Declaración de la portavoz del MAE de Rusia, María Zajárova
La situación en Venezuela está tomando tintes cada vez más alarmantes. Para el 23 de febrero la oposición apoyada desde Washington planea actos que se podrían llamar, parafraseando a Gabriel García Márquez, «crónica de una provocación anunciada».
Es notable que los planee para el día cuando vence formalmente el plazo de la proclamada pseudo «presidencia interina». Después del 23 de febrero su improvisada existencia perderá le legitimidad incluso dentro del modelo «legal» inventado por la misma y por sus patrocinadores estadounidenses. Es por eso que necesita pasar a la «acción».
¿De qué se trata? Desde el territorios del Estado limítrofe se planea introducir unas cargas declaradas «ayuda humanitaria» para el pueblo venezolano. Dada la postura al respecto de las autoridades legítimas del país, los autores de la iniciativa se disponen a forzar la frontera obligando a los guardias fronterizos y militares a usar la fuerza. Apuestan por la división dentro de las Fuerzas Armadas (no es casual que el «presidente interino» les haya planteado el ultimátum para pasar a su bando en el plazo de 8 días) o por las víctimas significativas, por un maidán venezolano, por su propio «centenar del cielo» que le permitan poner en marcha la operación militar desde el exterior.
A la ciudad colombiana fronteriza de Cúcuta, que se ha hecho conocer en los últimos días, ya llegaron los principales promotores de la actual campaña antivenezolana en Washington, incluidos los senadores Marco Rubio y Mario Díaz-Balart.
Surge esta pregunta natural: ¿qué quieren los autores de este guión?
Si se trata del deseo de ayudar con las cargas humanitarias a la población del país, es razonable preguntar. Primero, ¿si no sería más correcto, en lugar de intentar hipócritamente introducir la «ayuda» por un par de centenares de millones de dólares, desbloquear las cuentas de las empresas estatales en los bancos estadounidenses por 11. 000 millones de dólares (asignados por el gobierno para adquirir medicamentos, alimentos y productos de primera necesidad) o de los recursos y activos de la empresa PDVSA por 7.000 millones? El daño total por las restricciones estadounidenses se estima en 345.000 millones de dólares. Estas sanciones ilegales que persiguen el objetivo de ahogar la economía venezolana, difícilmente están diseñadas para aliviar la situación de los ciudadanos de a pie en el país latinoamericano.
Segundo, si los organizadores realmente se plantean como único objetivo la entrega de ayuda humanitaria a los necesitados, ¿por qué no recurre a las entidades especializadas de la ONU que poseen una experiencia inapreciable de llevar a cabo operaciones similares? Tal vez porque éstas últimas actúen acorde a los principios de imparcialidad, neutralidad, independencia y humanismo y coordinen sin falta sus pasos con las autoridades legales del país o las organizaciones regionales influyentes, a las que tienen confianza todas las partes (por ejemplo, CARICOM)?
Desde luego, estas preguntas no tienen sentido si se trata de una provocación preparada y de una especulación con el noble objetivo. Entonces, es justificada otra pregunta, en primer lugar, por parte de los latinoamericanos. Sabemos que la complicada historia de la región ha terminado provocando una grave alergia a las intervenciones militares extranjeras, que, como regla general, llegaban desde el norte, desde EEUU. Sabemos que todos los países de América Latina y el Caribe, independientemente del color político de sus gobiernos, se pronunciaron en contra de la intervención militar en Venezuela. La amenaza de la misma proviene únicamente de EEUU y, por más extraño que parezca (o quizás no tenga nada de extraño), de la boca del propio «presidente interino de Venezuela», a quien a veces deben de poner freno los propios supervisores estadounidenses. ¿Acaso la región permitirá el uso de la fuerza? La voz de los latinoamericanos en contra la provocación, a favor de una América Latina proclamada en su tiempo como zona de paz, sería especialmente importante.
Cabe recordar los sucesos de 1986, cuando la «ayuda humanitaria a Nicaragua» resultó ser una partida de armas para las unidades de los «contras». Por cierto, supervisaba aquella operación el actual representante especial de EEUU para Venezuela, Elliot Abrams.
Volvemos a destacar una vez más: la solución de los problemas venezolanos es exclusivamente el derecho, la competencia y la responsabilidad de los propios venezolanos y deberán ejercerlos sin intervenciones provocadoras de afuera. La ayuda internacional, sobre todo la regional, debe expresarse en apoyar al máximo y de forma benévola a los venezolanos. Por lo tanto, aplaudimos los objetivos planteados y perseguidos por los participantes del «mecanismo de Montevideo»: México, Uruguay, Bolivia, los países de CARICOM. Por nuestra parte, estamos dispuestos a contribuir a buscar la comprensión mutua entre todas las fuerzas constructivas y patrióticas de Venezuela.