Discurso pronunciado por el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, en la ceremonia de inauguración de la exposición documental “El Holocausto: exterminio, liberación, salvamiento”, Nueva York, 18 de enero de 2018
Estimadas damas y caballeros,
Es un gran honor para mí pronunciar un discurso en la sede de la ONU en la ceremonia de inauguración de la exposición histórico-documental “El Holocausto: exterminio, liberación, salvamiento”. La exposición se celebra en la antesala del Día Internacional de Conmemoración de las víctimas del Holocausto a las que se rinde tributo el 27 de enero anualmente.
Ante todo, quisiera agradecer al centro científico y educativo Holocausto y su copresidente, Iliá Altman; al Congreso Judío de Rusia por haber organizado esta exposición que contiene documentos de archivo únicos – testimonios de la horrible tragedia del Holocausto, fotografías de los presos de los campos de exterminio nazis y sus libertadores – soldados del Ejército Rojo.
El Holocausto es uno de los crímenes de lesa humanidad más graves, es la manifestación de una crueldad despiadada y un desprecio por el valor de la vida. El exterminio masivo de los judíos y representantes de otros grupos étnicos por los nazis es un resultado de la aplicación de la política de supremacía racial. Nuestro deber sagrado consiste no sólo en honrar la memoria de millones de víctimas inocentes, sino también de aplicar los mayores esfuerzos posibles para prevenir la repetición de tales tragedias en un futuro.
No podemos dejar de estar preocupados por el hecho de que estos últimos tiempos se observe una rehabilitación rastrera del nazismo. Varios Estados, entre ellos los que se consideran democracias ejemplares, desarrollan políticas sistémicas tendentes a revisar los resultados de la Segunda Guerra Mundial, también glorificando a los partidarios de Hitler y colaboracionistas locales. Es especialmente amoral una guerra contra los monumentos librada en varios países miembros de la UE, en el curso de la que se destruyen y se profanan los monumentos a los soldados soviéticos que liberaron el mundo de los horrores de la peste parda sacrificando en aras de ello sus propias vidas, hicieron una aportación decisiva para garantizar la paz y la estabilidad en el continente europeo durante muchos años. Tales acciones son profanas a escala panhumana. Lanzan un reto a la arquitectura de la seguridad de posguerra que se basa en la Carta de la ONU, las decisiones del Tribunal de Núremberg, otros documentos jurídicos internacionales inquebrantables. Todos nosotros debemos contrarrestar estas tendencias muy peligrosas.
En Rusia prestan una atención especial a este tema. Entregamos anualmente a la Asamblea General de la ONU un proyecto de resolución especial sobre la lucha contra la glorificación del nazismo, el neonazismo y otras prácticas que contribuyen a exacerbar las formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia. El número de Estados que intervienen como sus coautores crece de año en año. Aprobamos de nuevo tal resolución hace un mes, el 19 de diciembre de 2017, en la sesión plenaria del 72º período de sesiones de la Asamblea General de la ONU. El documento fue aprobado por mayoría aplastante de votos. Mientras, varios países no lo respaldaron intentando justificar su postura con la necesidad de respetar la libertad de expresión. Creo que la exposición de hoy debería emitir una nueva señal evidente: tales tentativas de interpretar el tema de nazismo son inadmisibles.
En los próximos meses, se planea montar esta exposición en varios otros países. Estoy seguro de que esto contribuirá a afirmar la verdad histórica, evocará de nuevo la hazaña de los que aplastaron el nazismo, salvaron a los judíos y otros pueblos del exterminio.
Al final, quisiera desear buena salud y bienestar a nuestros queridos veteranos, incluidos los que salvaron a los judíos liberando Auschwitz y los que vencieron al nazismo en Europa.
Estoy encantado, claro está, de ver a mi buen amigo Arthur Schneier quien es una de las fuguras de peso en la vida política de Nueva York y lleva a cabo una actividad muy importante para prevenir la glorificación de las personas que cometieron crímenes repugnantes.