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Discurso pronunciado por el Ministro de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia, Serguéi Lavrov, en la XI Conferencia de Moscú para la Seguridad Internacional, Moscú, 15 de agosto de 2023

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Estimadas damas y caballeros,

Queridos amigos,

Para mí es un gran honor volver a hablar en esta Conferencia de Moscú para la Seguridad Internacional. Es plausible que esta vez sus participantes que representan a diferentes Estados hayan venido a nuestro país, a pesar de los intensísimos intentos de conocidos círculos occidentales de evitar nuestro encuentro.

Hoy es especialmente solicitada la compaginación intelectual y práctica de los esfuerzos encaminada a sanear la situación en la arena internacional y elaborar respuestas eficaces a los numerosos retos de la actualidad. Todos nosotros somos testigos de cambios que marcan época y parecen movimiento de las placas tectónicas. Estamos presenciando cómo se está abriendo el camino un orden mundial más justo y sostenible basado en la variedad y en el sopesado equilibrio de intereses de los miembros de la comunidad internacional.

Es un proceso muy duradero que está tomando las formas más variadas. Basta con mencionar la búsqueda por los países de la Mayoría Mundial de formas de garantizar sus intereses al margen de los mecanismos occidentales. Símbolo de la época es también la paulatina desdolarización de la economía y el comercio mundiales: hoy cada vez mayor número de Estados está reduciendo de manera gradual su dependencia del dólar y del euro, pasando al uso en las transacciones de sus monedas nacionales y de sistemas de pago que representan una alternativa a los occidentales.

Está empezando a formar parte del pasado la propia posibilidad del dominio de un país o incluso de un grupo de países. Por mucho que se esfuerce el Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, por declarar que Europa es un “jardín en flor”, en torno al cual sólo ve “la jungla” que necesita “ser civilizada”, no deja de demostrar lo limitada que es esta mentalidad que permitió a Occidente durante varios siglos dominar el mundo entero. Ahora está en la agenda la formación de un orden mundial multipolar realmente democrático que se base en las normas universalmente reconocidas del Derecho Internacional, en primer lugar, los principios de la Carta de la ONU, empezando por el principal, el respeto de la igualdad soberana de los Estados, es decir, del derecho natural e inalienable de cada pueblo de decidir sobre su futuro.

Las tendencias objetivas del desarrollo del mundo moderno provocan un rechazo casi involuntario a los países del llamado Occidente colectivo liderados por Washington. En su anhelo de retener el dominio que se le está yendo de las manos las élites gobernantes recurren a toda una gama de “métodos sucios”, empezando por el uso de la fuerza e introducción de sanciones económicas unilaterales y acabando por “condena” de quienes no compartan su postura en el espacio informativo global. Está en su apogeo la “cultura de la cancelación” de lo habido y por haber, de todo lo que no cuadra en la visión occidental de la Historia y de los procesos que se están operando en la actualidad.

En contra de la Carta de las Naciones Unidas, los estadounidenses y sus allegados de la OTAN intentan indicarles a otros países, con quiénes y cómo tienen que desarrollar sus vínculos interestatales. De esta manera se les niega su derecho de tener intereses nacionales y aplicar una política exterior independiente. Representantes de los países occidentales demuestran una intolerancia flagrante por posturas discrepantes de la suya, buscando usurpar el derecho de formar la agenda global en todas sus facetas.

En diferentes regiones del mundo ingenieros geopolíticos occidentales están provocando directamente las crisis, aplicando la estrategia del llamado caos controlado, para luego beneficiarse de ello. Hay numerosas pruebas de ello, las campañas de destrucción de Irak y Libia, la implantación del separatismo en Siria y muchos otros casos, incluido el sangriento golpe de Estado perpetrado en Kiev en febrero de 2014 y orquestado por Washington y Bruselas. Representó una burda violación de tal principio de la Carta de la ONU como la no intervención en los asuntos internos de un Estado.

Miren, con qué unanimidad está reaccionando ahora Occidente al golpe de Estado perpetrado en Níger y exigiendo que la democracia sea restablecida de la forma que sea.

En aquel momento, en febrero de 2014, el derrocamiento del Presidente legítimo vía sangriento golpe de Estado, al día siguiente después de ser alcanzado el acuerdo sobre el arreglo bajo las garantías de la UE, no provocó ninguna reacción negativa en Occidente. Recuerdo que en aquellos momentos el Secretario de Estado de EEUU, John Kerry, dijo, unos días después del golpe de Estado, que había habido un Presidente legítimo, pero que la gente había revocado su apoyo del mismo y por ello había tenido lugar tal “manifestación de la democracia”. Se puede citar ad infinitum los casos de este tipo de hipocresía y política de doble rasero.

Para ofrecer una cobertura política e ideológica de su política neocolonial y racista y afianzar su propia hegemonía, las capitales occidentales insisten en suplantar el Derecho Internacional que es violado por ellos a todas horas vía aplicación del llamado “orden basado en las normas”. El Presidente de Rusia, Vladímir Putin, en más de una ocasión ofreció su evaluación a estos actos. Hace poco, el pasado 28 de julio, en la reunión plenaria de la II Cumbre Rusia – África, señaló: “En general, no queda nada claro, qué son estas normas y por quiénes fueron creadas. Lo que queda claro es que son usadas por determinados países con intereses lucrativos y se adaptan a la coyuntura política”. Me gustaría añadir que intentan aplicar dichas normas para favorecer a sí mismos, a sus intereses en la esfera del comercio mundial, del sistema financiero mundial, en el marco de sus compromisos en el campo de a seguridad internacional y en muchos otros campos de los contactos interestatales. Es evidente la tendencia que consiste en reiterados intentos de la minoría occidental de “privatizar” las Secretarías de las organizaciones internacionales, incluida la ONU, las instituciones Bretton-Woods, la OMC, la OPAQ. Estamos presenciando estos intentos en el caso de las organizaciones deportivas internacionales.

Al mismo tiempo, Washington y sus allegados no reparan en estar minando con su actuación ilegal la estabilidad global y generando nuevos riesgos, así como minando las cadenas logísticas y la seguridad alimentaria y energética.

Incrementando su presencia militar cerca de las fronteras rusas, los países miembros de la OTAN durante muchos años pasaron por alto unas aseveraciones políticas muy concretas que habían recibido las autoridades soviéticas, me refiero a la no ampliación de la Alianza. Pisotearon los compromisos que habían asumido al más alto nivel en el marco de la OSCE: los de respetar el principio de la seguridad paritaria e indivisible y de no reforzar su seguridad a costa de otros ni permitir tampoco el dominio en Europa de un país concreto o una organización concreta. Fueron los compromisos asumidos por los miembros de la Organización en 1999 en Estambul y en 2010 en Astaná.

EEUU “echó por tierra” una serie de acuerdos clave que habían existido en la esfera del control de armamentos y de la no proliferación. Se teme también que Washington esté dispuesta a atentar contra una de las piedras angulares de la arquitectura global de la seguridad, el Tratado de la No Proliferación Nuclear. Estos riesgos son generados por los evidentes intentos de sacar el espacio de aplicación de dicho Tratado, el “proyecto nuclear anglosajón” que existe en el marco del nuevo bloque militar AUKUS, al cual los anglosajones están atrayendo ya a Japón y Corea del Sur.

Está también la renuncia de EEUU y de la OTAN a abordar de manera honesta las Iniciativas para las garantías de seguridad jurídicamente vinculantes que fueron formuladas por el Presidente Putin en diciembre de 2021. Esta lista podría continuar infinitamente.

Hoy el llamado Occidente colectivo bajo el lema de la “salvación” del neonazi régimen kievita desató contra Rusia una agresión híbrida en las esferas político-militar, legal, económica y humanitaria. Numerosos hechos confirman de manera inequívoca que los anglosajones y sus allegados durante largos años le prepararon al régimen kievita para una guerra, nutriéndolo de armas y saboteando el cumplimiento de la Resolución del Consejo de Seguridad sobre el arreglo pacífico y el respeto de los intereses legítimos de los habitantes de Donbás que se había aprobado por unanimidad. Todo lo contrario, Occidente de manera callada e incluso con aprobación estaba mirando cómo el régimen kievita creado por golpistas fue prohibiendo de manera legislativa el uso de la lengua rusa en las esferas de la educación y la cultura, en los medios y en la vida cotidiana. Autoridades ucranianas amenazaban en público con exterminar a ciudadanos rusos, calificándolos de “seres”. ¿Y la declaración de Vladímir Zelenski que hizo en una entrevista en otoño de 2021? Dijo que si alguien sentía su pertenencia a la cultura rusa, por el futuro de sus hijos había que largarse con destino a Rusia. Al mismo tiempo, el régimen kievita con el apoyo activo de sus patrocinadores occidentales estaba preparando la ocupación manu militari de los territorios que, en función de la mencionada Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, habían de recibir estatus especial, sobre todo, el derecho a usar su lengua materna. En aquellas condiciones, tal y como subrayaba el Presidente Vladímir Putin, el reconocimiento de la independencia de Donbás, en plena correspondencia con el derecho de los pueblos a la autodeterminación y el inicio de la operación militar especial, en base al Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas representó un paso obligado, pero que al mismo tiempo no tenía alternativa. El objetivo era eliminar las amenazas a nuestra seguridad creadas por la OTAN, la defensa de la gente rusa y rusoparlante del exterminio en los terrenos que poblaban históricamente.

Ahora Kiev y sus patrocinadores occidentales intentan por todos los medios ganarse el apoyo de la llamada Fórmula de paz de Vladímir Zelenski, que tiene forma de ultimátum y exige que Ucrania recupere sus fronteras de 1991. Se formulan iniciativas y se convocan conferencias. Me gustaría llamar a todos los que son atraídos a este juego a recordar que el régimen kievita declaró públicamente que todo lo ruso en los territorios que están ahora fuera de su control sería destruido. Eso es lo que significa para esta gente la exigencia de que Ucrania vuelva a sus fronteras de 1991.

Agradecemos el sincero interés de China, Brasil, Sudáfrica, Egipto, India y otros países del Sur Global por facilitar la búsqueda de métodos justos y realistas para una solución. En muchas reuniones, el Presidente de Rusia Vladimir Putin y los dirigentes de nuestro país han hablado de este asunto. Es sumamente importante que las propuestas correspondientes de los socios de los países en desarrollo se basen en una comprensión clara de las verdaderas causas y la naturaleza de lo que está ocurriendo a raíz de que Occidente haya socavado el principio de indivisibilidad y seguridad.

Hoy en día, Estados Unidos, la OTAN y la UE, para salvar su proyecto geopolítico destinado a contener a Rusia y dividir el Mundo Ruso, están nutriendo cada vez más de armas modernas a Ucrania, dando cada vez más pábulo al conflicto y, al mismo tiempo, provocando la proliferación incontrolada de armas en el mundo. Su política arriesgada e irresponsable aumenta notablemente la amenaza de un choque militar directo entre las potencias nucleares. Todas nuestras señales de alerta se ignoran o se distorsionan de forma flagrante con fines propagandísticos.

Es obvio que el intento de doblegar Rusia por manos de los neonazis ucranianos es una parte de su plan estratégico para recuperar el orden mundial unipolar. El mismo objetivo se persigue en otras regiones, donde cualquier opositor se convierte en víctima de amenazas y chantajes para eliminar un obstáculo en el camino de los planes hegemónicos de Washington. Un ejemplo de esto es la Estrategia Indo-Pacífica promovida por Estados Unidos, que tiene una orientación públicamente declarada antichina.

Al afirmar la indivisibilidad de la seguridad en las regiones Euroatlántica e Indo-Pacífica, los miembros de la OTAN han anulado todas sus declaraciones anteriores sobre la naturaleza puramente defensiva de la alianza, anunciando oficialmente que de ahora en adelante no sólo se dedicarán a la defensa de su propio territorio, sino también a promover su dominio en esta parte del mundo, en la región de Asia-Pacífico.

Se ha trazado una ruta hacia la destrucción de la estructura de seguridad inclusiva, basada en el consenso de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental en la región de Asia-Pacífico. Un ejemplo de gran cinismo es la postura de Occidente respecto a Taiwán. Declaran sin sombra de vergüenza su compromiso con el principio de “una sola China”, pero al mismo tiempo presionan a todo el mundo que no viole el statu quo. Y esto significa (como vemos por las acciones prácticas) que traten a Taiwán como un Estado independiente y lo nutran de armas modernas, como en el caso del régimen kievita.

Otro ejemplo del impacto perjudicial de EE.UU. en los asuntos de la región es la constante escalada de tensiones en la península coreana, empujando a Japón y Corea del Sur a su posición ruda, negativa y agresiva y rechazando un diálogo equitativo con la RPDC, que Rusia y la RPC están dispuestas a respaldar.

En el espíritu de la tan mentada Doctrina Monroe, EEUU trata de dictar a América Latina cómo vivir y según qué estándares. Al mismo tiempo, da la sensación de que las actuales élites estadounidenses consideran que no solo América Latina, sino todo el mundo, es su «patio trasero». Los aliados de EEUU lo dan por sentado y tratan de ayudar al «compañero mayor» de todas las formas posibles. Se manifiesta en la creciente presión en muchos Estados del espacio postsoviético. Hoy, ha hablado de ello el Ministro de Defensa de la República de Bielorrusia.

Es poco probable que en el futuro previsible abandonen los círculos gobernantes su política destructiva. Obviamente, no conseguirán revertir el curso de la historia. El mundo ha cambiado drásticamente, existe una demanda de métodos alternativos para asegurar la estabilidad global mediante la creación de mecanismos de seguridad, no controlados por Washington y sus satélites, y mediante la formación de zonas de la cooperación pragmática y el desarrollo en diversas regiones del mundo.

Se puede acelerar este proceso, recurriendo a los foros multilaterales que funcionan en pie de igualdad y de conformidad con una agenda constructiva. Vemos perspectivas buenas en el uso del potencial de las asociaciones que operan en Eurasia, incluyendo el Estado de la Unión de Rusia y Bielorrusia, Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, Unión Económica Euroasiática, Comunidad de Estados Independientes, Organización de Cooperación de Shanghái, Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo. La concordancia de sus programas de trabajo, y este proceso ya ha empezado, contribuirá sin duda a la formación de una Gran Asociación Euroasiática, ayudando a encontrar formas de garantizar la seguridad en toda Eurasia sin la interferencia de potencias extrarregionales.

En el contexto mundial, me gustaría resaltar la manera rápida de la que crece la autoridad y el atractivo del BRICS, en el marco del cual los países con diferentes sistemas políticos, plataformas de valores distintivos dan un ejemplo de diplomacia multipolar, dirigida a acordar sobre una base equitativa formas efectivas de interacción económica, comercial, de inversión y humanitaria, formas protegidas de los dictados externos.

También aumenta la coordinación en la política exterior. Uno de los temas clave en la agenda de la próxima cumbre, que se celebrará este mes en Johannesburgo, será la ampliación del BRICS, que reforzará esta asociación significativamente y aumentará su peso en los asuntos mundiales.

Colegas,

La situación geopolítica actual hace que sea difícil combinar esfuerzos para neutralizar las amenazas comunes para toda la humanidad, incluida la lucha contra el terrorismo internacional, especialmente contra las organizaciones yihadistas resurgentes, ISIS y Al Qaeda, y los grupos extremistas asociados, que (no hay que olvidar esto) han surgido en las últimas décadas como resultado de las aventuras militares de EEUU y sus aliados.

Es preciso poner fin al uso de terroristas con fines geopolíticos, ya sea en Afganistán, Siria u otros países. La amenaza persistente a la seguridad en la región de Sáhara y el Sahel es una consecuencia directa de la agresión de la OTAN contra Libia, que resultó en la destrucción de su condición de Estado y convirtió el país en «una zona de tránsito» para los terroristas que continúan utilizándola activamente.

Todos deben aprender las lecciones de las consecuencias trágicas de las guerras, desatadas por EEUU y sus aliados.

Consideramos importante que la ONU, que recientemente ha estado un tanto «callada» en este ámbito, tome la iniciativa e intensifique sus esfuerzos en la lucha antiterrorista sin ningún doble rasero.

El tema de la seguridad biológica se ha vuelto particularmente relevante, ante todo a la luz de los hechos de las actividades militares y biológicas incontroladas de EEUU y varios de sus aliados en diversas regiones del mundo, de las que regularmente informa en detalle nuestro Ministerio de Defensa. Estas actividades se llevan a cabo en contra de los compromisos dimanantes de la Convención sobre la Prohibición de Armas Biológicas y Toxínicas, y es necesario hacer más esfuerzos para reforzar esta Convención, estableciendo un mecanismo jurídicamente vinculante y transparente en su marco para verificar los programas que implementan los Estados Partes.

Debe prestarse mayor atención a la prevención de la militarización del espacio ultraterrestre. Rusia siempre ha abogado por preservar el espacio ultraterrestre como espacio para las actividades exclusivamente pacíficas de todos los Estados en pie de igualdad, por elaborar un instrumento legal de carácter integral y destinado a prevenir la carrera armamentística en el espacio ultraterrestre, incluidas las garantías contra la colocación de sistemas de armas de ataque en la órbita terrestre baja. El proyecto de tratado de Rusia y China es un buen fundamento para tal trabajo. Instamos que se amplíe su apoyo.

Están aumentando los desafíos en el ámbito de las tecnologías de la información y las comunicaciones. Me gustaría recordar que Rusia ha presentado en la ONU el concepto de un futuro tratado para garantizar la seguridad internacional de la información, así como un proyecto de convención sobre la lucha contra la ciberdelincuencia. Instamos a apoyar nuestras iniciativas y sumarse a ellas como coautores.

Estimados colegas,

Rusia seguirá trabajando a favor de consolidar los esfuerzos de la comunidad internacional para contrarrestar los desafíos y amenazas mundiales y regionales, promover una agenda positiva, contribuir al fortalecimiento de la seguridad y la estabilidad internacionales, a la resolución pacífica de los conflictos, garantizar que los principios de la Carta de la ONU se apliquen en la práctica, pero, me gustaría resaltar, no de forma selectiva, sino en su totalidad.

El Grupo de Amigos en Defensa de la Carta de la ONU, creada hace dos años por iniciativa de Venezuela, se ha convertido en una plataforma útil para trabajar en este ámbito. Ahora incluye 20 Estados, el interés en él va en aumento. Seguiremos fomentando tanto esta asociación de personas de ideas afines como otras estructuras que trabajan para democratizar las relaciones internacionales. Para ello, como señaló el Presidente de Rusia, Vladímir Putin, en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo en el pasado junio: «Por supuesto, estamos abiertos a cooperar en pie de igualdad con todos los países, con todos los que, como Rusia, valoran sus intereses nacionales y están dispuestos a determinar su propio futuro».

 

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