Intervención del Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, en la velada en memoria de Víctor Chernomyrdin, Moscú, 26 de octubre de 2011
Estimados Don Vitalio y Don Andrés,
Queridos colegas, amigos,
Hoy celebramos la velada dedicada a la memoria del señor Víctor Chernomyrdin, persona con la que muchos que están presentes aquí están relacionados bastante. Estoy seguro de ello porque valiéndome del tópico que en este caso tiene el pleno derecho a existir, "su causa sigue viviendo". Sigue viviendo en sus hijos, parientes, en sus amigos, en todos los que se contactaban con él aunque sea un poco.
Estoy convencido de que el optimismo flameante de esa persona y su energía contagiaba a cualquiera. Persona de talentos excepcionales que personificaba los mejores rasgos del pueblo ruso, patriota de su nación, la Federación de Rusia, y antes, de la Unión Soviética. Siempre era cumplidor, probo; ponía por encima de todo el servicio a la Patria. Nunca se escapaba de la responsabilidad, siempre estaba dispuesto a asumirla al solucionar los complicadísimos problemas en los derroteros estratégicos de la evolución de nuestro Estado: en las etapas más cruciales, cuando, en rigor, quedaba a solas con el socio, y había que decidir al instante.
Tuve la ocasión de trabajar con él a principios de los años 1990, cuando comenzó a ocupar el cargo de Presidente del Gobierno de la Federación de Rusia. Me acuerdo de varios episodios, cuando sus cualidades se manifestaron vivamente en plena medida. Fue cuando en Washington conversaba con Michel Camdessus, Director Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, procurando la solución positiva del problema de la concesión de créditos necesarios en extremo en aquel momento para nuestro país. Explicaba que tenemos zonas árticas a donde "hay que llevar productos y mercancías, y el tiempo se está perdiendo, y pronto la navegación cesará". Y consiguió que este delicado francés comprendiera los argumentos aducidos. Aunque se exponían en lenguaje sencillo, insólito en el FMI.
Junto visitábamos el cabo de Cañaveral. Entonces se sentaban las bases de la cooperación con EE.UU. que en adelante redundó en la creación de la estación espacial internacional. El programa estadounidense de "Shuttles" estaba en auge, y hablábamos no desde las posiciones firmes como ahora. Sin embargo el señor Chernomyrdin supo acordar condiciones favorables y dignas de la cooperación con EE.UU. en materia espacial. De la misma manera trabajaba en la Comisión Chernomyrdin–Gore que pasó a ser prototipo del "reinicio" y cuya experiencia positiva la aprovechamos hasta la fecha.
Sin duda, todos conocen Budiónovsk, cuando Víctor Chernomyrdin se vio en medio del problema gravísimo y tomaba decisiones literalmente "en vivo". Fue proceder de un hombre, de un estadista y político. Estoy convencido de que el señor Chernomyrdin comprendía en plena medida los efectos de tal o cual paso.
Claro que no debemos olvidar su trabajo en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia. Fue un gran honor, cuando Víctor Chernomyrdin, tras la prolongada ocupación del cargo de Presidente del Gobierno de Rusia, fue designado Embajador ruso en Kíev y Representante Especial del Presidente para las Relaciones con Ucrania. Ocupando esos cargos volvió a manifestarse como persona que ve mucho detrás del horizonte y siempre combina los problemas y dificultades con los intereses estratégicos de la Patria. No se separaba de Ucrania, y, ustedes lo saben, Ucrania no lo consideraba ajeno. Conforme a las encuestas de allí, si hubiera presentado su candidatura para el cargo de Presidente de Ucrania, habría ganado con creces. Claro que no quiero decir nada mal de las personas que pretendían este cargo, pero eran ellas que se lo decían a él. Y este hecho es muy valioso para comprender la escala de la persona de Víctor Chernomyrdin.
El señor Chernomyrdin fue una persona muy generosa. Generoso para ayudar a los amigos, allegados y no muy allegados. Generoso en cuanto a su talento que nunca aprovechaba para la autopublicidad sino que lo hacía para servir a la Patria. Su encanto pasó a ser legendario, su humor pasó a ser clásico, que refleja nuestra época con toda la plenitud, incluso en lo que respecta al servicio diplomático. Una vez en una recepción, cuando se ofrecían bebidas diversas, el señor Chernomyrdin optó por whiskey. El camarero le preguntó: "¿Diluir con agua?". Y él respondió: "Si se debiera diluir whiskey, lo harían en la fábrica". Por lo tanto, todo estaba bien asimismo con la ceremonia y el protocolo diplomático.
En la comunicación con las personas que no le eran indiferentes se sentía cuán importante era para él su retaguardia sólida y segura, su familia, su difunta esposa Valentina, sus hijos, nietos y, en general, todo lo que constituye la dicha humana casera.
Estoy muy reconocido a quienes han venido hoy a esta velada. Queríamos que fuera informal, humana, como era el señor Víctor Chernomyrdin que quedará para siempre en nuestros corazones.