19:38

Intervención del Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, en la reunión con los estudiantes de la Facultad de la Política Mundial de la Universidad Estatal de Moscú “Mijaíl Lomonósov”, 11 de diciembre de 2006

2194-11-12-2006

Traducción no oficial del ruso

Intervención del Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, en la reunión  con los estudiantes de la Facultad de la Política Mundial de la Universidad Estatal de Moscú "Mijaíl Lomonósov", 11 de diciembre de 2006

Estimados colegas, amigos:

Me da gusto saludar en el Ministerio de Asuntos Exteriores a los representantes del centro nacional de enseñanza superior más importante: la Universidad Estatal de Moscú.

A mí, al igual que a la mayoría de mis colegas diplomáticos, me dieron el acceso a la vida en el Instituto Estatal de Relaciones Internacional de Moscú (MGIMO). Pero actualmente en el MAE trabajan felizmente asimismo los graduados de otros muchos centros de enseñanza superior rusos, incluida, desde luego, la Universidad "Mijaíl Lomonósov" de Moscú y su Instituto de Países de Asia y África. Estamos interesados en  que vengan al servicio diplomático los jóvenes especialistas bien preparados y que sepan pensar. Saludamos la apertura de vuestra Facultad y esperamos a vuestros graduados. Ya lo he dicho en el Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú y lo voy a repetir. El trabajo en el MAE pasa a ser un asunto grato, sobre en los aspectos profesional y psicológico-moral.  Nos apoya de nuevo un gran país de cuya postura dependen muchas cosas en el mundo. Este trabajo está ligado directamente con la consolidación interna de Rusia en las circunstancias cuando el mundo se está haciendo cada vez más interdependiente, y la faceta entre los medios de internos y exteriores garantía  de la seguridad nacional. Para que tengáis una idea mejor de los asuntos del servicio diplomático, hablemos de las relaciones internacionales actuales, el lugar y el papel que desempeña en ellas Rusia.

Durante los quince años pasados después de la finalización de la "guerra fría"  el mundo ha cambiado cardinalmente. Y aunque en su imagen siguen manifestándose los prejuicios y la inercia intelectual del pasado, incluidas las tentativas de imponer el significado hipertrofiado del factor fuerza, los brotes de lo nuevo despejan el camino cada vez con mayor seguridad.

Con el término de la oposición de bloques se reduce objetivamente el campo para la confrontación en las relaciones internacionales. La globalización, tanto de las posibilidades como de los retos a la seguridad y al desarrollo estable, no deja lugar al egoísmo nacional y la exclusividad civilizacional. La competición de dos sistemas ha sido sustituida por la competencia de los modelos de desarrollo de mercado que derrubia las antiguas líneas divisorias. Los procesos de democratización abarcan no sólo unos u otros países sino también las relaciones internacionales. Se entiende cada vez más que únicamente la respuesta solidaria de la comunidad mundial a los problemas clave del desarrollo actual puede ser verdaderamente eficaz.

Como resultado de ello está bajando la demanda del liderazgo único y se están devaluando los "antiguos"  compromisos de aliados que se respaldaban por  la solidaridad ideológica y civilizacional. A las exigencias de la época de cambios les corresponden en grado mayor no las alianzas  tradicionales engorrosos con obligaciones fijos sino las alianzas provisionales por intereses con la geometría cambiable. Se requiere, como nunca, la diplomacia "de red" que permite estructurarse con flexibilidad y participar en diversos formatos multilaterales y que garantice al máximo la solidez de la situación internacional del país independientemente de la coyuntura externa.

El mundo no se ha hecho más seguro. Más bien, al revés. La causa principal radica en los "defectos" de la globalización: la creciente desigualdad del desarrollo engendra conflictos sociales, económicos, interétnicos e interreligiosos; parte de ellos se convierte en focos de terrorismo, delincuencia organizada y narcotráfico. La escasez de la seguridad para todos los Estados, grandes y pequeños, crea reincidencias de acciones unilaterales de fuerza. El estancamiento en materia de desarme agrava la amenaza de la proliferación de las armas de exterminio masivo (AEM). Va ampliándose el espacio conflictivo en la política mundial, incluso en nuestro entorno geopolítico más cercano.

La persistente incertidumbre respecto al futuro orden mundial originalmente está relacionada en muchos aspectos con el debilitamiento de Rusia que había entrado, tras la desintegración dela URSS, en el camino de transformaciones económicas y políticas sin precedente. Otra fuente suya es el síndrome de la "victoria" en la "guerra fría". Recibió su encarnación material en los bombardeos de Servia por la OTAN en 1999; en el nuevo concepto estratégico y la ampliación de la OTAN al Este, incluida la operación militar de los EE.UU. en Irak; en la espiración de monopolizar asimismo el arreglo afgano; en general, en la aspiración a reideologizar y remilitarizar las relaciones internacionales.

Llega la nueva fase de la evolución mundial. Muchas cosas se están haciendo más claras, incluios los límites de lo posible, en la reacción y uso unilaterales de la fuerza militar. La consolidación de Rusia pasó a ser catalizador de los cambios. Rusia ahora es capaz de participar, al igual que otros países, no sólo en la realización de la agenda global sino también en la formación de ésta. Sin Rusia y contrariamente a Rusia es imposible resolver ni un solo problema internacional significativo. Todos nosotros volvemos a las esperanzas que se debían al término de la "guerra fría" hace quince años. Podemos decir que en ciertos aspectos esos años han sido perdidos. Pero en cualquier caso actualmente todos nosotros nos hicimos más sabios; nos ha enseñado la experiencia, la nuestra y la ajena. Lo fundamental es que todos los miembros de la comunidad internacional saquen para sí lecciones de esta experiencia.

El devenir de los nuevos centros globales de influencia y de crecimiento económico y una distribución más uniforme de los recursos de desarrollo sienta la base material para el orden multipolar. Además, se resuelven los problemas de la garantía de un acceso más amplio de varios países y regiones a las ventajas de la globalización y el incremento de su componente social.

El conjunto de tales factores condiciona, en primer lugar, el tránsito vislumbrado a la nueva etapa de la evolución mundial: tras el final de la "guerra fría". Su diferencia principal de la etapa anterior consiste en la creciente comprensión  de que todos los Estados se encuentran ante los desafíos y amenazas del siglo XXI, comprensión que se transforma a la tendencia hacia la afirmación de los principios colectivos y legales en la política mundial. Legales porque la falta de "reglas del juego" claras solamente reduce la sensación del peligro. Importa asimismo que todas esas conclusiones se hacen basándose en la experiencia de los últimos quince años, incluidas las tentativas del nihilismo legal internacional y la reacción unilateral haciendo uso de la fuerza.

Claro que nadie confiaba en que la incertidumbre e impredecibilidad típicas del pasado reciente en la evolución de las relaciones internacionales desaparezcan en un instante. Pero los contornos del futuro orden mundial ya comienzan a vislumbrarse. Se está produciendo una cristalización acelerada de los factores internacionales principales, incluidos Rusia, la Unión Europea, EE.UU., China, India y la Región Asia–Pacífico en general.

Nosotros supimos, antes de otros muchos, comprender las lecciones de la "guerra fría", nos renunciamos a la ideología a favor del sentido común, nos hicimos pragmáticos, partimos de la vida, las necesidades reales de la gente y los intereses de su seguridad y bienestar de los cuales en definitiva se forma la seguridad nacional y la prosperidad de un país. Rusia está abierta para el diálogo constructivo y la cooperación equitativa y 7 defiende firmemente pero sin confrontación sus intereses nacionales que son inseparables de los intereses de la comunidad mundial entera. Tales principios se propagan cada vez más en el mundo. Se están haciendo más importantes las fuerzas interesadas en una Rusia poderosa e independiente. Con tal que, claro está, las nociones de poder y grandeza de un Estado se determinen de la manera distinta que en el pasado: principalmente en las categorías de la llamada "fuerza blanda" bajo la cual se entiende, entre otras cosas, su atractivo de la política exterior, la habilidad para "jugar en equipo", la disposición para promover la agenda positiva relativa a toda la gama de problemas internacionales.

Hoy día en el mundo no existe un solo Estado o asociación de Estados que podríamos considerar nuestro adversario. No nos dejaremos enemistar con el mundo islámico, no participaremos en "alianzas sagradas" algunas. En lo que se refiere a la "opción europea" de Rusia, la entendemos, entre otras cosas, como la aspiración de los rusos al modelo socialmente orientado del desarrollo económico, típico de Europa. Este modelo en sus tiempos fue la respuesta al "reto social" de la Unión Soviética, por ende podemos considerarnos sus coautores. Sin embargo, las aspiraciones de los rusos jamás se limitaban a Europa. Rusia siempre vivía en el empalme de las civilizaciones y evolucionaba como un Estado multiétnico y multiconfesional. De ahí su papel singular en el mantenimiento del acuerdo intercivilizacional cuya resistencia es probada no sólo por los terroristas sino también por quienes profesan criterios ideologizados rígidos de los asuntos mundiales.

Una manifestación típica de tal enfoque es la aspiración de la Administración de los EE.UU. a relacionar la eficacia de la resistencia al terrorismo con la afirmación en el mundo entero de sus propios ideales del sistema social. Rusia sufrió hizo suyas la libertad y la democracia a costa de sufrimientos y no abandonará este camino. El aceleramiento artificial del proceso democrático en cualquier país es capaz de hacerlo retroceder y socavar la legitimidad de las fuerzas que están detrás del mismo. Tampoco podemos aceptar las tentativas de sacar las referencias axiológicas del marco de la competencia que halla la dimensión civilizacional.

Otro ejemplo característico de la ideologización de las relaciones internacionales y de una competencia de mala fe son las acusaciones de Rusia del chantaje energético detrás de las cuales se vislumbra la intención de Occidente de obtener acceso a los recursos energéticos rusos sin acceder nada a cambio. Estamos dispuestos a buscar soluciones mutuamente aceptables y a cooperar estrechamente pero sólo de un modo mutuamente ventajoso. No renunciaremos a nuestras ventajas competitivas naturales a pesar de la presión. Parece que se trata de un negocio elemental que nos querían enseñar hace poco. Es otro problema:  creo que muchos perciben con dificultad Rusia como a un socio equitativo para tratar con nosotros sobre esta base.

La política exterior independiente de Rusia es nuestro logro fundamental. En el mundo actual globalizado  no todos, ni mucho menos, se lo pueden permitir. Y para nosotros es una cuestión clave, la cuestión de la soberanía. Sin ello no se siente el  país. Rusia no sirve para que la dirijan desde fuera.

No ocultamos las divergencias con nuestros socios pero tampoco las dramatizamos. En la sociedad rusa no existe el antiamericanismo ni antioccidentalismo. La desconfianza que hasta la fecha persiste con respecto a Occidente va disminuyendo a medida que Rusia se hace cada vez más segura de sí misma, pasa a ser un aliado necesario en la solución de los problemas comunes y un socio económico atractivo. En Occidente también comprenden perfectamente que hay mucho más aspectos que nos unen que los que nos separan. Afrontamos un macizo enorme de trabajo. Se trata de la colaboración en la ONU y en el Grupo-8, la cooperación Rusia–UE y el diálogo en el Consejo Rusia–OTAN, las agendas bilaterales y muchas otras cosas.

Actualmente y en el futuro  sigue siendo el foro singular por su legitimidad  que elabora soluciones de los problemas internacionales candentes, obligatorias para el cumplimiento. En esta calidad la ONU sirve los intereses políticos exteriores de la comunidad mundial entera. En esto se manifiesta su carácter universal, su papel central en el sistema internacional de la seguridad colectiva. La reforma de la ONU debe contribuir al aumento de su eficacia  y debe realizarse basándose en el consentimiento más amplio de los Estados.

El Grupo-8 es un instrumento eficiente para conciliar los criterios de los Estados rectores con respecto a los problemas más importantes del desarrollo mundial. Las prioridades de la presidencia rusa en el G-8 en 2006 y los temas centrales de la Cumbre en San Petersburgo, tales como la garantía de la seguridad energética internacional, la lucha contra las enfermedades infecciosas peligrosas y el fomento de la educación, responden a los intereses de todos los países.  Rusia ha hecho y sigue haciendo mucho en el plano del incremento del componente político de la agenda del foro en la que hace poco predominaba la problemática financiera y económica. Presenciamos la conversión del G-8 en un factor cada vez más significativo del devenir del liderazgo colectivo en el mundo. Se incorpora al trabajo conjunto ola sociedad cívica, se amplía el formato del diálogo con los socios y, entre ellos, con las organizaciones internacionales más importantes y las asociaciones interestatales. En 2006 por primera vez se incorporó la CEI.

En el espacio de la Comunidad están concentrados recursos colosales, incluidos los laborales, y vive la mayor parte de los compatriotas extranjeros. Nos unen la historia común, el entrelazo de los destinos, las economías que se completan mutuamente, los pasillos de transporte únicos y otras muchas cosas. Todo ello, incluido el recurso cultural común, representa nuestras ventajas competitivas. De ahí el carácter prioritario de esta dirección de nuestra política exterior.

El potencial de la CEI no está agotado con el "divorcio civilizado" tras la desintegración de la Unión Soviética. La perspectiva del perfeccionamiento de la Comunidad se estudiaba en la reciente Cumbre en Minsk. Nuestro enfoque consiste en hallar un balance óptimo entre la renovación y la sucesión, mantener lo que brinda resultados y avanzar progresivamente. Sólo es posible aumentar la eficacia del trabajo conjunto si lo desean todos los socios. Quienes están dispuestos a avanzar cooperan en formatos de integración reducidos sobre la base de los intereses que coinciden.

Rusia es el pacificador principal en el espacio de la Comunidad, está interesada en incrementar la dimensión humanitaria de la CEI y se propone fomentar las relaciones con los vecinos basándose en el cálculo económico sensato. De ello ganan asimismo nuestras relaciones con las potencias extrarregionales que trabajan activamente allí.

Es justamente la apertura que esperamos unos mutuamente.

La 18Є Cumbre Rusia–UE que se celebró el 24 de noviembre de 2006 en Helsinki reafirmó el carácter estratégico de nuestra colaboración y el interés común por fomentar y profundizarla. Al igual que nuestros socios, damos importancia primordial a la realización de las "hojas de ruta" de cuatro espacios comunes y a los diálogos sectoriales, sobre todo en el transporte y la energética. Volvimos a comunicar a la UE que no ratificaremos el Tratado de la Carta Energética en su redacción actual pero no estamos en contra de elaborar reglas únicas de la cooperación energética sobre la base de los principios  refrendados en la misma. Incorporamos al diálogo los temas que conciernen directamente a los intereses de los rusos. Ello se refiere, en particular, a los contactos en materia de ciencia y educación, los intercambios estudiantiles y científicos y el tránsito al régimen de viajes sin visados. Estamos dispuestos para negociar el nuevo convenio básico Rusia–UE. Esperamos que la CCE reciba pronto el mandato correspondiente. En las relaciones con la UE nos ayudaría la desideologización de nuestras discusiones, la opción mutua a favor de pasar nuestra cooperación a la base pragmática y la búsqueda del equilibrio entre los valores comunes cuyas interpretaciones son inevitablemente diferentes y los intereses comunes.  Todo lo demás vendrá por sí mismo a medida de la interacción en el trabajo conjunto.

En el marco del Consejo Rusia–OTAN acumulamos la experiencia de la cooperación práctica para contrarrestar las amenazas comunes y desafíos para la seguridad. Al mismo tiempo, planteamos firmemente las cuestiones que nos suscitan la transformación de la OTAN, los planes de la ampliación de la Alianza, la reconfiguración de la presencia militar de los EE.UU. en Europa, el emplazamiento de elementos de la DAM estadounidense y la negación de los otanenses a ratificar el Tratado de las Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (TFACE).

Nuestras relaciones futuras dependen directamente de las transformaciones de la OTAN después de la Cumbre en Riga y de la consideración de los intereses de Rusia. Diré sinceramente: la OTAN todavía tendrá que demostrar su capacidad combativa en Afganistán. Veremos cómo en Bruselas reaccionarán a nuestra propuesta de la colaboración lógica con la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC) en lo que respecta a las amenazas que parten del territorio de Afganistán.

Entre las prioridades de la política exterior rusa se encuentran las relaciones con los EE.UU. Un logro sustancial de los últimos tiempos es el comienzo de la realización de la Iniciativa Global para la Lucha contra los Actos del Terrorismo Nuclear, las iniciativas de la cooperación multilateral en el aprovechamiento de la energía nuclear con fines pacíficos teniendo en cuenta la institución de centros internacionales para el enriquecimiento del uranio en el contexto de la no-proliferación nuclear. Otra prueba de nuestra capacidad para los compromisos: el Protocolo bilateral de la Adhesión de Rusia a la OMC firmado en noviembre de 2006 a raíz de la reunión de los Presidentes Vladímir Putin y George Bush.

Trabajamos sobre la base permanente en problemas candentes, tales como la lucha contra el terrorismo, la no-proliferación de las AEM, la crisis en el Cercano Oriente y los programas nucleares de Irán y Corea del Norte. Se sostiene el diálogo sistemático sobre los temas estratégicos. Pero, desde luego, hay dificultades, en ocasiones de carácter de principio. Las relaciones bilaterales dependen bastante de la coyuntura política interior de los EE.UU. Allí donde no resulta de otro modo, "aceptamos no consentir" si bien en Washington reaccionan a ello acremente. Pero el carácter ilusorio del mundo unipolar se hace cada vez más evidente, y la parte estadounidense tiene que acostumbrarse a la necesidad de acordar con os socios. No pretendemos algo más ni imponemos nuestros enfoques.

Uno de los resultados importantísimos de la desintegración del mundo bipolar es el desarrollo impetuoso de Asia. En la dirección asiática se compaginan los intereses internos y exteriores de Rusia. Relacionamos mucho el auge de Siberia del Lejano Oriente –y sin ello no lograremos garantizar la seguridad de las fronteras occidentales del país– con la participación rusa en los procesos de integración en la Región Asia-Pacífico (RAP).

Hemos aprovechado activamente para promover nuestros intereses económicos y políticos la participación en la Cumbre de la CEAP en noviembre. En sus documentos finales están reflejadas nuestras propuestas sobre el perfeccionamiento de las instalaciones energéticas contra los terroristas y el establecimiento del diálogo entre las culturas y civilizaciones. Los socios apoyaron unánimemente la intención de Rusia de asumir la presidencia de Rusia en la CEAP en 2012.

La Organización de la cooperación de Shanghai rebasa  el tiempo. En rigor, es una organización del tipo nuevo: no es una alianza sino un instrumento de la compaginación de los intereses y la solución de los problemas comunes. Sus actividades están encaminadas a la formación, con los esfuerzos comunes, de la situación de estabilidad y prosperidad sobre la base de los principios de apertura, consenso, ventaja mutua y respeto de la diversidad de culturas y tradiciones. Testimonia el carácter atractivo de tal formato de cooperación el aumento de la cantidad de aspirantes.

Nuestras relaciones con China e India se desarrollan con éxito. En ellas se sientan las bases de la interdependencia económica y energética positiva. Se consolida el diálogo tripartito que hace poco ha entrado al nivel de Jefes de Estado. Se dio inicio a la cooperación en el formato de BRICh (Brasil, Rusia, India y China), líderes mundiales en lo que se refiere al ritmo del crecimiento económico.

Nosotros, los partidarios convencidos del arreglo político-diplomáticos en el Cercano y Medio Oriente. No vemos alternativa sensata a la búsqueda de las soluciones integrales con la participación de todos los Estados interesados. Los países árabes de la Región se atienen a la misma postura. Los europeos comienzan a reflexionar. Pero los socios estadounidenses de momento no abandonan el esquema actual del movimiento seleccionado por las direcciones sueltas. Como resultado, resolviendo el problema palestino-israelí chocamos con problemas en otras direcciones. Se aplaza la incorporación de Irán y Siria en el diálogo y arreglo.

Estamos convencidos, como antes, de la necesidad de convocar una conferencia internacional para el Cercano Oriente.  Consideramos que no sería superflua la conferencia internacional para Irak. Continuamos trabajando en esta dirección. Confiamos en que en Washington perciban el informe del Grupo para el Estudio de Irak de James Backer como una posibilidad para el cambio realista del rumbo. De ello ganarían todos: los pueblos de Irak y de EE.UU., la Región y el mundo entero.

Las ideas difundidas anteriormente sobre el lugar de América Latina y África en el último plano del mundo  tampoco antes correspondían a la realidad. Hoy día son anacronismo absoluto. Para Rusia la cooperación con los socios en aquellos Continentes significa mucho, tanto desde el punto de vista de la estructuración del nuevo orden mundial como en el plano del respaldo al negocio nacional que potencia con seguridad cada vez mayor los mercados exteriores.

Haciendo el balance de lo dicho quisiera subrayar que en la etapa actual los principios fundamentales de nuestra política exterior siguen siendo inmutables. Son el pragmatismo el carácter multivectorial, la condicionalidad por los intereses nacionales, la renuncia a la confrontación y la estructuración de relaciones mutuamente ventajosas y equitativas con todos los socios. Al mismo tiempo, los cambios que se producen requieren un análisis integral y un trabajo en las direcciones sueltas y en los problemas sueltos, así como pronósticos justificados. Conforme al encargo del Presidente Vladímir Putin finalizamos tal trabajo en el marco del Resumen de la Política Exterior.

Concluyendo quisiera detenerme en la importancia del estudio de la historia de las relaciones internacionales y la historia diplomática de Rusia. La experiencia, incluida la contemporánea, demuestra que pese a la singularidad de las situaciones concretas siempre existen paralelos entre ellas, elementos comunes que ayudan bastante al realizar el análisis de la política exterior. Tenéis por delante bastante tiempo para ocuparos en esta materia. Citaré un par de ejemplos para confirmar lo dicho.

Nuestra evolución política interior después de 1991 y los objetivos en la política exterior planteados ante el país poseen muchos rasgos comunes con el estado de Rusia tras la derrota en la guerra de Crimea. Lo principal es el carácter prioritario de la consolidación interior de Rusia. Lo demás debe estar supeditado a esta tarea clave. El Canciller Alejandro Gorchakov, haciendo el balance de la primera década después de la Paz de París escribía: "Rusia puede ocupar tal posición  únicamente tras desarrollar sus fuerzas internas que en la actualidad son la única fuente real del poderío político de los Estados; ..El deber primordial de Rusia consiste en concluir las transformaciones internas; ...Rusia debe prestar con insistencia la atención principal a nuestro desarrollo interno, y toda la política exterior debe estar supeditada a esta tarea fundamental". Estas verdades son aplicables plenamente a nuestra situación actual y a los problemas que resolvemos dentro del país y en la política exterior. Las palabras del Canciller ni siquiera exigen una redacción estilística.

Otros aspectos están relacionados con la estructuración imperial ahora y en el pasado. Caracterizando el aspecto fatal que había adquirido la historia europea tras la reunificación de Alemania bajo el poder de la Prusia militarista en la segunda mitad del siglo XIX, Henry Kissinjer destacó en su "Diplomacia" que a Europa le sentenciaba al deslizamiento hacia la guerra la falta en el establishment alemán de las tradiciones y la cultura de una política moderada, es decir la habilidad y el deseo para ponerse de acuerdo. Propiamente dicho, la persecución de la quimera de la seguridad absoluta la cual puede ser alcanzada únicamente a costa de los demás Estados, llevó a la Primera Guerra Mundial. El historiador Arnold Toynbee introdujo en la circulación científica la noción de "dirección estatal suicida" que explica el crac de todos los imperios del pasado. Además, desempeñaban el papel militarismo y la seguridad de la propia infalibilidad. Lamentablemente, en las relaciones internacionales actuales observamos esta repetición del lo pasado en las relaciones internacionales contemporáneas.

11 de diciembre de 2006


Dates incorrectes
Outils supplémentaires de recherche