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Respuesta ofrecida por el Ministro de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia, Serguéi Lavrov, a una pregunta de la revista Mezhdunarodnaya Zhizn (Vida Internacional), 9 de junio de 2023

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Pregunta: ¿Qué opina Usted, Serguéi, de otra serie de acusaciones por parte occidental contra nuestro país, esta vez en relación con el bombardeo de la central hidroeléctrica de Kajovka?

Respuesta: Como saben, los políticos occidentales y los medios embobados llevan mucho tiempo acusando a Rusia de todos los pecados mortales, sin presentar ninguna prueba. Baste recordar el llamado caso Skripal, la situación en torno al "envenenamiento" de Alexéi Navalny, el accidente del vuelo MH17, el ataque terrorista contra los Nord Stream y el asesinato escenificado de civiles en Bucha. Por cierto, llevamos mucho tiempo pidiendo al Secretario General de la ONU, António Guterres, que intervenga en la situación de Bucha y garantice que Kiev haga públicos los nombres de las personas cuyos cadáveres fueron presentados por el régimen ucraniano a la comunidad internacional a principios de abril de 2022. La respuesta es el silencio. Todo el mundo calla. Ninguna reacción. Y no hay nada sorprendente. Como señaló acertadamente el presidente ruso Vladímir Putin, Occidente es hoy un auténtico "imperio de las mentiras". En ninguno de estos casos Occidente ha hecho públicos los hechos que ha estado ocultando cuidadosamente. Se bloquean todas las propuestas de investigaciones transparentes.

Ahora nos enfrentamos con declaraciones que se reducen al hecho de que no importa quién voló la central hidroeléctrica de Kajovka. La única razón de lo sucedido es la "invasión" rusa de Ucrania. Si no hubiera ocurrido, todo habría ido bien. Así lo afirmó sin vacilar el Ministro de Asuntos Exteriores británico, James Cleverly, en particular. El Secretario General de la ONU, António Guterres, se expresó de la misma manera sobre el sabotaje de la central hidroeléctrica de Kajovka.

Al mismo tiempo, nadie en Occidente -ni en la Secretaría de la ONU- recuerda que el régimen ucraniano la ha bombardeado repetidamente desde el verano de 2022 utilizando, entre otras cosas, los sistemas estadounidenses de alta precisión HIMARS y se ha jactado en voz alta de sus acciones. El otoño pasado, llamamos la atención de la ONU a nivel oficial sobre los planes declarados del régimen de Kiev para destruir la central hidroeléctrica de Kajovka, pero su dirección no reaccionó mirando hacia Occidente a sus espaldas.

Además, me gustaría hacer hincapié en el hecho de que la Secretaría de la ONU y el OIEA tampoco responden a nuestras notas casi semanales sobre los bombardeos e intentos de sabotaje contra la central nuclear de Zaporiyia. No queremos que se materializara otro tocho antirruso.

Los occidentales recortan todos los hechos y acontecimientos inconvenientes para ellos y sus protegidos en Kiev, en plena conformidad con la notoria cultura de la cancelación de todo lo que no se ajusta a sus intereses geopolíticos y a su interpretación de la historia.

Se nota un claro deseo de trasladar la culpa por los problemas a quien no la tiene y eludir la responsabilidad por la guerra que han desatado.

Pero incluso si tomamos como base la lógica occidental de "si no fuera este o tal", nada de lo que está ocurriendo ahora en Ucrania habría sucedido si Washington y Bruselas no hubieran apoyado el sangriento golpe de Estado de febrero de 2014 y no hubieran llevado a los ultranacionalistas al poder en Kiev bajo las consignas de abolir la lengua rusa y expulsar a los rusos de Crimea. Si los dirigentes occidentales no hubieran saboteado la aplicación del paquete de medidas propuesto en el Protocolo de Minsk y no hubieran arrastrado simultáneamente a Ucrania a la OTAN para crear una amenaza militar en nuestras fronteras occidentales. Si el Occidente histórico no hubiera rechazado las propuestas rusas de garantías mutuas de seguridad, tanto en 2009 como en diciembre de 2021, lo que todavía se recuerda bien. La lista de "si no fuera este o tal" podría continuar.

Los ingenieros geopolíticos occidentales prefieren no darse cuenta de la naturaleza nazi del régimen de Zelenski, que calificó en voz alta a los residentes de Donbás no de personas sino de criaturas y les instó a ellos y a todos los ucranianos que sienten afinidad por la cultura rusa a lagrarse de Ucrania a Rusia por el bien del futuro de sus hijos y nietos. Occidente hace la vista gorda ante las declaraciones misántropas de figuras como Alexéi Daníov, Dmitri Kuleba, Alexéi Réznikov y Alexéi Arestóvich, de manera deliberada. Y estos no ocultan los planes del criminal régimen ucraniano para retomar Crimea y Donbás, y luego destruir todo lo ruso y a los rusos allí: "legal o físicamente". Occidente tampoco habla de que durante nueve años, desde 2014, las fuerzas punitivas ucranianas -los sucesores espirituales de Stepán Bandera y Román Shujévich- han estado exterminando a los habitantes del sureste. Se sabe de embajadores ucranianos en el extranjero que juran ante las cámaras de televisión matar a los rusos dondequiera que estén y declaran con patetismo de su deber por terminar lo que sus padres y abuelos empezaron.

¿Toleraría algo parecido la UE, que suele moralizar sobre los derechos humanos, con respecto a, digamos, los británicos en Irlanda, los franceses en Bélgica, los italianos en Suiza o los suecos en Finlandia? La pregunta es, por supuesto, retórica.

Permítanme repetirlo: estamos acostumbrados a la hipocresía y la desvergüenza de los políticos occidentales, a su descarado doble rasero y a sus normas. Ni Emmanuel Macron, ni Olaf Scholz, ni Rishi Sunak, ni James Cleverly, ni muchos otros políticos prefieren no recordar toda la prehistoria de casi 10 años de la crisis ucraniana y todos estos hechos tan llamativos (uno esperaría que no lo quieren hacer por un sentimiento de vergüenza por su comportamiento en esos años, aunque los anglosajones y las figuras europeas "creadas" por ellos apenas tienen conciencia). El propósito de dicha "falta de memoria" es obvio: pretenden abolir todo el periodo histórico en el que el régimen nazi de Kiev bombardeó a su propio pueblo y saboteó descaradamente las decisiones del Consejo de Seguridad de la ONU.

Sin embargo, en contexto de esta situación, no podemos sino preocuparnos por la postura tan ambigua del Secretario General de la ONU, António Guterres, que en realidad está en el mismo equipo con los occidentales en lo que respecta a la crisis ucraniana. Mientras tanto, António Guterres debería, en virtud de su mandato, representar a toda la comunidad internacional, no servir a los intereses de los "mil millones de oro" o actuar como guardián de, como dijo Josep Borrell, "un jardín del Edén rodeado de jungla salvaje". Es totalmente incomprensible por qué el Secretario General de la ONU está participando en estos juegos. Instamos a António Guterres a que consulte más a menudo la Carta de la ONU para no olvidar sus atribuciones y responsabilidades.


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