Comentario de la portavoz del MAE de Rusia, Maria Zajarova, en relación con las declaraciones antirrusas del Primer Ministro del Japón, Fumio Kishida
Hemos tomado nota de los recientes comentarios hostiles hechos por el Primer Ministro del Japón, Fumio Kishida, incluidas sus declaraciones sesgadas sobre la problemática de las armas nucleares. Su contenido y tonalidad provocan extrañeza. En particular, para justificar la elección de Hiroshima como escenario de la cumbre del G7, se esgrimió la tesis de que la mencionada ciudad no tiene una alternativa más aceptable cuando en medio de la desestabilización del ordenamiento mundial “pasa a ser una realidad el empleo por Rusia de las armas nucleares y la amenaza de emplearlas”.
Sorprende el cinismo con que se pretende insertar unas críticas infundadas de nuestro país en el contexto de la tragedia de Hiroshima. Sería lógico suponer que de cara al aniversario de turno de aquella tragedia, cuando contra el Japón habían sido empleado armas atómicas, Tokio dirigiría sus denuncias patéticas contra el país que en agosto de 1945 había sometido a un bombardeo criminal a dos ciudades niponas. Es que contrariamente a una retórica servil que con respecto a EEUU manifiestan las autoridades del Japón que no ahorran energías por desvaír la memoria histórica de su propio pueblo, los habitantes de Hiroshima y Nagasaki no pueden por menos de recordar que la orden infernal había sido impartida en Washington.
Son absolutamente insostenibles los intentos de tergiversar con fines propagandísticos la lógica de disuasión presente en los comentarios oficiales rusos sobra la problemática nuclear y de presentarnos como un país que amenaza con emplear armas nucleares. Esto provoca rechazo especial dado que los principales riesgos nucleares son generados ahora precisamente por el patrono del Japón, EEUU, escudándose en cuya “sombrilla nuclear” hacen sus comentarios provocadores los representantes de Tokio.
Habiendo provocado el agravamiento de la crisis ucraniana y desatado una virulenta confrontación proxy con Rusia, Washington y sus aliados balancean peligrosamente al borde un conflicto armado con nuestro país que puede degenerar en conflicto armado directo de las potencias nucleares. Evidentemente, semejante conflicto estaría preñado de una escalada nuclear. Ello no obstante, la cúpula gobernante nipona prefiere hacer la vista gorda de esta política desestabilizadora practicada por sus dueños estadounidenses.
Por lo que se refiere al empeño de Tokio en hacer resaltar el tema de disminución del peligro nuclear y avance hacia un mundo desnuclearizado, esta actitud no deja de provocar una sensación de falta de sinceridad. Esta postura se contradice con los datos que aparecen sistemáticamente y tienen que ver con los insistentes llamamientos del Japón a incrementar los arsenales nucleares estadounidenses en Asia-Pacífico. Esto se manifestó en las acerbas críticas que Tokio sometió a la Administración de Barack Obama por la renuncia a los misiles de crucero con base en mar y en el enérgico apoyo al programa de la Administración de Donald Trump que estipulaba incrementar los armamentos nucleares de poca potencia, incluyendo el retorno a la fabricación de los misiles de crucero con base en mar dotados de ojivas nucleares. Tampoco podemos pasar desapercibidas las discusiones, promovidas por personas influyentes, sobre la racionalidad de emplazar en el Japón armas nucleares y practicar comparticiones nucleares similares a las de la OTAN, lo que contradice las cláusulas del Tratado de No Proliferación Nuclear (1968). Procede señalar que sigue en vigor el acuerdo estadounidense-nipón que permite volver a desplegar armas nucleares de EEUU en Okinawa.
A la luz de ello, surgen las fundamentadas sospechas de que Tokio busca valerse de semejantes tesis sobre la problemática nuclear para ocultar el papel histórico desempeñado por el militarismo japonés durante la II Guerra Mundial y justificar su coherente política encaminada a distanciarse de las limitaciones autoimpuestas en materia militar.