principios de la ASEAN- queda patente en la creación de la alianza militar AUKUS, a la que se está empujando a Japón, Corea del Sur y a varios países de la ASEAN. Bajo los auspicios de EEUU, se están estableciendo mecanismos para interferir en cuestiones de seguridad marítima con vistas a garantizar los intereses unilaterales de Occidente en las aguas del Mar de China Meridional. Ayer Borrell, a quien he citado antes, prometió enviar fuerzas navales de la UE a esta región. No se oculta que la Estrategia Indo-Pacífica está diseñada para contener a China y aislar a Rusia. Así es como entienden los colegas occidentales el multilateralismo eficaz en la región Asia-Pacífico.

Tras la disolución del Pacto de Varsovia y la retirada soviética de la escena política, se despertó la esperanza de la implantación de un auténtico multilateralismo sin líneas divisorias en el área euroatlántica. Pero en lugar de dar rienda suelta al potencial de la OSCE sobre una base colectiva igualitaria, los países occidentales no solo conservaron la OTAN, sino que rompieron sus juramentos y se embarcaron en una impúdica absorción del espacio colindante, incluyendo zonas en las que siempre habían existido y seguirían existiendo los intereses vitales rusos. Como informó el entonces Secretario de Estado estadounidense, James Baker, al Presidente George Bush padre: "La principal amenaza para la OTAN es la OSCE". Yo añadiría que en la actualidad tanto la ONU como los requisitos de su Carta también suponen una amenaza para las ambiciones globales de Washington.

Rusia ha intentado pacientemente alcanzar acuerdos multilaterales mutuamente beneficiosos basados en el principio de la indivisibilidad de la seguridad, proclamado solemnemente al más alto nivel en los documentos de las cumbres de la OSCE de 1999 y 2010. Establece sin faltar punto ni coma que nadie debe reforzar su seguridad a expensas de la seguridad de los demás, y que no se puede atribuir a ningún Estado, grupo de Estados u organización la responsabilidad primordial de mantener la paz en el área de la OSCE ni considerar alguna parte de dicha área como su esfera de influencia.

La OTAN ha ignorado estos compromisos de los Presidentes y Primeros Ministros de sus Estados miembros y ha empezado a actuar exactamente al revés, proclamando su derecho a cualquier arbitrariedad. Un ejemplo flagrante es el bombardeo anárquico de Yugoslavia en 1999, incluso con municiones de uranio empobrecido, que provocó un posterior brote de cáncer, tanto entre los ciudadanos serbios como entre los militares de la OTAN. Joe Biden era senador entonces y dijo ante las cámaras con cierto orgullo que él personalmente pidió el bombardeo de Belgrado y la destrucción de todos los puentes sobre el río Drina. Ahora, el embajador estadounidense en Belgrado, Christopher Hill, pide a los serbios a través de los medios que "pasen la página" y "dejen de ofenderse". EEUU ha acumulado una rica experiencia en este sentido. Japón lleva mucho tiempo guardando un silencio y bajando la mirada cuando le toca responder quién bombardeó Hiroshima y Nagasaki. No hay ni una palabra al respecto en los libros de texto. Recientemente, en la reunión del G-7, el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, lamentó de forma muy patética el sufrimiento de las víctimas de aquellos bombardeos, pero no llegó a mencionar quién los había organizado. Estas son las "reglas". Y nadie se atreve a contradecirlas.

Desde la Segunda Guerra Mundial ha habido docenas de aventuras militares criminales por parte de Washington, sin ningún intento de asegurar la legitimidad multilateral. ¿Por qué, si existen "reglas" que nadie conoce?

La vergonzosa invasión de Iraq por la coalición liderada por EEUU en 2003 se llevó a cabo violando la Carta de la ONU, al igual que la agresión contra Libia en 2011. El resultado fue la destrucción de un Estado, cientos de miles de muertos y un terrorismo rampante.

La injerencia estadounidense en los asuntos de los Estados postsoviéticos fue una flagrante violación de la Carta de la ONU. Se organizaron las llamadas revoluciones de colores de Georgia y Kirguizistán y el sangriento golpe de Estado en Kiev en febrero de 2014. En la misma categoría están los intentos de tomar el poder por la fuerza en Bielorrusia en 2020.

Los anglosajones, que lideran con confianza todo Occidente, no solo justifican todas estas aventuras criminales, sino que también se jactan de su línea de "promoción de la democracia". Pero de nuevo de acuerdo con sus "reglas": La independencia de Kósovo debe reconocerse sin ningún referéndum; la de Crimea no se reconoce (aunque hubo un referéndum); la de las Islas Malvinas es intocable, ya que hubo un referéndum allí (como dijo recientemente el Ministro de Asuntos Exteriores británico, James Cleverly). Es ridículo.

Para rechazar el doble rasero, pedimos a todos que se guíen por los acuerdos consensuados en el marco de la Declaración de la ONU sobre los Principios del Derecho Internacional de 1970, que sigue vigente. Establece claramente la necesidad de respetar la soberanía y la integridad territorial de aquellos Estados que "respetan el principio de igualdad de derechos y de autodeterminación de los pueblos y tienen gobiernos que representan a todas las personas que viven en el territorio". Es obvio para cualquier observador imparcial que el régimen nazi de Kiev no puede considerarse en modo alguno representante de los habitantes de los territorios que se negaron a aceptar los resultados del sangriento golpe de Estado de febrero de 2014 y contra los que los golpistas desataron la guerra por ello.  Al igual que Pristina no puede pretender representar los intereses de los serbios de Kósovo, a los que la UE prometió autonomía (al igual que Berlín y París prometieron un estatus especial a Donbás). El resultado de estas promesas es bien conocido.

Nuestro Secretario General, António Guterres, en su discurso ante la segunda Cumbre por la Democracia, que se celebró el 29 de marzo, señaló muy acertadamente: "La democracia nace de la Carta de la ONU. Sus primeras palabras -"Nosotros los pueblos"- reflejan la fuente fundamental del poder legítimo: el consentimiento de los gobernantes". Consentimiento. Permítanme subrayarlo una vez más.

Para detener la guerra desatada por el golpe de Estado en el este de Ucrania, se hicieron esfuerzos multilaterales para lograr una solución pacífica, plasmados en una resolución del Consejo de Seguridad que respaldó unánimemente los acuerdos de Minsk. Estos acuerdos han sido pisoteados por Kiev y sus amos occidentales, quienes ellos mismos admitieron recientemente, con cinismo e incluso orgullo, que nunca tuvieron intención de aplicarlos, sino que solo querían ganar tiempo para nutrir Ucrania con armas contra Rusia. Esto declaró públicamente una violación del compromiso multilateral de todos los miembros de la ONU, consagrado en la Carta, que exige que todos los países cumplan las resoluciones del Consejo de Seguridad.

Nuestras constantes acciones para evitar la confrontación, incluida la propuesta del Presidente ruso Vladímir Putin de diciembre de 2021 sobre negociar las garantías de seguridad mutuas multilaterales, fueron rechazadas con arrogancia. Nadie, se nos dijo, puede impedir que la OTAN abra los brazos a Ucrania.

En todos los años transcurridos desde el golpe de Estado, a pesar de nuestras insistentes demandas, ninguno de los amos occidentales del régimen de Kiev ha espetado a Piotr Poroshenko, Vladímir Zelenski o a la Rada Suprema de Ucrania cuando la lengua rusa, la educación, los medios de comunicación y, en general, las tradiciones culturales y religiosas rusas han sido legislativa y sistemáticamente destruidas, en violación directa de la Constitución ucraniana y de las convenciones universales sobre los derechos de las minorías nacionales. Mientras tanto, el régimen de Kiev introdujo la teoría y la práctica del nazismo en la legislación y en la vida cotidiana. No dudó en organizar fastuosas procesiones con antorchas bajo los estandartes de las divisiones de las SS en el centro de Kiev y otras ciudades. Occidente guardó silencio y se frotó las manos. Lo que estaba ocurriendo se ajustaba plenamente a los planes estadounidenses de utilizar el régimen abiertamente racista que habían alimentado con la esperanza de debilitar a Rusia de manera más profunda en consonancia con la línea estratégica de eliminar los competidores y socavar cualquier escenario que implicara la afirmación de un multilateralismo justo en los asuntos mundiales.

Hoy está claro para todos -aunque no todos lo digan en voz alta- que no se trata en absoluto de Ucrania, sino de cómo se desarrollarán las relaciones internacionales: mediante la construcción de un consenso sostenible basado en el equilibrio de intereses, o mediante la promoción agresiva y explosiva de la hegemonía. La cuestión ucraniana no puede considerarse aislada del contexto geopolítico. El multilateralismo presupone el respeto de la Carta de la ONU en todos sus principios interrelacionados, como ya se ha mencionado. Rusia ha explicado explícitamente los objetivos de la : eliminar las amenazas a nuestra seguridad que plantea la OTAN desde hace años directamente en nuestras fronteras y proteger a las personas que han sido privadas de sus derechos en virtud de los convenios multilaterales, es decir, protegerlas de las amenazas directas declaradas públicamente por el régimen de Kiev de exterminio y expulsión de los territorios en los que sus antepasados han vivido durante siglos. Hemos sido honestos sobre por qué y por quién luchamos.

Frente a la histeria de EEUU y la UE, cabe preguntar a ellos, para observar el contraste: ¿qué hicieron Washington y la OTAN en Yugoslavia, Iraq y Libia? ¿Existían amenazas para su seguridad, su cultura, su religión, sus lenguas? ¿Qué normas multilaterales les guiaron para declarar la independencia de Kósovo desafiando los principios de la OSCE y para destruir los Estados económicamente estables y ricos de Iraq y Libia a 10.000 millas de las costas estadounidenses?

El sistema multilateral se ha visto amenazado por los descarados intentos de los Estados occidentales de subyugar las secretarías de la ONU y otras instituciones internacionales. Siempre ha habido un desequilibrio cuantitativo a favor de Occidente, pero hasta hace poco la Secretaría General intentaba mantenerse neutral. En la actualidad, este desequilibrio se ha hecho crónico, y el personal de la Secretaría General incurre cada vez más en comportamientos políticamente motivados, impropios de funcionarios internacionales. Instamos al distinguido Secretario General, António Guterres, a garantizar que todos sus empleados cumplan los requisitos de imparcialidad de conformidad con el artículo 100 de la Carta de la ONU. Exhortamos también a la dirección de la Secretaría General que, a la hora de preparar los documentos de iniciativa sobre la mencionada agenda común y la nueva agenda para la paz, se guíe por la necesidad de sugerir a los Estados miembros cómo encontrar un consenso y un equilibrio de intereses, en lugar de seguir el juego a los conceptos neoliberales. De lo contrario, en lugar de una agenda multilateral, se profundizará la división entre los "mil millones de oro" y la mayoría global.

Hablar de multilateralismo no puede limitarse al contexto internacional, al igual que hablar de democracia no puede ignorar este contexto internacional. No debe haber un doble rasero. Tanto el multilateralismo como la democracia deben respetarse dentro de los Estados y en sus relaciones mutuas. Todo el mundo sabe que Occidente, imponiendo a los demás su forma de entender la democracia, no quiere una democratización de las relaciones internacionales basada en el respeto de la igualdad soberana de los Estados. Pero ahora, mientras promueve sus "reglas" en el ámbito internacional, también está sofocando el multilateralismo y la democracia en su propia casa, utilizando herramientas cada vez más represivas para suprimir cualquier disidencia, tal y como está haciendo el régimen criminal de Kiev, apoyado por sus "maestros", EEUU y sus aliados.

Queridos colegas, una vez más, como en los años de la Guerra Fría, hemos llegado a una línea peligrosa, quizás aún más peligrosa. La situación se agrava por la pérdida de fe en el multilateralismo, cuando la agresión financiera y económica de Occidente destruye los beneficios de la globalización, cuando Washington y sus aliados abandonan la diplomacia y exigen y exigen que las disputas se aclaren "en el campo de batalla", y todo ello dentro de los muros de la ONU, creado para prevenir los horrores de la guerra. Las voces de las fuerzas responsables y sensatas, los llamamientos a la sensatez política y al renacimiento de la cultura del diálogo están siendo ahogadas por quienes se proponen socavar los principios fundamentales de la comunicación interestatal. Todos debemos volver a los orígenes, a la adhesión a los propósitos y principios de la Carta de la ONU en toda su diversidad y en toda su interconexión.

Un auténtico multilateralismo exige hoy la adaptación de la ONU a las tendencias objetivas hacia una arquitectura multipolar de las relaciones internacionales. La reforma del Consejo de Seguridad debe acelerarse mediante una mayor representación de los países asiáticos, africanos y latinoamericanos. La excesiva representación actual de Occidente en este órgano principal de la ONU socava el principio del multilateralismo.

Por iniciativa de Venezuela, se creó el Grupo de Amigos en Defensa de la Carta de la ONU. Instamos a todos los Estados que respetan la Carta a que se adhieran a esta organización. También es importante aprovechar el potencial constructivo de los BRICS y la OCS. La CEEA, la CEI y la OTSC están dispuestas a aportar su contribución. Estamos a favor de utilizar la iniciativa de las asociaciones regionales de países del Sur Global. El G-20 también puede desempeñar un papel útil en el mantenimiento del multilateralismo si los participantes occidentales dejan de distraer a sus colegas de las cuestiones acuciantes de su agenda con la esperanza de ahogar su responsabilidad en la acumulación de fenómenos de crisis en la economía mundial.

Es nuestra responsabilidad compartida preservar la ONU como modelo forjado de multilateralismo y coordinación política mundial. La clave del éxito es trabajar juntos, abstenerse de reivindicar exclusividades y -lo repito otra vez- respetar la igualdad soberana de los Estados. Esto es lo que todos firmamos cuando ratificamos la Carta de la ONU.

En 2021, el Presidente ruso Vladímir Putin propuso convocar una cumbre de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Los líderes de China y Francia apoyaron esta iniciativa, pero lamentablemente aún no se ha llevado a cabo. Este tema está directamente relacionado con el multilateralismo: no porque las cinco potencias tengan algún tipo de privilegio sobre el resto, sino precisamente por su especial responsabilidad, según la Carta de la ONU, en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Esto es lo que exigen los imperativos del orden mundial con el papel protagónico de la ONU, que se está desmoronando ante nuestros ojos como consecuencia de las acciones occidentales.

La preocupación por dicho estado de cosas se hace cada vez más patente gracias a las numerosas iniciativas e ideas del Sur Global, desde Asia Oriental y Sudoriental, el mundo árabe y el mundo musulmán en general, hasta África y América Latina. Apreciamos su sincero deseo de alcanzar una solución a cualquier problema contemporáneo mediante un trabajo colectivo honesto encaminado a armonizar el equilibrio de intereses sobre la base de la igualdad soberana de los Estados y la indivisibilidad de la seguridad.

En resumen, quisiera dirigirme a todos los periodistas que están cubriendo ahora nuestra reunión. A sus colegas de los medios de comunicación rusos no se les ha permitido la entrada. La Embajada de EEUU en Moscú les informó burlonamente de que estaban preparados para expedirles pasaportes con visados en el momento en que despegara nuestro avión. Así que tengo una gran petición para ustedes: suplan la ausencia de los periodistas rusos. Intenten realizar sus reportajes de manera que transmitan a la audiencia mundial toda la diversidad de juicios y valoraciones.


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